Dice
Schopenhauer que
«cuando
un pensamiento acertado surge en un cerebro, tiende a la claridad, y
pronto la alcanzará, porque lo que ha sido pensado claramente
encuentra con facilidad su expresión adecuada». Desnuda, es como la
verdad nos parece más bella. Los
aforismos poseen esa gracia de persuadirnos de la mejor manera y que
consiste en no decir nunca más que lo que merece ser dicho. Como
escritura liminar, es todo un semillero para leer reposadamente y
pensar por lo breve. El aforismo es un artefacto verbal que se
asienta entre la literatura y la filosofía, entre lo personal y lo
analítico, entre lo ético y lo estético, pero también es «el
camino más corto entre la poesía y el pensamiento»,
tal como subraya Andrés Trapiello.
Para
un poeta, como León Molina
(San José de Las Lajas, Habana, 1959), consciente de que la poesía
está hecha de lo que se dice, pero también de lo que se calla, como
decía Ángel Crespo,
el cauce del aforismo es en buena medida, una corriente propicia para
que el pensamiento y la epifanía surja del ojo poético y se estampe
con afilado sentido. La buena acogida de su creación aforística
iniciada con Mapa de ningún sitio
(2015) le impulsó a continuar la senda de la prosa mínima
antologando dos publicaciones sobre el género. En la primera de
ellas, Verdad y media
(2017), reunió una amplia colección de aforismos españoles
editados entre el periodo que va de 2001 a 2016. En la segunda, bajo
el título de La poesía es un faisán
(2019), el autor se centró, en esta ocasión, en recoger una amplia
selección de textos cortos publicados en español sobre la poesía y
los poetas que mejor mostraran el vigor expresivo del género.
En
cambio, ahora, con Tirar la piedra y esconder la mano
(La Isla de Siltolá, 2019), vuelve a sus andanzas aforísticas de
creación propia para acotar su decir concentrado sobre todo lo que
rodea a su mundo. A Molina
no le aflige subrayar sus preocupaciones existenciales, ni las
vanidades que el propio vivir contagia. Sabe que “todos los
mundillos impiden ver el mundo”, por eso escribe. Como también
sabe, y así lo expresa en uno de sus aforismos que: “Mejor que un
proyecto de vida, vida para los proyectos”. El tiempo se encargará
de sancionarlo todo. Por eso, en otro de sus alumbramientos, se
apresura en poner el acento en la incertidumbre de vivir: “En
realidad vivimos por si acaso”.
En
este nuevo volumen, Molina
opta por la vertebración temática para organizar su escritura
aforística, algo que el lector atento agradece, teniendo en cuenta
que esta forma de presentación permite al lector saltar de asuntos a
su conveniencia, de manera más acorde a su gusto, una posibilidad
muy en consonancia con las características del género y el libre
albedrío. Y con una advertencia implacable, que debe ser bienvenida
para tantos chiflados de los libros, como es mi caso: “Para tener
una relación plena y gozosa con los libros es necesario tener una
vida rica al margen de ellos. Se trata de una relación de pareja al
fin y al cabo”. Así también lo creo, hay vida más allá de
ellos.
Los
aforismos de León Molina
aglutinan máximas, reflexiones, apuntes, epifanías, proposiciones,
notas, fragmentos, una amplia tentativa en la que bien podría
encajarse el conjunto de sus cerca de quinientos aforismos que
conforman la totalidad del libro, en el que destaca, además de su
brevedad, su plasticidad, preocupación ética y el gusto por la
paradoja. Dividido en treinta y cinco epígrafes, que van desde la
belleza, la lectura, la soledad, el pensamiento y las cosas de la
vida, para continuar con el humor o la intimidad y compañía, hasta
acabar en la memoria y la libertad. El volumen conjuga por partes
toda la versatilidad que las expresiones contienen, un modo escueto
pero amplio, valga el oxímoron, de aproximarnos a la filosofía y a
la poética de quien lo firma.
Cada
postulado suyo persigue un enunciado lacónico donde esparcir un
asombro, un vislumbre condensado, una epifanía con algo por
descifrar o algo que da qué pensar, como este aserto suyo tan
poético: “El que lee para distraerse hace lo mismo que un lector,
pero no llega a serlo. Un avión vuela, pero no es un pájaro”. El
espíritu aforístico del libro anda por un decir concentrado de todo
lo que rodea y acota el discernir del tiempo, en donde Molina
subraya sus preocupaciones existenciales así como sus
contradicciones: “Me concentro fácilmente. Lo atribuyo a que he
llevado una vida muy diversa”.
León Molina
es fundamentalmente un observador del otro y de sí mismo, un autor
incardinado con la naturaleza, maestra del silencio y de la que, a su
entender, todo parte: “La naturaleza es el nido que incuba las
palabras. Y las demás son falsas”. Hay certezas inmutables en ella
de las que extrae su verdad realista e idealista, unida a esa
percepción naturalista y simbólica que encarna su contacto. Este
libro reproduce ese sentir de aire ligero, cercano y fragmentario
urdido para también leernos un rato, con la idea de provocar nuestra
curiosidad y discernimiento.
Tirar la piedra y
esconder la mano es un
libro fecundo, un destilado de pensamientos y sentimientos bien
pulidos, con gusto y halo poético, dispuestos a preguntarnos sobre
la filosofía del porqué de las cosas, esa misma que refleja su
autor en la que “todos somos notas al margen” en el libro de la
vida.
No hay comentarios:
Publicar un comentario