La
lectura, decía Ezra Pound,
es un arte de la réplica. Ricardo Piglia
nos lo recuerda en el prólogo de su interesante libro El
último lector (2005).
Ocurre a veces que los lectores vivimos en un mundo paralelo e
imaginamos que ese universo se acostumbra a entrar en nuestra propia realidad.
Sin embargo –nos advierte el escritor argentino– hay que saber
leer entre líneas para encontrar el camino. Lo que podemos imaginar
siempre existe, en otra escala, en otro tiempo, nítido y lejano,
igual que en un sueño.
El
último libro de relatos de Ángel Zapata
(Madrid, 1961) viene a trasladar al lector esa chispa
reinterpretativa en la que el lenguaje narrativo propone una lectura
sintética y perspicaz, necesaria para colmar lo escrito. El libro
Materia oscura
(Páginas de Espuma, 2015) es un artefacto complejo en el que abunda
las imágenes, la luz del pensamiento y una apariencia de física
cuántica orbitando sobre un compendio de brevedades narrativas por
donde discurren hipótesis existenciales e insólitas desvanescencias
microscópicas que su autor ampara, bajo unos relatos conceptuales,
para complicar al lector, poniéndole en un brete a la hora de
descifrar el mensaje narrativo, aforístico o filosófico que dichos relatos llevan
implícitos. Son textos ávidos de libertad y requieren de una
sagacidad sutil interpretativa, debido a ese halo
surrealista que exhiben sus piezas. Todo esto da pie a lo que el
propio autor anuncia al lector cauto en la cita inicial a cargo de
Paul Válery: En
el lenguaje auténtico, la palabra tiene una función que consiste no
en representar, sino en destruir...
Sin
embargo, estas microficciones continúan por la senda explícita
concebida por un autor de lenguaje nítido y sencillo al que le
preocupa mayormente utilizarlo como instrumento revelador, sin tener por que ser
hermético. Igual que no le interesan los finales sorpresivos y
cerrados. Para Zapata,
lo mismo que para Piglia,
la clave está en la historia secreta del cuento y eso que no se ve
mantendrá la tensión narrativa sin alcanzar nunca una resolución.
Al autor lo que le importa es que el relato fuerce al lector a que
despierte e indague. El cuento, además, ha de ir en la dirección
azarosa de la propia vida de no parecerse a lo predecible. No se
trata tanto de escribir una historia, como ya apuntó en el epílogo
de Las buenas intenciones
(2001) –qué gran libro de relatos– sino cómo inscribir aquello
que la interrumpe.
En
las cuarenta y tres epifanías de la obra, hay cuentos que vindican
otras interpretaciones a los textos bíblicos, otros transcurren por
el hálito de lo inesperado. Hay torbellinos de usura, casualidades y
causalidades del destino. Muchos otros transcurren entre la Vía
Láctea y los laboratorios de las universidades. No faltan
evocaciones irónicas a la muerte y a los confines de la naturaleza
del hombre. En todos hay una conversación interior que acapara un
misterio, sin olvidarse del humor, pues para un escritor de la
estirpe de Zapata, el
humor nace y se proyecta desde una conciencia en rebeldía, en
desafío y en ruptura, cualquier cosa puede pasar y puede activarlo.
En
Materia oscura
encontramos un universo desafiante, pleno de energía, creado
mediante conceptos e imágenes de un absoluto libre albedrío
narrativo, casi en ruptura con el mismo, escrito por un narrador que
no se considera en la órbita del surrealismo, sino que, como él
mismo ha apostillado en una de sus entrevistas, un surrealista que
escribe.
Sobre
el trasfondo de Materia oscura,
un término científico que determina a una substancia indetectable
por medios científicos y que solo puede detectarse a
posteriori por sus
efectos gravitatorios, gira toda una conmoción crítica y social.
Por analogía, los microrrelatos de Zapata
andan habilitados por un mismo elemento afín, extraño y múltiple
que propone cierta diversidad para interpretar la realidad misma por
medio del deseo, como pulsión humana insaciable.
Este
es un libro al que se suma un estado de sensibilidad de aparente
sinsentido. El lector que se apresure a experimentar desde el
laboratorio por donde transita este material narrativo, no podrá
evitar sus efectos radiactivos al comprobar, por más que lo que
cuenta o vislumbra pueda tener bifurcaciones extremas de
significados, las dudas e incertidumbres de los estados de ánimo
narrados que han de darle mucho que pensar.
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