domingo, 1 de diciembre de 2019

Testimonio vital


No me considero un gran escritor. En Italia se tiene la ambición de levantar catedrales; a mí, en cambio, me gusta construir iglesias rurales pequeñitas y sobrias. Y con eso me basta. He escrito mucho: cuando cumplí noventa y un años, celebramos mi centésimo libro. Créeme, no hay una sola página que no haya escrito con absoluta sinceridad, movido por el único deseo de contar historias. Más que escritor, creo que soy cuentacuentos, es decir, una persona que extrae del placer de la narración todas sus posibilidades de expresión”.

Nada le impide a un autor de alma combativa, experimentada y curtida en tantas contiendas personales y colectivas en las que ha sabido salir airoso, mostrarse así de esta manera, sin ambages, sin alharacas, tal como es, y máxime cuando la destinataria de esta confesión no es otra que su pequeña biznieta de cuatro años a la que quiere dejar por escrito su testimonio vital, su verdad vivida en poco más de un centenar de páginas en las que concentrar no solo su intensa trayectoria profesional, sino los episodios más significativos que su memoria guarda de su largos años de vida y lucha.

En el vértice de todo lo que Andrea Camilleri (Porto Empedocle, Sicilia, 1925 – Roma, 2019) quiere transmitir en Háblame de ti. Carta a Matilda (Salamandra, 2019) hay una decisión moral y “una necesidad imperiosa” de hacerlo por escrito a modo de legado. No quiere que los demás le digan a su biznieta, cuando esta sea mayor, cómo era su bisabuelo. Por eso escribe esta emotiva carta para ella, para dejarle un vívido retrato suyo que resuma lo que dio de sí su larga vida entregada a la escritura, sus convicciones políticas, su manera de saber o creer saber sobre sí mismo, los demás y el resto de lo que la vida le deparó.

Un escritor, y mucho más un escritor de novelas como él, es ante todo un ser humano que ha corrido ese riesgo que transita entre las vidas de ficción que ha concebido y la suya propia, con muchas perplejidades y dudas, incluso, sobre la consideración imaginaria o real del territorio que pisa. En este sentido, considera que la mayoría de las veces esa complejidad de acotar el propio mundo es clave en la literatura: contar algo es más difícil que decirlo todo. Camilleri, con el pretexto de hablar de sí mismo, esboza su visión del mundo. Nos cuenta, con el alma puesta en hacerse entender y desde la perspectiva crepuscular de sus años, cómo el triángulo formado por su compromiso político, su dedicación al teatro y su vocación literaria le dieron suficientes ganas de vivir y soporte para ejercer su libertad creativa y desarrollo personal.

Le dice a Matilda que tuvo la suerte de descubrir muy joven los ensayos de Montaigne, un hallazgo fundamental para entender mucho su propia vida. Le dice que tenga muy en cuenta que “a vivir la vida se aprende con la práctica”. Por eso arranca su carta partiendo de la realidad del momento presente: “El mundo ya no tiene el mismo aspecto que en mi juventud y mi madurez. Han contribuido a ello los cambios políticos, económicos, civiles y sociales, los descubrimientos científicos, el empleo de la tecnología más avanzada, las grandes migraciones de masas de un continente a otro o el relativo fracaso de nuestro sueño de una Unión Europea”. Y a partir de aquí se centra en destacar los años de su niñez y juventud, dos etapas que tuvieron un escenario político dramático que fue agravándose en apenas unos años. Abandonó el fascismo de su infancia y abrazó al poco tiempo las ideas comunistas. En Roma se afanó en una entusiasta actividad como profesor y director teatral que se prolongó durante más de veinte años, hasta que, en 1994, casi con setenta años, descubrió que escribir novelas se convertiría en una apasionante y fructífera aventura que ya no abandonaría hasta sus últimos días.

En el recorrido por cada una de las etapas de su vida persiste en la entrega y entusiasmo por el trabajo, su fuente de alegría. Y en esa idea de vivir con intensidad su desempeño, sin olvidarse de sus orígenes, Camilleri se despide de su pequeña con el sentido propósito de añadirle algo más a la vida para darle sentido: “siempre debemos tener una idea –puedes llamarla también un ideal– y aferrarnos a ella con firmeza, pero sin sectarismo, escuchando siempre a quienes sostienen otras convicciones, defendiendo nuestras razones con determinación, explicándolas una y otra vez, e incluso, por qué no, llegando a cambiar de idea”.

Con una escritura tersa, esencial, casi elemental y nítida, Camilleri da vida a la partitura de esta emocionante carta. Su habilidad queda probada por esa manera de llamar a las cosas por su nombre, de plantarse ante sí mismo y hacer un recuento de su vida para poner de relieve la magia que posee la literatura, en cualquiera de sus vertientes, para que la memoria se convierta en un relato próspero y luminoso donde contar los hitos importantes de la vida de un hombre.

No siempre es fácil recibir una gran herencia, ni material ni, en particular, espiritual. Camilleri se empeña en entregar su legado moral, quizá a toda la generación nacida en este siglo, desde su bagaje cultural y filosofía de vida contestataria, tan propia del carácter siciliano, añadiendo una encendida voluntad ética y estética con las que reivindicar la plenitud y el significado de vivir.

Háblame de ti es, por todo ello, un relato admirable, un libro inteligente, emotivo y, en cierto modo, didáctico que pone de relieve que la ilusión del ser humano posee un significado indestructible.


1 comentario:

  1. Excelente reseña, gracias por compartir!
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    https://quasartechsciencie.blogspot.com/2017/06/jorge-l-borges-y-la-indagacion-de-la.html

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