El
cine está lleno de imágenes dramáticas y desgarradoras, hasta el punto de no saber decir con cuántas películas he llorado literalmente. Recuerdo que
la película dirigida y protagonizada por Roberto Benigni, La
vida es bella, fue una de las
más audaces en arrancarme algunas lágrimas sentidas. Aquel padre,
aturdido ante la barbarie de los nazis, no deja de velar por la
existencia de su hijo con la ocurrencia de procurarle una versión
diferente de lo que sucede en el campo de concentración, todo un
alegato de amor y entrega al pequeño Giousuè que acaba creyéndolo
todo, gracias a la convincente historia que le cuenta éste y a su
propia inocencia... Sin embargo, con los libros casi nunca he
llorado, aunque me haya emocionado infinidad de veces con sus
historias.
Esta
mañana concluí la lectura de La hora violeta
(Mondadori, 2013), un libro conmovedor con el que, al llegar a la última
página, acabé sollozando. La
hora violeta, de Sergio
del Molino (Madrid, 1979)
es una historia de amor y luto de un joven padre por la pérdida de
su hijo. Dice el autor que la hora violeta es la hora que ninguno
querríamos vivir, y sin embargo, el dolor que transita por las
páginas del relato consigue que el lector la viva hasta el final con
el propio narrador. Hay tanto corazón puesto en el texto que la
palabra escrita palpita desde el primer párrafo hasta el punto
final. Nos encontramos ante una novela de las denominadas de pérdida, en la que el protagonista es el autor, un padre que ve morir a su
hijo, un suceso tremendo que no ha vivido mucha gente, una pérdida
que para algunos solo es posible retener si escribes sobre el ser
querido malogrado. Ése es el sentido de las novelas sobre la
pérdida, un empeño de no olvidar ni aceptar las preguntas que nunca
podrán ser contestadas, como nos recordaba Francisco
Umbral en su memorable
Mortal y rosa.
Un género íntimo que en los últimos años ha tenido muy buenas
propuestas narrativas, como Tiempo de vida,
de Marcos Giralt Torrente,
una confesión valiente y hermosa, o La ridícula idea
de no volver a verte, de
Rosa Montero,
un libro inclasificable y estremecedor sobre el dolor que produce la
muerte de los seres más queridos.
La
hora violeta es, por tanto,
un libro que encaja en este género. Lo que narra el periodista Del
Molino
no es más que el año fatídico de la vida de Pablo, su hijo de
apenas dos años, desde que fue diagnosticado de una rara y mortal
leucemia. Sergio y Cris ponen toda la piel en el asador en la lucha
angustiada por la curación de su hijo Pablo y no desfallecerán en
su empeño hasta la mala hora del desenlace fatal.
La
lectura de esta obra íntima y conmovedora es una experiencia que
deja huella y a mí, personalmente, me ha emocionado sobremanera. Del
Molino describe como
pocos lo que encierra la vida en una planta hospitalaria de oncología
infantil, donde los niños enfermos juegan por los pasillos ante las
miradas tristes de sus familiares, y es capaz de atajar esta
atmósfera sobrecogedora con mucha belleza literaria sin caer en un
vano dramatismo. La hora violeta
es un viaje al dolor y al amor, una reflexión sincera sobre la
enfermedad y la condición humana. Es el libro más íntimo y
reflexivo del escritor madrileño afincado en Zaragoza que, además,
asegura que su obra no es el resultado de ninguna escritura de
terapia, y eso no quiere decir que el libro no le haya reportado
algún tipo de sanación al transformar su rabia en amor.
Resumiendo:
Sergio del Molino irrumpe
con maestría con una novela en donde el llanto y el desconsuelo se
eleva literariamente gracias a una prosa tersa y punzante. La
hora violeta no
es un libro fácil de
reseñar, porque el fondo del asunto se sobrepone a la forma, y esto
quiebra la mirada crítica necesaria, al ligarte irremediablemente al
desconsuelo del narrador, pero esta justificación nada resta a la
calidad literaria de este libro impactante y estremecedor que
recomiendo vivamente.
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