El
poeta crece y espera reintegrarse, restaurar la mirada sagrada del
origen de su obra, nos dice María Zambrano.
El poeta desea cada una de las cosas y sus matices, sin restricción,
sin abstracción ni renuncia alguna. Pero el poeta, a diferencia del
novelista, siempre anda retocando su obra. A la hora de confeccionar
un libro siempre se quedan fuera poemas que no encajan y cuyo motivo
no es otro que esa búsqueda incesante y obsesiva de la perfección.
Por eso, siempre que nos encontramos con un libro que dice recoger su
obra completa, se trata de una verdad a medias, es la punta de un
iceberg, detrás quedan muchos poemas apartados o rotos que no
pasaron por el filtro de su autoexigencia.
Pedro Sevilla
(Arcos de la Frontera, 1959) acaba de publicar en la editorial
Renacimiento su Poesía
Completa (1992-2018)
bajo el título Para cuando volvamos,
que comprende ciento treinta poemas de sus libros Septiembre
negro (1992), La
luz con el tiempo dentro
(1996), Tierra leve
(2002), Serán cenizas
(2016). También se incluyen seis poemas de Aún hay sol
en las bardas, libro
inédito y otros veintitrés que no han sido publicados en libro
hasta la fecha. Dice el poeta gaditano en el prólogo que titula
Poética
que “al primero que sorprende su propio poema es al poeta que lo
escribe y, a mí, en particular, mi poesía me ha enseñado,
descubriendo y explicando cosas de mí que yo desconocía[...] Hablar
de mí pero en lo que de común tengo con todos. Hacer colectivo lo
individual”.
Son
más de treinta años de poesía que ponen de relieve ese afán suyo
de hablar de los otros, de nosotros y de él mismo y, sobre todo,
“que hablan del tiempo que nos transita. La poesía de Pedro
Sevilla deja ver el alma
humana, su soledad, sus emociones con transparencia, cercanía y
amenidad. Por edad pertenece a la generación de poesía que se
engloba en la llamada Poesía
de la experiencia, si
bien su quehacer poético no comparte los postulados de estos, ya que
la poesía de aquellos está más vinculada a la vida de la ciudad, a
la búsqueda de un personaje que relate, mientras que la suya está
anclada a su pueblo, a su familia y a sus recuerdos mirados desde
dentro. Cuida del verso, en el que predomina el endecasílabo, y
rehúye la frialdad. Sus poemas respiran la vida cotidiana, las tareas de
la gente del campo, sus inquietudes sociales y el compromiso moral de
sus sueños.
Por
lo dicho podría interpretarse que estamos ante un poeta rural o que
su poesía está entroncada en la poesía social, nada más alejado
de esta consideración: sus poemas están llenos de la verdad más
profunda del ser humano que se solidariza con el mundo que le rodea,
que asume sus responsabilidades dentro del mismo, que recuerda y hace
presente la ternura que otros le dispensaron y que él, ahora, devuelve
en cada verso. Sin importarle que su poesía crezca de la tierra, del
campo, no tanto como tema sino como labranza y semilla: no
tengo más recurso que acudir al poema/ y defenderme/ con las armas
que tengo.
Hay
en su obra la huella de los clásicos, Horacio,
Fray Luis de León,
de Machado, Cernuda
y, también de contemporáneos suyos, como Francisco
Bejarano, José
Mateos, y de su paisano Julio
Mariscal, que pone título a
uno de sus poemas. Interpreta lo que significa la poesía para él como modo de ser y de estar en el mundo,
tratando de inventar lo cierto que hay en el cotidiano sucederse de
los días.
La
obra de Pedro Sevilla
está marcada por ese clasicismo que tanto pregonaron los poetas que
alababan la aldea. Decía Goethe
que “el que quiera comprender al poeta deberá ir a la tierra del
poeta”. Lo que nuestro poeta nos va a mostrar no es un mundo
bucólico de felicidad huera y sin nombre, sino que su empeño está
más en salvar del olvido biografías, etapas y sueños vividos,
cuestionar la condición de hombre encadenado a la tierra y compartir
el gozo de vivir como un grito sincero y honesto de quien se atreve a
hacerlo con sentimiento y puro testimonio de dignidad.
En
Para cuando volvamos
se encuentra toda su trayectoria poética donde coincide lo indecible
del poeta con lo decible de sus versos, todo su bagaje por la vida:
infancia y juventud, el amor, la muerte, la edad tardía y muchos
secretos hablados de todo lo que tiene de valor la poesía, como así
queda dicho en estos dos versos suyos: Crearás
un fantasma, el fantasma que eres. / Pero, eso sí, un fantasma
cargado de moral.
Sus
poemas poseen el sonido del hombre que pasea los domingos por las
calles empedradas de su pueblo, que entra en una taberna y, ante un
vaso de vino, comparte sus confidencias con sus amigos y, al volver a
la calle, huele a pan recién salido del horno. La verdad más honda,
dicha con las palabras más sencillas, ahí reside el quehacer
poético de Pedro
Sevilla,
un sino bien preservado por el poeta para que nos entendamos a gusto
con él.
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