Mi
tío, El Requeté, que vivía con nosotros a finales de los años
cincuenta, en el número ocho de la calle Palma, nos contagió
de tuberculosis a los dos pequeños de la casa. Si no hubiera sido
por las vacunas y las atenciones médicas recibidas por parte de Don
Ramón Alcalá, el médico de mi familia, quizás mi hermanita y yo
hubiéramos tenido un destino trágico. De modo que por aquel
entonces la frecuencia de tantas visitas de los médicos los convirtieron
en seres familiares, cercanos, capaces de aliviar con su sola
presencia los males que nos aquejaban. La deuda que tengo con estos
médicos de antaño son de admiración, respeto y agradecimiento. Hay
libros publicados que glosan estas extraordinarias figuras.
He
terminado la feliz lectura de Un hombre afortunado, la vida
cotidiana de un médico rural inglés, de John Berger (Londres,
1926), publicado en Alfaguara. Un libro hermoso, que cuenta
las tareas propias de un médico rural en una comunidad inglesa allá
por el año 1967. Se trata del doctor John Sassall, un hombre
sesudo y apasionado de su profesión. Berger va anotando en su
cuaderno los comentarios y diálogos que se suceden con cada visita
que el doctor va realizando a sus pacientes por toda la comarca. Es
una narración reflexiva, acompañada de emotivas fotografías en
blanco y negro que su compañero de viaje, Jean Mohr, va
tomando del paisaje y de los rostros de Sassall y sus
enfermos.
El
escritor inglés se adentra en las tareas del médico con sus
pacientes para plasmarnos los gestos, conversaciones y anécdotas del
hombre entregado en cuerpo y alma a curarles. Berger dibuja
cuidadosamente el retrato de John Sassall a través de su rica
personalidad al cuidado de la salud de la comunidad. El dolor ajeno
es tratado con alivio por el doctor, no solo con su pericia, sino con
el bálsamo del diálogo entre médico y paciente. Para él no existe
otro slogan que: “Curar a los otros para curarse a sí mismo”.
En
su epílogo, fechado en 1999, Berger revela que no podía
imaginar que un médico tan vitalista quince años después se
suicidara: “Su muerte ha cambiado la historia de su vida. La ha
hecho más interesante.”
Un libro testimonial que merece la pena leerse. Es un texto que conmueve
e instruye y que a mí me ha devuelto la memoria de mi infancia,
especialmente, el recuerdo de aquellos momentos vividos bajo el cuidado de los médicos.
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