Cuando
atrapé entre mis manos el libro de Leila Guerriero (Junín,
1967), Una historia sencilla, publicado por Anagrama,
supe nada más leer las primeras frases que, aquella crónica anunciada
en el arranque de la novela, me iba a enganchar: por lo particular de
un concurso nacional de baile y por lo recóndito de la competición,
allá en las entrañas de un pequeño pueblo argentino de seis mil
habitantes, Laborde. Tengo motivos personales para sentirme atrapado
por estas historias y se justifican porque conozco muy de cerca los
entresijos de competir en un escenario. Una experiencia imborrable,
sobre todo, si se trata de la vida artística de tu propio hijo.
Yo,
nada sabía de la existencia de una danza gaucha denominada
malambo. Así que nada más iniciar la lectura no pude contenerme y
me precipité al Youtube buscando algún vídeo sobre este baile. La
sorpresa fue mayúscula: se trata de un baile viril, elegante y de un ritmo in
crescendo excitante. Después de disfrutar de algunas de estas
grabaciones, regresé a la historia con más ahínco e interés.
Hace
unos años, Leila Guerriero quiso acercarse a Laborde para
entender por qué esos hombres, nacidos en el seno de familias
humildes, exponen su tiempo y dinero entrenándose durante años para
alcanzar la gloria, conscientes de que esa cúspide, a su vez, se
convertirá en el fin de sus carreras. Leila quería captar
con sus cinco sentidos los secretos del festival, pero una de las
noches que ve actuar a uno de los bailarines queda asombrada y decide
que la historia que va a contar sea también la historia de ese
hombre, Rodolfo González Alcántara. Guerriero logra con Una
historia sencilla entusiasmarnos en esta crónica y nos
ofrece un documental literario sobre el campeonato nacional de
malambo, tan lleno de emociones, que no solo son vividas por sus
protagonistas, sino especialmente por los familiares de los
concursantes y los encendidos aficionados que acuden al certamen cada
año desde todos los puntos y regiones del país. Leila nos
descubre con su pluma mágica de cronista el secreto del malambo,
después nos muestra a los artífices del secreto para desvelarnos
que lo mejor de ese secreto es la posibilidad de alcanzarlo.
Una
historia sencilla es la épica de un hombre común ambientada
en el corazón de la pampa argentina, donde la tradición, el
folclore, el paisaje y paisanaje caminan altivos por sus entrañas,
que tendrá que luchar como un atleta, hasta la extenuación, para
poder alcanzar la batalla final: un zapateado de cinco minutos que le
lleve a la gloria. Todo lo que cuenta este reportaje narrativo sucede
durante una semana, en una competición durísima y exigente que
premiará al mejor bailador de malambo del año. Podemos percibir las
palpitaciones de los protagonistas porque Guerriero nos
conduce entre el gentío del festival, en un acercamiento tan íntimo que consigue que el lector se convierta en un espectador más.
Lo
que sobresale en la escritura de Laila es el clima, el tono
que luce en el texto como fundamento de la información que va
transmitiendo. Este aspecto está muy bien cuidado por la periodista
argentina. Además, existe una apuesta de Guerriero para que
su crónica no olvide su fundamento, que no es otro que contar una
historia donde los personajes pongan el alma y la vida, llámese
Rodolfo González, Tonchi o Sebastián Sayago.
Una
historia sencilla es una novela maravillosa, con una prosa
precisa e íntima que logra conmover. El resultado es notable: Leila
Guerriero es capaz de entusiasmarnos con la particularidad de un
baile autóctono, hasta el punto de despertar emotivamente nuestro
interés con la historia de un hombre común en la que no hay
tragedias, solo sueños.
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