No
es fácil hablar de Antonio Machado
sin hablar de nosotros mismos. A Machado
muchos lo entendemos como un poeta de vida. Reconocemos sus versos
aunque los leyéramos hace décadas, en el colegio, en el instituto o
después más tarde, en nuestro hogar. Hemos leído al poeta porque
era lectura obligada entonces, aunque después, de manera espontánea,
nos hemos obligado a leerlo para nosotros mismos, buscando unas
respuestas que necesitábamos. Y cada vez que hemos acudido a sus
páginas, hemos sentido su presencia seria, ensimismada y elocuente,
tan cerca de nosotros que notamos que el poeta jamás se ausenta de
sus poemas y, aún menos, del lector al que interpela constantemente.
En
una de las entradas de sus diarios, el narrador, poeta y ensayista
Juan Malpartida
(Málaga, 1956) sostiene, acudiendo al abrigo del poeta sevillano,
que “la literatura es algo que va de mano en mano, un manoseo de lo
uno por lo otro. Es cierto que toda literatura es un testimonio de la
vida, lo que quiere decir que es un testigo que se pasa a otro […],
un ir de lo uno a lo otro, como Antonio Machado
supo ver con tanta lucidez”. Tal vez Machado
siempre tuvo ese saber interior de sentirse un ser cósmico, además
de humano, que nunca deja de estar presente en toda su obra. De ahí
que Juan de Mairena
y su maestro Abel Martín,
sus otros alter ego, signifiquen una suerte de personajes filosóficos
en ese comprender de la vida, entre el pensamiento analítico y
literario que inciden en la forma que el poeta tiende a descifrarnos
su manera de entrever el mundo. Machado
cuando filosofa acaba creando poesía desde ese discurrir que le
otorga la palabra. Y no solo eso, sino que cada poema suyo tiene su
propia metafísica.
En
Antonio Machado. Vida y pensamiento de un poeta
(Fórcola, 2018), Malpartida
retorna al llamado del autor de Soledades y
Campos de Castilla
no solo para rendirle un tributo de admiración, sino como una
tentativa ensayística que aúne su vida y su obra pensada desde el
lado filosófico y metafísico que el poeta siempre incrustó en sus
versos. En esta ocasión, el lector se va a encontrar a un Machado
más allá de lo consabido, merodeando por la esencia de su
pensamiento más profundo y reflexivo, volcado en buscar argumentos y
respuestas al ser que fluye en el discurrir del tiempo, al hombre que
indaga en ese saber de sentirse un hombre universal y no solo íntimo.
Las
obsesiones y preocupaciones del poeta fluirán por estas páginas, y,
para los que lo hemos leído con devoción y entusiasmo, Juan
Malpartida nos reserva un nuevo
encuentro con ese compañero eterno con el que hemos congeniado en
muchas ocasiones, pleno de honradez, inteligencia, bondad y
sensibilidad, para seguir su estela a través de la controversia del
tiempo y la madurez del razonamiento de su lenguaje y de sus
epifanías. Las palabras sirven, en su versión más machadiana, para
entenderlas y para entendernos. Esa es la misión indiscutible de
este libro, que, en rigor, no se trata de una biografía, y que como
bien dice su autor ya existen algunas muy buenas, sino que propone un
estudio, como diría Octavio Paz,
de la esencia del tiempo en Machado:
“somos tiempo –decía el poeta mexicano– y no podemos
substraernos a su dominio. Podemos transfigurarlo, no negarlo ni
destruirlo”. De igual manera, el libro de Malpartida
incide en la otra vertiente acuciante en la vida del poeta: el amor
como respuesta, por ser tiempo y estar hecho de tiempo. Por otro
lado, a la única aspiración que aboga el libro, en palabras de su
autor, es “hacer vislumbrar a un Machado
que aún pueda inquietarnos y enseñarnos a pensar y a sentir”.
Para
Malpartida, Machado
ha sido el poeta español más cercano a la filosofía y que a su vez
más firmemente ha vivido la lírica desde ese rango metafísico. Esa
originalidad reflexiva y personal parte de su interés por Kant
y Bergson, los dos
pensadores europeos que más le influyeron, a los que habría que
añadir la amistad y admiración que el poeta mantuvo en vida con
Ortega y Unamuno.
Juan de Mairena
aconsejaba
a sus alumnos leer a Kant,
como necesidad de reconocerse dentro de sí mismo, en las emociones,
más que la importancia de estar pendientes de lo que sucede fuera de
uno mismo.
Este es un libro denso y profundo sobre la esencia vital de uno de
los poetas más importantes de nuestras letras, y pese a su brevedad,
es un texto jugoso y ávido de verdad, que invita permanentemente al
subrayado. Se puede afirmar en palabras de su biógrafo que es el
poeta más coherente de su generación cuando nos dice que “pensar
es afirmar el tú”.
Ninguna
de estas consideraciones le queda grande a este ensayo, porque
Malpartida
es inteligente sin tener que apresurarse a ello para demostrarlo, es
original sin acudir al rebuscamiento y dice cosas nuevas de la
poética de Machado,
pero haciéndolas pasar por viejas. Y ahí radica, en verdad, lo
bueno de este libro.
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