No
me suelo perder los artículos que Enrique Vila-Matas
publica en El País.
Bajo el epígrafe de Café
Perec, su columna es un
lugar por donde desfilan, mayormente, libros y autores de una estirpe
egregia que despiertan mi curiosidad, los tengo en cuenta y rara vez
me decepcionan. Dentro de esta franja literaria por donde transita el
escritor barcelonés, descubrí hace algunos años los Diarios
de Iñaki Uriarte
(Nueva York, 1946), una voz asombrosa e inteligente que el autor de
El mal de Montano
elogiaba vivamente y situaba en la senda de otros grandes diaristas
como Pla, Renard
o Ribeyro.
Acabo
de leer de un tirón la nueva entrega de los Diarios
de este extraño neoyorquino de sangre vasca, que se considera
donostiarra, afincado en Bilbao y asiduo de las playas de Benidorm.
En este volumen abarca el período de 2008 al 2010, publicado, como
los que le precedieron, en la misma editorial, Pepitas de
calabaza, un sello
independiente establecido en Logroño, dirigido por Julián
Lacalle desde hace más de
quince años. Con este tercer volumen, Uriarte
cierra un ciclo de más de diez años de apuntes personales que giran
en torno a reflexiones vitales, filosóficas y literarias. Parece que
su propósito es seguir escribiendo estos cuadernos que le
entretienen y calman sus días pero que, como asegura en una
entrevista de El Correo
Vasco, no volverá a
publicar ningún volumen más.
Escritor
tardío, Iñaki Uriarte
comenzó a redactar estos Diarios
en 1999, a sus 52 años de edad y los terminó cuando ya contaba 64.
En esta última entrega de sus apuntes hay indicios que auguran
cuáles son las intenciones del autor sobre el hecho de continuar
publicando más de lo mismo en distintos momentos del libro: Yo
estoy seguro de que ahora escribo menos páginas en estos archivos
porque tengo galería
(pág. 9)... Llevo diez
años con este diario. Hay días en que pienso que podría dejarlo,
pero creo que se ha convertido en una adicción
(pág. 47). En cualquier caso, Uriarte
seguirá entrando en sus archivos de forma habitual, porque como dice
al final del libro, él se va más contento a la cama si ha apuntado
en cualquier sitio cosas suyas.
El
tercer libro no es mejor que sus anteriores, eso habría roto el
hechizo. Es igual a los otros, sobresaliente, como ellos, con el
mismo tono, pero distintas reflexiones en años diferentes. En este
volumen, Uriarte se
afana en los temas de sus obras precedentes y el lector se siente
continuador de las historias de su gato Borges,
de más citas de su admirado Montaigne,
de reflexiones en los veranos de Benidorm y de su vuelta a releer a
los clásicos. Pero lo más significativo de este formidable diarista
es que posee una escritura alejada de hojarasca y retahila, que se
divierte con citas escogidas y certeras de autores que respeta:
Cioran, Borges,
Pascal, Sánchez
Ferlosio, Kafka,
además del más grande, el autor de Los ensayos,
su preferido. En los Diarios
de Iñaki Uriarte,
muchas de sus entradas tienen simientes metafísicas, pero sin
enredos especulativos. En otras, hay mucho canto a la libertad, a la
ociosidad, a la vida, sin arrugarse, sabedor de que: Al
escribir un diario ya es una hazaña salir vivo de él
(pág. 60). El resultado de estos apuntes es que conforman una obra
fragmentaria amena y profunda, repleta de citas y anécdotas, rica en
aforismos y con mucha ironía concisa; un texto que transmite el modo
de ser elegante y liberal de su autor, un hombre que trata de huir de
lo trascendental, sobre todo si se refiere al valor sagrado del
trabajo.
Los
Diarios de
Uriarte, en sus tres
volúmenes, resultan un conjunto de textos extraordinarios, escritos
en una prosa pulida y depurada, una obra llena de talento y sutileza
que relaja e invita una y otra vez a nuevas lecturas.
En
suma, estos archivos de Iñaki Uriarte,
como a él le gusta llamarlos, son un monólogo insubordinado e
imprescindible para todo lector amante de los diarios y para aquellos
otros que busquen recogimiento y sabiduría.
No hay comentarios:
Publicar un comentario