jueves, 21 de mayo de 2020

El sentido de vivir

Escribir es siempre un acto de reafirmación, una forma de expresar la diferencia frente al otro y de buscar un sentido a nuestra azarosa existencia. Dicen que la adversidad fortalece el carácter. En gran medida esto también se da en la escritura. Sobre todo, cuando la historia que se cuenta parece que toda ella se convierte en una serie de episodios que ya pertenecen al pasado, atrapada en una red de instantes como alguien que se ha perdido en un laberinto y no encuentra una salida mejor para expresarse.

La gente no se desprende de su vida a la ligera o por capricho. Decía David Hume en su brillante opúsculo sobre el suicidio publicado póstumamente: "No creo que nadie haya tirado su vida por la borda mientras valiera la pena conservarla". La vida humana, dada su brevedad, no debía ser fuente de aflicción. Nadie elige la muerte como un fin en sí misma, suelen ser otros los motivos. El suicidio, como alguien sentenció, entristece el pasado y cancela el futuro.

La obra reciente de Isabel Bono (Málaga, 1964) se enmarca en un contexto en el que está muy presente la muerte, el dolor, el vacío y el desatino por vivir o dejar de hacerlo. Su anterior libro Una casa en Bleturge (2016) narraba una historia familiar y hablaba de la muerte de un hijo, su nueva novela, Diario del asco (Tusquets, 2020) está marcada también por padres e hijos y el tema tabú del suicidio sobrevolando toda la obra. Esta es, además, una novela conformada en textos breves, a modo de entradas de diarios, en la que no faltan relaciones venenosas ni desafectos entre los personajes que actúan con un denominador común: cada uno sale siempre a desgana de su propia soledad, cada uno porta un dolor íntimo y contradictorio en su modo de hacer frente a la vida.

Mateo, el protagonista y narrador de Diario del asco, tiene cincuenta y un años cuando regresa a su casa tras la noticia del suicidio de su madre para hacer compañía a su padre. La noticia de esa muerte le ha salvado también de la suya propia, pues cuando recibió la terrible llamada andaba abatido queriendo quitarse la vida. Mateo se enfrentará otra vez a la difícil tarea de convivir con su padre, a las viejas disputas con su hermano e, incluso, comenzará una secreta y prometedora amistad con su vecina adolescente, Micaela. Ese propósito narrativo de llevar un diario viene prescrito por su psiquiatra como terapia, un ejercicio mediante el cual sobreponerse al dolor y "el asco por vivir" del que apenas se libra.

Diario del asco es una novela que presenta con precisión y sin tapujos la vida y trasiego de una familia corriente de cuatro miembros en la que uno se ha suicidado y otro está continuamente pensando en hacerlo. Con una prosa vívida y seca nos cuenta esa conexión adversa de aprensión y destino entre las inconsistentes vidas de sus protagonistas, una historia en la que parece que no hay un argumento predeterminado, sino que son una suma de sucesos traídos a la página los que rivalizan sus vínculos, como queriendo esclarecer el mundo interior de cada uno a través de la mirada del narrador y vaciarlos de dolor, de inquina, de náuseas.

Conforme vamos avanzando en su lectura se percibe un desvelamiento paulatino del terreno íntimo de los personajes que van siendo convocados. A todos ellos les corresponde un destino común trágico, como de oráculo griego. Todos van desapareciendo: la madre por una ventana, el padre, víctima de Alzheimer, el hermano se irá lejos a rehacer su vida. Pero también, Amalia, la esposa del protagonista, dura poco a su lado. Y Micaela, la chica desinhibida con la que Mateo vive una efímera relación, pone fin a su vida el mismo día en el que se convierte en mayor de edad.

En verdad, Bono viene a decirnos, a través de todas estas ausencias trágicas, que los seres que transitan por estas páginas están marcados por la tragedia, que no tienen una verdad a la que agarrarse en el tiempo, sino simplemente existen como lo hace una hoja a merced del viento. Denotan poca plenitud y mucho vacío, apenas un vislumbre crudo del drama de seguir vivo y predestinados a una fatalidad incierta, que no han sufrido por haberse equivocado, sino por no haber gozado, ni haberse atrevido a cambiar sus vidas insípidas y tristes. Se observa en todo lo que se nos va revelando que hay una terrible desproporción entre la soledad y la vida en compañía, entre la intensidad de los recuerdos, el tiempo transcurrido y la cruda realidad de un presente poco halagüeño que, finalmente, dará asomo a un ligero soplo de oxígeno más esperanzador. 
Diario del asco
despliega una escritura áspera, escueta y contenida, con tramos de intensidad poética que escarba en las costuras del alma humana. Todo transcurre en una triste concatenación de sucesos y retratos conflictivos de unos personajes que están entrelazados entre sí fuera de toda zona de confort, porque aquí lo que trasciende es la problemática existencial, esa que advierte que "La vida y el mundo no son lo mismo", por eso cada uno ha sido lo que ha podido ser, destino y fatalidad de sí mismo, y no una elección deliberada o fruto de un deseo indomable, aunque sea por momentos, de vivir otra vida y comerse el mundo. Un libro descarnado y bien escrito que dejará huella en sus lectores.




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