domingo, 19 de enero de 2020

Semilla o fruto de razón


Dice Schopenhauer que «cuando un pensamiento acertado surge en un cerebro, tiende a la claridad, y pronto la alcanzará, porque lo que ha sido pensado claramente encuentra con facilidad su expresión adecuada». Desnuda, es como la verdad nos parece más bella. Los aforismos poseen esa gracia de persuadirnos de la mejor manera y que consiste en no decir nunca más que lo que merece ser dicho. Como escritura liminar, es todo un semillero para leer reposadamente y pensar por lo breve. El aforismo es un artefacto verbal que se asienta entre la literatura y la filosofía, entre lo personal y lo analítico, entre lo ético y lo estético, pero también es «el camino más corto entre la poesía y el pensamiento», tal como subraya Andrés Trapiello.

Para un poeta, como León Molina (San José de Las Lajas, Habana, 1959), consciente de que la poesía está hecha de lo que se dice, pero también de lo que se calla, como decía Ángel Crespo, el cauce del aforismo es en buena medida, una corriente propicia para que el pensamiento y la epifanía surja del ojo poético y se estampe con afilado sentido. La buena acogida de su creación aforística iniciada con Mapa de ningún sitio (2015) le impulsó a continuar la senda de la prosa mínima antologando dos publicaciones sobre el género. En la primera de ellas, Verdad y media (2017), reunió una amplia colección de aforismos españoles editados entre el periodo que va de 2001 a 2016. En la segunda, bajo el título de La poesía es un faisán (2019), el autor se centró, en esta ocasión, en recoger una amplia selección de textos cortos publicados en español sobre la poesía y los poetas que mejor mostraran el vigor expresivo del género.

En cambio, ahora, con Tirar la piedra y esconder la mano (La Isla de Siltolá, 2019), vuelve a sus andanzas aforísticas de creación propia para acotar su decir concentrado sobre todo lo que rodea a su mundo. A Molina no le aflige subrayar sus preocupaciones existenciales, ni las vanidades que el propio vivir contagia. Sabe que “todos los mundillos impiden ver el mundo”, por eso escribe. Como también sabe, y así lo expresa en uno de sus aforismos que: “Mejor que un proyecto de vida, vida para los proyectos”. El tiempo se encargará de sancionarlo todo. Por eso, en otro de sus alumbramientos, se apresura en poner el acento en la incertidumbre de vivir: “En realidad vivimos por si acaso”.

En este nuevo volumen, Molina opta por la vertebración temática para organizar su escritura aforística, algo que el lector atento agradece, teniendo en cuenta que esta forma de presentación permite al lector saltar de asuntos a su conveniencia, de manera más acorde a su gusto, una posibilidad muy en consonancia con las características del género y el libre albedrío. Y con una advertencia implacable, que debe ser bienvenida para tantos chiflados de los libros, como es mi caso: “Para tener una relación plena y gozosa con los libros es necesario tener una vida rica al margen de ellos. Se trata de una relación de pareja al fin y al cabo”. Así también lo creo, hay vida más allá de ellos.

Los aforismos de León Molina aglutinan máximas, reflexiones, apuntes, epifanías, proposiciones, notas, fragmentos, una amplia tentativa en la que bien podría encajarse el conjunto de sus cerca de quinientos aforismos que conforman la totalidad del libro, en el que destaca, además de su brevedad, su plasticidad, preocupación ética y el gusto por la paradoja. Dividido en treinta y cinco epígrafes, que van desde la belleza, la lectura, la soledad, el pensamiento y las cosas de la vida, para continuar con el humor o la intimidad y compañía, hasta acabar en la memoria y la libertad. El volumen conjuga por partes toda la versatilidad que las expresiones contienen, un modo escueto pero amplio, valga el oxímoron, de aproximarnos a la filosofía y a la poética de quien lo firma.

Cada postulado suyo persigue un enunciado lacónico donde esparcir un asombro, un vislumbre condensado, una epifanía con algo por descifrar o algo que da qué pensar, como este aserto suyo tan poético: “El que lee para distraerse hace lo mismo que un lector, pero no llega a serlo. Un avión vuela, pero no es un pájaro”. El espíritu aforístico del libro anda por un decir concentrado de todo lo que rodea y acota el discernir del tiempo, en donde Molina subraya sus preocupaciones existenciales así como sus contradicciones: “Me concentro fácilmente. Lo atribuyo a que he llevado una vida muy diversa”.

León Molina es fundamentalmente un observador del otro y de sí mismo, un autor incardinado con la naturaleza, maestra del silencio y de la que, a su entender, todo parte: “La naturaleza es el nido que incuba las palabras. Y las demás son falsas”. Hay certezas inmutables en ella de las que extrae su verdad realista e idealista, unida a esa percepción naturalista y simbólica que encarna su contacto. Este libro reproduce ese sentir de aire ligero, cercano y fragmentario urdido para también leernos un rato, con la idea de provocar nuestra curiosidad y discernimiento.

Tirar la piedra y esconder la mano es un libro fecundo, un destilado de pensamientos y sentimientos bien pulidos, con gusto y halo poético, dispuestos a preguntarnos sobre la filosofía del porqué de las cosas, esa misma que refleja su autor en la que “todos somos notas al margen” en el libro de la vida.

No hay comentarios:

Publicar un comentario