lunes, 18 de febrero de 2019

Con las armas que tengo


El poeta crece y espera reintegrarse, restaurar la mirada sagrada del origen de su obra, nos dice María Zambrano. El poeta desea cada una de las cosas y sus matices, sin restricción, sin abstracción ni renuncia alguna. Pero el poeta, a diferencia del novelista, siempre anda retocando su obra. A la hora de confeccionar un libro siempre se quedan fuera poemas que no encajan y cuyo motivo no es otro que esa búsqueda incesante y obsesiva de la perfección. Por eso, siempre que nos encontramos con un libro que dice recoger su obra completa, se trata de una verdad a medias, es la punta de un iceberg, detrás quedan muchos poemas apartados o rotos que no pasaron por el filtro de su autoexigencia.

Pedro Sevilla (Arcos de la Frontera, 1959) acaba de publicar en la editorial Renacimiento su Poesía Completa (1992-2018) bajo el título Para cuando volvamos, que comprende ciento treinta poemas de sus libros Septiembre negro (1992), La luz con el tiempo dentro (1996), Tierra leve (2002), Serán cenizas (2016). También se incluyen seis poemas de Aún hay sol en las bardas, libro inédito y otros veintitrés que no han sido publicados en libro hasta la fecha. Dice el poeta gaditano en el prólogo que titula Poética que “al primero que sorprende su propio poema es al poeta que lo escribe y, a mí, en particular, mi poesía me ha enseñado, descubriendo y explicando cosas de mí que yo desconocía[...] Hablar de mí pero en lo que de común tengo con todos. Hacer colectivo lo individual”.

Son más de treinta años de poesía que ponen de relieve ese afán suyo de hablar de los otros, de nosotros y de él mismo y, sobre todo, “que hablan del tiempo que nos transita. La poesía de Pedro Sevilla deja ver el alma humana, su soledad, sus emociones con transparencia, cercanía y amenidad. Por edad pertenece a la generación de poesía que se engloba en la llamada Poesía de la experiencia, si bien su quehacer poético no comparte los postulados de estos, ya que la poesía de aquellos está más vinculada a la vida de la ciudad, a la búsqueda de un personaje que relate, mientras que la suya está anclada a su pueblo, a su familia y a sus recuerdos mirados desde dentro. Cuida del verso, en el que predomina el endecasílabo, y rehúye la frialdad. Sus poemas respiran la vida cotidiana, las tareas de la gente del campo, sus inquietudes sociales y el compromiso moral de sus sueños.

Por lo dicho podría interpretarse que estamos ante un poeta rural o que su poesía está entroncada en la poesía social, nada más alejado de esta consideración: sus poemas están llenos de la verdad más profunda del ser humano que se solidariza con el mundo que le rodea, que asume sus responsabilidades dentro del mismo, que recuerda y hace presente la ternura que otros le dispensaron y que él, ahora, devuelve en cada verso. Sin importarle que su poesía crezca de la tierra, del campo, no tanto como tema sino como labranza y semilla: no tengo más recurso que acudir al poema/ y defenderme/ con las armas que tengo.

Hay en su obra la huella de los clásicos, Horacio, Fray Luis de León, de Machado, Cernuda y, también de contemporáneos suyos, como Francisco Bejarano, José Mateos, y de su paisano Julio Mariscal, que pone título a uno de sus poemas. Interpreta lo que significa la poesía para él como modo de ser y de estar en el mundo, tratando de inventar lo cierto que hay en el cotidiano sucederse de los días.

La obra de Pedro Sevilla está marcada por ese clasicismo que tanto pregonaron los poetas que alababan la aldea. Decía Goethe que “el que quiera comprender al poeta deberá ir a la tierra del poeta”. Lo que nuestro poeta nos va a mostrar no es un mundo bucólico de felicidad huera y sin nombre, sino que su empeño está más en salvar del olvido biografías, etapas y sueños vividos, cuestionar la condición de hombre encadenado a la tierra y compartir el gozo de vivir como un grito sincero y honesto de quien se atreve a hacerlo con sentimiento y puro testimonio de dignidad.

En Para cuando volvamos se encuentra toda su trayectoria poética donde coincide lo indecible del poeta con lo decible de sus versos, todo su bagaje por la vida: infancia y juventud, el amor, la muerte, la edad tardía y muchos secretos hablados de todo lo que tiene de valor la poesía, como así queda dicho en estos dos versos suyos: Crearás un fantasma, el fantasma que eres. / Pero, eso sí, un fantasma cargado de moral.

Sus poemas poseen el sonido del hombre que pasea los domingos por las calles empedradas de su pueblo, que entra en una taberna y, ante un vaso de vino, comparte sus confidencias con sus amigos y, al volver a la calle, huele a pan recién salido del horno. La verdad más honda, dicha con las palabras más sencillas, ahí reside el quehacer poético de Pedro Sevilla, un sino bien preservado por el poeta para que nos entendamos a gusto con él.

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