Toda
lectura de ficción constituye un acto simbiótico. Los lectores
sumamos nuestra imaginación a la del escritor cuando nos adentramos con
entusiasmo en su universo, participamos de las vidas de sus personajes
y nos formamos, a partir de sus palabras y descripciones, nuestra propia
imagen mental de las personas y los lugares que irrumpen por las
páginas del texto. En El adoquín azul, publicado por
Menoscuarto Ediciones, se cumplen estos presupuestos
anteriores para satisfacción del lector. El sello palentino recupera
esta novela corta de Francisco González Ledesma (Barcelona,
1927) en la que la química narrativa produce la reacción necesaria
llevando al lector en volandas hacia ese mundo propio del creador
que, en este caso concreto, se desarrolla en la posguerra de
Barcelona alrededor de unos personajes que tratan de escapar de la
represión política poniendo en juego sus vidas.
González
Ledesma es capaz, en apenas setenta y cuatro páginas, de que el
lector simpatice con los dos protagonistas de esta historia de amor
frustrado que surge en la intersección de una persecución policial
y la aparición milagrosa de una mujer salvadora. El veterano
escritor barcelonés, considerado el gran maestro de la novela negra
en España, regresa con un relato algo alejado del género policiaco.
Con El adoquín azul,
Ledesma, periodista
consagrado, despliega una crónica para contar la historia de
un traductor y poeta que en 1945 es herido en el centro de Barcelona
en una redada policial, pero consigue escapar gracias a la ayuda
anónima ofrecida por una mujer con inquietudes literarias, que
resiste con agallas los malos tratos de su marido, un destacado
inspector de policía encargado de las duras represalias que en
aquellos años del franquismo eran tan frecuentes. A raíz de ese
encuentro fortuíto y afortunado, la buena samaritana cuidará por
unos días de la salud de Montero. El autor de Crónica
sentimental en rojo narra
con maestría esta historia que contiene un tinte lírico deliberado por
donde transita un amor que se frustra por la huída de Montero. González
Ledesma sostiene el pulso
narrativo con una expresiva voz en segunda persona que se eleva a
Dios para contar la peripecia del protagonista que parte desde
Francia a Nueva York, herido de amor, y sus viajes, al cabo del tiempo, a Barcelona tratando de encontrar a la
fascinante mujer que le salvó la vida, Ana Ferrán.
El
adoquín azul es una
delicada miniatura que habla del amor hecho a base de silencios en la
dimensión de un exilio obligado y de los sentimientos condenados a
no poder ser vividos por unos personajes castigados por el paso del tiempo. En definitiva, es una novela
donde la intriga y el amor se entrecruzan para mostrar la nostalgia
que dejan las cosas de otro tiempo, simbolizada en la imagen de un
adoquín pintado de azul, en una calle de Barcelona.
Lo
grandioso de este relato radica en la exquisitez de su economía de
medios. Y es ahí donde se luce González
Ledesma, que parte del
suspiro mínimo de una detención para proyectar una historia
trepidante en la que no falta misterio y tensión, ingredientes
mágicos de la buena literatura. La historia de Montero y Ana atrapa desde la primera línea hasta su punto final; un disfrute intenso, pero corto, de apenas una hora de duración.
En suma, El
adoquín azul es una crónica sentimental, técnicamente irreprochable,
con una prosa concisa y ágil, que tiene el mérito de dejarte unas
sensaciones de complicidad al aceptar el desenlace de un hombre vacío
que, de vueltas a casa, no es consciente de que ha perdido la memoria.
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