Al
regresar el poeta Juan Ramón Jiménez
del viaje que hizo a los Estados Unidos para casarse con Zenobia
llevaba consigo un nuevo libro que había comenzado antes de partir y
que terminaría felizmente ya de nuevo en España: Diario
de un poeta reciencasado.
La crítica dijo en su momento que con este libro había comenzado
una nueva vida en la poesía española, un “incendio poético”
dijo uno de sus críticos.
JRJ
es, junto a Bécquer
y Rubén Darío, el
poeta de más reconocible ascendiente en el ámbito de la poesía
contemporánea en lengua española. Ningún otro poeta de nuestro
pasado siglo XX compite con él en la fijación de un paradigma que
fue generando sus propios modelos estéticos hasta convertirse
sucesivamente en una referencia ineludible.
Introvertido
e hipersensible, el poeta de Moguer fue sobre todo un consumado
ejemplo de apasionada y excluyente entrega a la actividad creadora.
Nunca dejó de afanarse en su incansable tarea de corrección y
reordenación de su obra viva, consagrado a una imposible lucha por
alcanzar lo completo y lo sublime. “Intelijencia, dame/el nombre
exacto de las cosas”, dos versos suyos que resumen su obstinado
anhelo. A ese estado llegó JRJ
en un proceso lento y constante, apoyado en una frase de Goethe
que el propio poeta escogió como lema: “Como el astro, sin
precipitación y sin descanso”.
El
filólogo, escritor y poeta José A. Ramírez Lozano
(Nogales, Badajoz, 1950) acaba de publicar Los celos de
Zenobia (Pre-Textos, 2016)
un relato sobre los primeros años de matrimonio de JRJ,
galardonado con el Premio de Novela Breve Juan March Cencillo 2016,
un libro divertido en el que el novelista extremeño trata de
desmitificar al astro recreando sus manías y obsesiones, bajo la
atenta mirada de Zenobia,
la mujer que tanto se negó a sí misma para entregarse en cuerpo y
alma al maestro en busca de la poesía pura que representaba el alma
creadora de su marido.
La
gracia de este libro estriba en los diálogos vívidos entre el
poeta, Zenobia y el
recadero de sus pesquisas, su amigo del alma Juan Guerrero,
un hombre dispuesto a cumplir los designios del poeta: rescatar todos
los ejemplares de sus primeros libros impresos, dispuestos en
bibliotecas y en casas de escritores amigos, para su revisión y
custodia. Su obsesión, en busca de la excelencia de la poesía pura,
le conducirá a un empeño delirante, nada ajeno a la extravagancia y
a las pulsiones enfermizas de un maniático consumado como él mismo.
Deja
entreverse en la novela cómo la exigente y fervorosa manera de
entender y vivir por el artista el trabajo creador le supondría un
aislamiento y un retiro total, un deliberado apostolado de soledad
propio de eremita, que lo llevaría a ausentarse de lugares y a
escurrir todo contacto con ese mundillo poético tan propicio a la
visibilidad y a las poses.
Ese
trajín obsesivo de búsqueda juanramoniano, Ramírez
Lozano lo aprovecha para
inventar el personaje de su historia, la poesía impura, que en la
novela viene representada por una becaria norteamericana, una joven
incauta y algo lasciva a la que pondrán coto el poeta y su esposa
Zenobia, para
encauzarla y consagrarla en la pureza.
A
partir de aquí, el ménage
à trois está servido,
representado por el matrimonio y la poesía, la becaria es la
metáfora. Por sus páginas desfilan personajes literarios
relevantes: Unamuno,
Azorín, los hermanos
Machado, Pepín
Bello, el torero Sánchez
Mejías y unas cartas de Neruda
animando a la hermosa americana para que escape a Sevilla con el
célebre matador. Entremedio, JRJ
confiesa a su esposa cómo deplora sobrellevar su segundo apellido,
Mantecón, un trino
silábico que le horroriza y denigra.
Los celos de
Zenobia es una novela
divertida, amena y jugosa, escrita con la savia lírica necesaria
para poner tono y voz a un ser excepcional, exquisito y enfermo de
poesía por dentro y por fuera como lo fue el Nobel español. Ramírez
Lozano propone un divertimento
literario con mucha gracia y talento.
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