Gioconda
Belli (Managua, 1948) ocupa, por méritos propios, un lugar
visible en la poesía de Nicaragua, a la altura de los consagrados
poetas nacionales como Rubén Darío, Ernesto Cardenal
o Carlos Martínez Rivas. Su poesía, inmediata, única,
inconfundible, goza además del carácter revolucionario de la mujer
nicaragüense, nos seduce y nos lleva a vivirla y a sentirla como propia. Hace más de una década quedé embelesado con la
lectura de su poemario El ojo de la mujer,
un libro sutil de mirada femenina, tan sincero como
vital.
Dice
la escritora que:"la poesía tiene que ser como un puño
cerrado... el idioma es un arte, no es nada más saber que querés
decir algo, sino que tenés que convertirte en un orfebre de tu lengua
y tenés que conocerla y trabajar como un artesano trabaja la
madera". Con estos
ingredientes añadidos, la poesía de Belli
es más vitalista que racional o intelectual, llena de emotividad. Hablamos de una poeta que es activa militante de la causa feminista, que provoca con el
verso y pide explicaciones en sus poemas. Temas, como la felicidad
conyugal, la lucha diaria por mantener viva la llama de la pareja y
las contradicciones que produce el impulso de la juventud, se expande
entre los 45 poemas que aglutina este libro. En la
avanzada juventud, Gioconda
Belli, a sus sesenta años ya cumplidos, empieza a hablar de que a las mujeres se las mira menos, pero lo cuenta serenamente, con sosiego, porque el paso del
tiempo es un aliado, más que un enemigo.
Nos
entregamos a la marea de los hombres
a
sus crestas rompientes
llevándonos
y trayéndonos
sobre
el amplio oleaje de la vida […/...]
Pero
ellos
con
tifones y maremotos
dislocan
el sitial de nuestras piernas
tornados
siembran en nuestros pulmones...
(Despecho
femenino)
Su
poesía revela el asombro, el gozo y la frescura de lo vivido y
expresado por primera vez. Representa una nueva conciencia gozosa de
ser mujer, y no solo de serlo, sino también de saber cómo y en qué
lo es y, sobre todo, por su misma condición de poeta, el gozo de
anunciarlo.
En
la noche profunda
el
ojo de mi vientre te mira con lujuria
Mujer
que soy
mujer
que me he hecho yo misma
martillándome
la carne
esculpiéndome
como si en vez de sangre
fuera
mármol lo que corriera por mis venas
Yo
mujer con las letras bien puestas
desnuda
y vulnerable
sin
afeites, ni ritos
sin
tacones, sin ningún artificio
limpia
y brillante
como
un pedazo de luna o de marea
pongo
en mis pupilas la densa miel
que
mis poros cosechan
y
te llamo quietamente
no
dejes de adivinarme.
(Telepatía)
Lo
distintivo de Belli
es que su poesía es, simplemente, una expresión de su vida vivida tal
como ella la vive. Un juego constante de tiempo y eternidad, porque
lo que eterniza, como en este poema, es precisamente su tiempo. Leer
su poesía resulta, por eso, una manera de contemplar y, hasta quizás, de participar en algunos momentos de su vida. Al lector le
transmite una sensación de apaciguamiento y de gozo colmado.
Nos encontramos ante una
poesía hondamente fresca, inmediata, genuina e inconfundible, llena
de amor y erotismo. En la
avanzada juventud, Gioconda Belli explora el paso del
tiempo, pero con optimismo y serenidad, con el orgullo de ser mujer,
con la maestría del verso seductor que conquista. Una antología
gozosa de vida en la estela del tiempo y la memoria.
No hay comentarios:
Publicar un comentario