jueves, 13 de junio de 2013

La secta de los cabezas vacías


La semana pasada viajé a Madrid en el talgo y durante el trayecto, mientras descansaba de lecturas y periódicos, me puse un par de veces los auriculares que ofrece el servicio del tren para cambiar de actividad. En una de las ocasiones escuché un relato que me sobrecogió durante unos tensos minutos. El título del cuento era Mañana será otro día, y su autor Pedro Ugarte (Bilbao, 1963), una historia que explora los límites de una tragedia doméstica, donde el frágil equilibrio de una pareja se pone a prueba con la presencia de un huésped que no tiene intenciones de marcharse. Me gustó tanto que no dudé en anotar en mi Moleskine el nombre del autor para localizar algún libro de cuentos suyo en la Feria del libro a donde me dirigía

Por la tarde, en El Retiro, pregunté en la caseta 292, Páginas de Espuma, si tenían algo de Ugarte y la librera me ofreció El mundo de los Cabezas Vacías (2011) con una seguridad que me conquistó: “Lléveselo, será un acierto. Son historias tratadas con ironía y comicidad, a veces con cierta acidez sobre el mundo habitado por tantas cabezas vacías”.

De regreso al hotel, abordé excitado las páginas de estos cuentos hasta rematarlos después de cenar.

Pedro Ugarte recoge en esta entrega las relaciones humanas desde la ironía, jugando con el lenguaje de sus personajes y llevando al lector por sorpresivas veredas que le conducirán, a un final inesperado. El humor, incluso, a veces, se convierte en una trampa desconcertante. Son doce relatos, o mejor, once, si apartamos el titulado Estación tierra que encierra el mensaje cáustico de un marciano que resume el propio autor como que la vida se encuentra llena de imprevistos.

Una característica común en estos relatos es la de que todos están narrados en primera persona y el protagonista es Jorge, aunque no es siempre el mismo. A veces es un hombre solitario y bien entrado en años, que solo mantiene contactos aislados con la vecina (Una comedia romántica). Otras veces, Jorge es un hombre maduro que descubre que en ocasiones no es buena idea ser sincero (El olor de la verdad). O es un joven aturdido, incapaz de cambiar la rueda de su coche (El invento de la rueda). Pero todos ellos tienen en común la mirada atenta de los hechos cotidianos en la familia, en el trabajo, la amistad y en las relaciones sentimentales, hasta acercarse al borde del esperpento. Los personajes se mueven como en un baile de máscaras en la distancia, y el resultado es que todo es quebradizo.

Ugarte afirmaba, en una entrevista en El País, hace un par de años, que El mundo de los Cabezas Vacíasson historias donde hay una pátina de humor que no siempre termina en el humor, en cambio, hay un camino más o menos irónico, humorístico, pero, en la mayoría de los cuentos, un golpe de timón al final lleva a un sitio muy distinto”.



Magnífico cuentista que goza del don de la narrativa de calidad. El primer cuento que, además, da título a la obra, es el mejor. Un gran hallazgo que debo a Renfe y a la librera del stand 292 de la Feria del libro, y a cuyo autor voy a seguir leyendo con interés, sobre todo, porque después de disfrutar con estos relatos me quedo con la reflexión obligada, quizás por lo verosímil de estas historias, preguntándome con cierto rubor: ¿Perteneceremos también a esa secta de los cabezas vacías?

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