viernes, 7 de julio de 2023

La vida que atesora la casa


Visto del lado del lector, podemos considerar la lectura como un acto creativo de interpretación y reinterpretación del mensaje del autor del libro. De hecho, muchas de las obras literarias más celebradas de la historia contienen, precisamente, una sorprendente variedad de matices significativos que varían según el lector. Una obra, sea del género que sea, rara vez admite una única interpretación. Cada uno la aborda desde su perspectiva personal, que supone un compendio de sus habilidades, sus conocimientos, su bagaje, su cultura, sus prejuicios, sus contradicciones o sus expectativas.

No cabe duda de que el regusto emocional es un factor determinante a la hora de valorar una obra. Diría que trasciende a las preferencias personales por el mero hecho de ser transmisor de cultura, de acercamiento a la realidad, a la ligereza de lo cotidiano. Por tanto, la impresión, es decir, la impronta y las emociones que nos deja el texto en la memoria es lo que en verdad cuenta. Precisamente las impresiones que el lector va a encontrar en Arquitectura de las pequeñas cosas (Páginas de espuma, 2023), de Santiago de Molina, obra ganadora del XIV Premio Málaga de Ensayo, no están exentas de perplejidades, historias, lecturas y conexiones con la importancia de lo doméstico para la construcción de la vida diaria. Aquí la arquitectura cotidiana de la casa, el hábitat más genuino e inmediato del ser humano, se expone para ser examinada como centro de vida, como núcleo por el que trasciende la esencia individual que, a su vez, nos convierte en individuos sociales.

La vida que atesora la casa en sus estancias y rincones, en sus paredes y techos, en sus ventanas y puertas, conforman un modus vivendi, una dependencia en la que participa la arquitectura del día a día. Lo deja dicho el autor en el prólogo del libro con dos preguntas que apuntan al ámbito del hogar como medida de lo humano: “¿Por qué hay que preguntarse cada minuto por los principios en los que se funda lo más preciado de la arquitectura, cuando cualquiera de nuestras casas, por vulgar que sea, los ejemplifica?¿Qué puede enseñarnos la casa y sus habitaciones?” Acaba en una afirmación decorosa y natural que evidencia el saber que en la casa de todos los días reside nuestra identidad como sujetos: “Lo que sucede en el interior del propio dormitorio repercute increíblemente en su exterior y en el resto de los ciudadanos”.

De Molina invita al lector a un recorrido por la historia en su reducto de la arquitectura doméstica, de la casa engarzada en la ciudad, para prestar atención a lo cotidiano como cauce de relación entre el individuo y su espacio a través del tiempo, porque es ahí donde se da la proporción justa de la experiencia. Nos viene a decir que la óptica de lo cotidiano es una puerta abierta a la modernidad y a la vanguardia, para canalizar las expectativas de un vivir con otros aires de renovación: “¿Quién ha dicho que no haya posibilidades de encontrar nuevos y refrescantes manantiales de sensibilidad bajo lo cotidiano?” En todo ese deambular de lo cotidiano con lo vernáculo, con lo popular y simbólico cabe toda una arquitectura, una apuesta filosófica de entender y habitar un espacio. Fue Georges Perec, gran divulgador de lo cotidiano, quien se refirió con más hondura a la jerarquía de su uso con esta interpelación: “Lo que ocurre cada día y vuelve cada día, lo trivial, lo cotidiano, lo evidente, lo común, lo ordinario, lo infraordinario, el ruido de fondo, lo habitual, ¿cómo interrogarlo, cómo describirlo?”

Posiblemente, para el propio Santiago De Molina este requerimiento del escritor francés aquilate esa interrelación entre arquitectura y habitabilidad, como reto de suma importancia para compaginar el discurrir diario del hogar. El libro es, por todo ello, un exhaustivo análisis de los cambios históricos surgidos en la modernidad desde el origen de las casas hasta nuestros días. Y, también, de cómo nuestros hogares nos han ido conformando como humanos, convertidos en archivos vivos de las diferentes épocas que el ser humano ha establecido como modelo. Frente al imperativo del tiempo, tan excepcional con lo nuevo, el autor expone cómo la experiencia de lo cotidiano impone tendencias que la arquitectura incorpora en el espacio de la casa.

Arquitectura de las pequeñas cosas es un libro de lectura ágil, estructurado en diez capítulos que propugnan una poética interesada en el sentido de revitalizar y redefinir los espacios del hogar: la habitación íntima, la pared, los suelos y los techos, el ornamento, las puertas, con sus habitáculos y rincones. Cada uno de ellos promueve la idea del libro: el disfrute de lo cotidiano, la necesidad de encontrar el refugio acogedor que nos permita escapar de la intemperie y el rumor público. La casa, siendo un tema recurrente para la arquitectura, parece un asunto aún inconcluso. Y lo es, como se deduce en este ensayo, porque las necesidades de sus moradores cambian y, poco a poco, al cabo del tiempo, modifican el uso de sus espacios.


En resumen, Arquitectura de las pequeñas cosas es un ensayo perspicaz y curioso para llegar a la conclusión de que habitar el mundo es escuchar también el rumor del tiempo, aprendiendo a interpretarlo desde el contexto del hogar, del retiro y la soledad que otorga su estancia. Dicho de otro modo, lo que se dirime en este interesante texto no es más que una exaltación de lo cotidiano, cuya sede primordial es nuestra casa, que no es algo meramente arquitectónico, sino que se corresponde con la mejor forma de establecernos como sujetos independientes.


No hay comentarios:

Publicar un comentario