Todo
en la vida de Pessoa, (Lisboa,1888-1935), fue en gran medida paradójico. Este poeta universal de las letras
portuguesas era un hombre al que le gustaba escabullirse entre la
sinceridad fingida y el sincero fingimiento. Cuando leí por primera
vez el Libro del desasosiego, ese diario íntimo en forma de poema en prosa, me di cuenta, al finalizar su lectura, de que tenía
subrayado gran parte de sus páginas. Este hecho me llevó a
releer lo marcado con el lápiz, y aquellos destellos de frases
incompletas y deslumbrantes perlas oceánicas me descubrieron a un
excepcional aforista. Después me aproximé a su poesía, y en las
Odas de Ricardo Reis constaté que también su poesía
estaba impregnada de paradojas. Lo último que abordé
de la escritura del autor lisboeta fue El banquero anarquista,
una pieza narrativa, tan feroz como ideológica, sobre la falacia de
la emancipación del individuo en una sociedad igualitaria. Como antes apunté, toda la
escritura de Pessoa tiene una cadencia natural hacia el
aforismo. Recuerdo con entusiasmo una de aquellas frases subrayadas,
muy recurrente, que se mantiene en mi memoria y que decía: Un barco parece ser un
objeto cuyo fin es navegar; pero su fin no es navegar, sino llegar a
un puerto.
Acabo
de leer con sumo deleite Aforismos, de Fernando
Pessoa, editado en la colección A la mínima de la
editorial Renacimiento, un volumen que aglutina un amplio
panel de las reflexiones y divagaciones de todo género y condición
que el portugués escribió de manera entretejida en su prosa y
poesía, recopiladas bajo la selección del profesor José Luis
García Martín. Esta colección
que viene publicando Renacimiento
de un tiempo a esta parte, bajo la dirección de Manuel
Neila, es una tentación
para todos los que sentimos debilidad por el aforismo, este género
tan persuasivo y prolijo. Por eso nos gustan tanto esos relámpagos,
como los llama Ramón
Eder, porque parecen
universales y tienen algo de anónimo, o como apostilla Trapiello:
tienen algo de apócrifo, porque en la noche de la
literatura, todos los aforismos son pardos.
Diez
muestras de estos vislumbres de nuestra condición humana,
según el artista portugués del desasosiego, extraídos de esta
antología:
Para
mí, pensar es vivir y sentir no es más que el alimento del pensar.
Leer
es soñar de la mano de otro.
La
literatura, como todo arte, es una confesión de que la vida no
basta.
Es
necesario que cada uno se multiplique por sí mismo.
¡Cuesta
tanto ser sincero cuando se es inteligente! Es como ser honesto
cuando se es ambicioso.
El
hombre no sabe más que los otros animales; sabe menos. Ellos saben
lo que necesitan saber; nosotros no.
Cada
cosa tiene su tiempo a su tiempo.
El
pasado es el presente del recuerdo.
Cada
hombre es un mundo. Y hay un dios para cada hombre.
Nunca
se vuelve. El lugar al que se vuelve es siempre otro.
Los Aforismos de Pessoa es un volumen bello y
elocuente, tan cuidado, como estimulante. Un tomito seleccionado y
traducido por García Martín, también cultivador de
aforismos y, por tanto, nada lego en el asunto. Y aquí, en este
pequeño libro, el rédito para el lector se acrecienta gracias a la
maestría de Pessoa, poeta solitario y resistente, con gran
gusto por la paradoja, que deja su voz y tributo en esta memorable
colección de aforismos para alivio de nuestras tribulaciones.
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