viernes, 8 de abril de 2016

Cuántica literaria

La lectura, decía Ezra Pound, es un arte de la réplica. Ricardo Piglia nos lo recuerda en el prólogo de su interesante libro El último lector (2005). Ocurre a veces que los lectores vivimos en un mundo paralelo e imaginamos que ese universo se acostumbra a entrar en nuestra propia realidad. Sin embargo –nos advierte el escritor argentino– hay que saber leer entre líneas para encontrar el camino. Lo que podemos imaginar siempre existe, en otra escala, en otro tiempo, nítido y lejano, igual que en un sueño.

El último libro de relatos de Ángel Zapata (Madrid, 1961) viene a trasladar al lector esa chispa reinterpretativa en la que el lenguaje narrativo propone una lectura sintética y perspicaz, necesaria para colmar lo escrito. El libro Materia oscura (Páginas de Espuma, 2015) es un artefacto complejo en el que abunda las imágenes, la luz del pensamiento y una apariencia de física cuántica orbitando sobre un compendio de brevedades narrativas por donde discurren hipótesis existenciales e insólitas desvanescencias microscópicas que su autor ampara, bajo unos relatos conceptuales, para complicar al lector, poniéndole en un brete a la hora de descifrar el mensaje narrativo, aforístico o filosófico que dichos relatos llevan implícitos. Son textos ávidos de libertad y requieren de una sagacidad sutil interpretativa, debido a ese halo surrealista que exhiben sus piezas. Todo esto da pie a lo que el propio autor anuncia al lector cauto en la cita inicial a cargo de Paul Válery: En el lenguaje auténtico, la palabra tiene una función que consiste no en representar, sino en destruir...

Sin embargo, estas microficciones continúan por la senda explícita concebida por un autor de lenguaje nítido y sencillo al que le preocupa mayormente utilizarlo como instrumento revelador, sin tener por que ser hermético. Igual que no le interesan los finales sorpresivos y cerrados. Para Zapata, lo mismo que para Piglia, la clave está en la historia secreta del cuento y eso que no se ve mantendrá la tensión narrativa sin alcanzar nunca una resolución. Al autor lo que le importa es que el relato fuerce al lector a que despierte e indague. El cuento, además, ha de ir en la dirección azarosa de la propia vida de no parecerse a lo predecible. No se trata tanto de escribir una historia, como ya apuntó en el epílogo de Las buenas intenciones (2001) –qué gran libro de relatos– sino cómo inscribir aquello que la interrumpe.

En las cuarenta y tres epifanías de la obra, hay cuentos que vindican otras interpretaciones a los textos bíblicos, otros transcurren por el hálito de lo inesperado. Hay torbellinos de usura, casualidades y causalidades del destino. Muchos otros transcurren entre la Vía Láctea y los laboratorios de las universidades. No faltan evocaciones irónicas a la muerte y a los confines de la naturaleza del hombre. En todos hay una conversación interior que acapara un misterio, sin olvidarse del humor, pues para un escritor de la estirpe de Zapata, el humor nace y se proyecta desde una conciencia en rebeldía, en desafío y en ruptura, cualquier cosa puede pasar y puede activarlo.

En Materia oscura encontramos un universo desafiante, pleno de energía, creado mediante conceptos e imágenes de un absoluto libre albedrío narrativo, casi en ruptura con el mismo, escrito por un narrador que no se considera en la órbita del surrealismo, sino que, como él mismo ha apostillado en una de sus entrevistas, un surrealista que escribe.

Sobre el trasfondo de Materia oscura, un término científico que determina a una substancia indetectable por medios científicos y que solo puede detectarse a posteriori por sus efectos gravitatorios, gira toda una conmoción crítica y social. Por analogía, los microrrelatos de Zapata andan habilitados por un mismo elemento afín, extraño y múltiple que propone cierta diversidad para interpretar la realidad misma por medio del deseo, como pulsión humana insaciable.

Este es un libro al que se suma un estado de sensibilidad de aparente sinsentido. El lector que se apresure a experimentar desde el laboratorio por donde transita este material narrativo, no podrá evitar sus efectos radiactivos al comprobar, por más que lo que cuenta o vislumbra pueda tener bifurcaciones extremas de significados, las dudas e incertidumbres de los estados de ánimo narrados que han de darle mucho que pensar.


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