lunes, 19 de mayo de 2014

Crónica de otro tiempo


Toda lectura de ficción constituye un acto simbiótico. Los lectores sumamos nuestra imaginación a la del escritor cuando nos adentramos con entusiasmo en su universo, participamos de las vidas de sus personajes y nos formamos, a partir de sus palabras y descripciones, nuestra propia imagen mental de las personas y los lugares que irrumpen por las páginas del texto. En El adoquín azul, publicado por Menoscuarto Ediciones, se cumplen estos presupuestos anteriores para satisfacción del lector. El sello palentino recupera esta novela corta de Francisco González Ledesma (Barcelona, 1927) en la que la química narrativa produce la reacción necesaria llevando al lector en volandas hacia ese mundo propio del creador que, en este caso concreto, se desarrolla en la posguerra de Barcelona alrededor de unos personajes que tratan de escapar de la represión política poniendo en juego sus vidas.

González Ledesma es capaz, en apenas setenta y cuatro páginas, de que el lector simpatice con los dos protagonistas de esta historia de amor frustrado que surge en la intersección de una persecución policial y la aparición milagrosa de una mujer salvadora. El veterano escritor barcelonés, considerado el gran maestro de la novela negra en España, regresa con un relato algo alejado del género policiaco. Con El adoquín azul, Ledesma, periodista consagrado, despliega una crónica para contar la historia de un traductor y poeta que en 1945 es herido en el centro de Barcelona en una redada policial, pero consigue escapar gracias a la ayuda anónima ofrecida por una mujer con inquietudes literarias, que resiste con agallas los malos tratos de su marido, un destacado inspector de policía encargado de las duras represalias que en aquellos años del franquismo eran tan frecuentes. A raíz de ese encuentro fortuíto y afortunado, la buena samaritana cuidará por unos días de la salud de Montero. El autor de Crónica sentimental en rojo narra con maestría esta historia que contiene un tinte lírico deliberado por donde transita un amor que se frustra por la huída de Montero. González Ledesma sostiene el pulso narrativo con una expresiva voz en segunda persona que se eleva a Dios para contar la peripecia del protagonista que parte desde Francia a Nueva York, herido de amor, y sus viajes, al cabo del tiempo, a Barcelona tratando de encontrar a la fascinante mujer que le salvó la vida, Ana Ferrán.

El adoquín azul es una delicada miniatura que habla del amor hecho a base de silencios en la dimensión de un exilio obligado y de los sentimientos condenados a no poder ser vividos por unos personajes castigados por el paso del tiempo. En definitiva, es una novela donde la intriga y el amor se entrecruzan para mostrar la nostalgia que dejan las cosas de otro tiempo, simbolizada en la imagen de un adoquín pintado de azul, en una calle de Barcelona.


Lo grandioso de este relato radica en la exquisitez de su economía de medios. Y es ahí donde se luce González Ledesma, que parte del suspiro mínimo de una detención para proyectar una historia trepidante en la que no falta misterio y tensión, ingredientes mágicos de la buena literatura. La historia de Montero y Ana atrapa desde la primera línea hasta su punto final; un disfrute intenso, pero corto, de apenas  una hora de duración.

En suma, El adoquín azul es una crónica sentimental, técnicamente irreprochable, con una prosa concisa y ágil, que tiene el mérito de dejarte unas sensaciones de complicidad al aceptar el desenlace de un hombre vacío que, de vueltas a casa, no es consciente de  que ha perdido la memoria.

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