Si
el ensayo es el centauro de los géneros literarios, como diría el
escritor mexicano Alfonso Reyes,
un libro de entrevistas, de conversaciones, es una suerte de
tentativa proteica. Ya de por sí, su nomenclatura incluye una
identidad muy particular: entrever, ver entre, mirar a través de. Su
función sería, según su criterio, dar testimonio de lo que
acontece en un espacio verbal y en un tiempo determinado para quien
se presta al diálogo. Un libro de conversaciones no tiene el rigor
hermético de un ensayo. En su favor, la conversación cobra un
interés inusitado cuando, bien dirigida, alcanza límites que llegan
a sobrepasar las expectativas del lector.
Javier Goñi
(Zaragoza, 1952), licenciado en Literatura Hispánica y Ciencias de
la Información, periodista cultural y crítico literario desde 1976,
publicó en 1985 este interesante libro de conversaciones en torno a
la figura de Miguel Delibes que
traemos hoy a estas páginas, con la idea de centrar su escritura
acorde a ese proceder de mostrar sin ambages al lector un retrato
próximo en el que reflejar la personalidad de este ilustre escritor
castellano, así como sus secretos y su testimonio vital, con el
propósito de acercarnos a conocer su visión del mundo y palpar una
particular interpretación de su obra en marcha y, de paso,
enterarnos de las cosas más relevantes que sacuden su existencia y
de algunos otros pasajes más prosaicos, como su miedo a volar en
avión. Se acaba de reeditar en Fórcola el libro aludido, dentro de
la colección Singladura, bajo el mismo título con el que se publicó
hace treinta y cinco años.
Cinco horas con
Miguel Delibes vuelve a las
librerías con la misma frescura con la que apareció en su día, y
ahora, que se cumplen diez años de su muerte y cien del nacimiento
del creador de El hereje,
regresa también como un claro homenaje a su figura. Sus libros, su
talante equitativo e independiente y su relación con el mundo que le
tocó vivir eran a todos los efectos uniformemente coherentes, al
menos muchos de los que le conocieron, como el autor de este libro,
mantenían que nunca los excesos, ni las interferencias eran propias
de su carácter. Delibes
era un hombre sobrio y ponderado, amable, caballeroso y circunspecto,
como así también lo describía Caballero Bonald
en el libro de semblanzas Examen de ingenios,
provisto de una dignidad profesional intachable.
Goñi
nos presenta un texto dinámico muy bien estructurado en cinco
capítulos, con prólogo y epílogo. El primero de ellos transita por
la infancia. En el segundo, la conversación se convierte en un largo
paseo por los caminos de Castilla. El tercero desvela los entresijos
de su profesión periodística y las vicisitudes que tuvo que sortear
con la censura como director de El
Norte de Castilla. En el
siguiente capítulo, Goñi
se acerca al entrevistado con preguntas en torno a su faceta
provinciana y burguesa. En el último se detiene para mostrarnos su
alma ecológica. Para Delibes
el cuidado de los recursos de la naturaleza es tan importante para el
presente como vital para el futuro: «El
progreso debería avanzar como andan los hombres prudentes. No dar el
segundo paso antes de haber afianzado el primero».
Estamos
ante un testimonio que nos acerca a un escritor que, según deja
entrever el autor del libro, vivió sus inquietudes vitales y
literarias más para adentro que para afuera, que se desentendió
todo lo que pudo de exponerse al público. No estar del todo presente
en el ambiente literario fue siempre una característica suya. Sin
embargo, su apartamiento, unido a ese rasgo pesimista tan suyo de ver
las cosas, le valieron para agudizar su perspicacia en el desarrollo
de sus novelas. En estas conversaciones descubrimos a un Delibes
nada disperso en el tratamiento de sus ideas y en los temas que más
le importaban: «No
me he considerado nunca un intelectual, que es un hombre que utiliza
ideas y ensaya con ellas. Yo soy sólo un manipulador de personas»,
confiesa, refiriéndose a los personajes de sus libros.
Nos
revela Goñi que
Delibes es un buen
conversador, un hombre bien precavido, que rara vez se arriesga a
decir una vaguedad, que se encuentra mejor y más a gusto cuando
habla a través de sus personajes, de lo que saben y comprenden.
Aunque sus inicios de escritor fueron algo tardíos, su oficio como
periodista le valió para desempeñar la sagacidad narrativa de sus
obras con mayor soltura, al igual que su propósito de conocer
Castilla, con la vivacidad de un cronista experimentado. Anduvo de
aquí para allá, con la escopeta al hombro o como senderista,
rastreando palabras, perdices, utensilios o costumbres lugareñas.
Sus novelas alcanzaron un éxito inusual en su tiempo y muchas lo
acrecentaron cuando se trasladaron al teatro o al cine. Algunas, como
Las ratas o Lo
santos inocentes son de una
crudeza naturalista que coinciden con la aspereza de la literatura
del socialrealismo. A esto se suma lo que más de una vez Delibes
aireó refiriéndose a su tesis de que la ecología y la caza son
perfectamente compatibles.
En
fin, el nombre de Delibes ha
venido a quedar indisolublemente ligado al de su tierra. Su narrativa
está estrechamente vinculada con la geografía rural del territorio
por el que transitó su vida y su obra. Javier Goñi
ha sido capaz de resumir toda la vida de un destacado hombre de
nuestras letras en apenas doscientas páginas, dándonos a conocer
muchos detalles de la integridad personal de un escritor preocupado
siempre por la pureza del lenguaje, la cercanía familiar y el
deleite de la caza, que dio vida, a través de su prosa pulida, a un
sinfín de personajes como El
Mochuelo, El
Nini, Paco
“El bajo”,
Menchu
o Cipriano Salcedo,
reconocibles y entrañables protagonistas que conectaron sus
sentimientos con nosotros mientras leíamos sus historias.
El rescate editorial de un libro de interés literario y cultural
como esta estupenda biografía dialogada es un acontecimiento a
celebrar, no solo porque engrosa la coherencia del catálogo del
sello que la edita, sino porque ofrece una nueva oportunidad al
lector de hoy de acercarse a una figura entrañable de nuestra
literatura, arquetipo de escritor honesto, que dejó una copiosa obra
con marcado carácter castizo. Un disfrute.
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