Hace
unos días, mi amigo Jesús Marchamalo hizo una incursión
fotográfica en Facebook sobre uno de sus libros escritos hace
unos años. Al parecer, la editorial le había remitido algunos
ejemplares de Las bibliotecas perdidas y ese hecho fue
suficiente para evocarlo con nostalgia y satisfacción. Me uní al
coro de sus seguidores y le di un like a la noticia.
Acabo
de releer con gratificación renovada Las bibliotecas perdidas
(Editorial Renacimiento), un libro-placebo para letraheridos.
Todo un compendio de artículos seleccionados, que Jesús
Marchamalo (Madrid, 1960), reunió de lo anteriormente publicado,
entre el período transcurrido de 2001 a 2008, en el suplemento cultural de ABC.
Un texto divertido y ameno a más no poder, y repleto de sorpresas y
curiosidades. Toda una trastienda de libros en donde Marchamalo,
un obsesivo lector, rastrea, para diversión del lector, en el lado
menos conocido de algunos escritores universales: sus manías, rencillas y
adicciones.
El
libro desvela anécdotas y peculiaridades de autores como un
breviario de momentos estelares y secretos, donde descubrimos
instantes estrafalarios y obsesivos de los mismos. Las bibliotecas perdidas es un homenaje
total a la Literatura, que se lee con soltura, que está muy bien enlazado, a
modo de ¿sabías que...? Un juego apasionante de búsquedas e
interrogantes sobre las vidas de estos seres únicos e irrepetibles,
que son los grandes escritores, para nuestro deleite. En
este texto encontraremos excentricidades, manías, peleas, secretos y demás peripecias de los autores mostrados. También nos habla de sus parejas:
Simone de Beauvoir y Sartre, Zenobia y Juan
Ramón Jiménez, Zelda y Scott Fitzgerald, o sobre
la relación de la escritura con el tabaco, las relaciones tensas
entre editores y escritores, sin olvidarse de las peleas y riñas
callejeras entre ellos que degeneraron en odios eternos.
Si
hay algo que destaca por encima de todo en Marchamalo es que
habla de lo que más le apasiona, de los libros, y lo hace de manera
adictiva, porque lo siente vívidamente. Ninguno de los capítulos de
Las bibliotecas perdidas tiene desperdicio, todos
brindan destellos personales de los mejores autores literarios. En todos
encontraremos material biográfico tan sugestivo como singular de sus vidas. Jesús
Marchamalo ha seleccionado muy bien sus reportajes y citas con
acertados títulos. Así, por ejemplo, se despacha: Cartas
marcadas, el secreter de la correspondencia entre escritores,
Muertos y lustres, páginas de obituarios de celebridades
literarias que testimonian al no menos célebre desaparecido. En El
humo de las musas, se explaya en la constancia del tabaco en los
escritores, como Onetti, Camus, Cabrera Infante,
Chesterton o Marsé.
Las bibliotecas perdidas es un divertimento
literario muy bien contado en 25 capítulos sabrosos de lectura agradable, salpicado de anécdotas jugosas que acaban en la recámara de nuestra memoria como fuente
de esas historias privadas que tanto nos gustan a los lectores
curiosos y que son la trastienda literaria de las celebridades.
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