Acabo
de finalizar la novela de Alejandro Palomas (Barcelona, 1967)
Una madre (Siruela, 2014), una historia que
transita por los márgenes de la cotidianidad familiar, pero cuyo
relato responde a los entresijos y devaneos secretos de los miembros
de una familia unida por el fervor fascinante de Amalia, una
madre cándida y liviana que ejerce de sostén de todos ellos, desde
la discreción y la generosidad.
Mientras
elaboraba el borrador de esta reseña, me vino a la memoria el
maravilloso melodrama de Mike Leigh, Secretos y mentiras
(1996), una obra que sobrecoge al espectador llevándolo a un
documental intimista más que a una película, en donde un grupo de
diferentes personajes, unidos por lazos familiares se debaten entre
sentimientos, pasiones, crisis personales, crisis de parejas, madurez
e identidad para hablarnos de la vida y la necesidad de amor. En este
discurrir, la novela de Palomas también ofrece los mismos
ingredientes, pero el escritor barcelonés rehuye del psicodrama
grave y ensarta una trama en un tono más afable y cómico.
Amalia,
una madre de 65 años, recientemente divorciada, reúne en su casa en
nochevieja a sus tres hijos: Silvia, Emma y Fernando,
además están invitados el tío Eduardo y Olga, la
nueva pareja de uno de sus hijos. Conforme vas metiéndote en las
entrañas del libro, te das cuenta de que la familia que se congrega a
la mesa de Amalia no es una familia muy común, aunque en
parte sí. Pero lo que realmente brilla en ella son sus componentes,
unos seres perplejos, contradictorios y llenos de sentimientos que
desvelan soledades obligadas en un mar de frustraciones en el que
Alejandro Palomas profundiza hábilmente.
La
familia es eso que uno no elige pero que verdaderamente condiciona,
aunque los personajes sean entrañables, como en esta novela. En Una
madre todo parece que va a saltar por los aires hasta que esa
amenaza se desactiva constantemente gracias al desparpajo y
surrealismo del alma mater del relato, Amalia. Palomas
imprime libertad a su personaje y le otorga esa facultad de unir
piezas rotas e incluso rescatar los pecios de sus naufragios y
convertirlos en tesoros para toda la familia.
Leer
Una madre es una oportunidad de entrar en la casa de
otra familia para vernos imbricados alrededor de una mesa, en una
extensa cena, con los problemas vitales y personales de los miembros
de un clan expuestos al desliz, a la risa y al llanto, con la
esperanza de sobreponerse a ellos mismos gracias a la actitud
desenfadada de su personaje principal, Amalia, una mujer sin
dobleces, contraria a la venganza y dispuesta a exhibir ese carpe
diem tan ausente en las vidas de sus hijos; una mujer,
aparentemente ingenua, que rehuye del conformismo, dispuesta a romper
barreras y a afrontar las vicisitudes impertinentes con grandeza y
alegría.
Alejandro
Palomas ha escrito una obra emotiva y divertida que destella
finura y sutileza, un relato contado en primera persona por un
narrador protagonista, Fer, al que le otorga una voz
secundaria, pero relevante, en el papel de testigo de todo lo que
ocurre en aquella cena memorable, hervidero de secretos y desvelos
sorprendentes de todos sus comensales.
Una
madre es un libro narrado con maestría y buen gusto, como
corresponde a un escritor sensible y detallista con el juego de las
palabras y su entonación.
Hay
libros que rugen y libros que cuchichean. La novela de Palomas
se encuadra, sin duda, entre estos últimos para mostrarnos los
secretos y los frágiles lazos afines a cualquier familia.