Descubrir
que uno de tus autores literarios preferidos, ya desaparecido, haya
coincidido en los gustos musicales que tú mismo has ido cultivando a
lo largo de tu vida: la ópera, el tango y el jazz, y que, además,
haya sido un entusiasta irredento del boxeo, es todo un hallazgo que
obedece a esa clase de coincidencias del capricho matemático que se
da ocasionalmente entre dos personas escogidas al azar. Pero si a esa
casualidad se añade además el compartir las mismas referencias
musicales: Duke Ellington,
John Coltrane,
Charlie Parker o
Benny Carter, músicos
varones y trompetistas, o las voces femeninas de Bessie
Smith, Ella
Fitzgerald y Billie
Hollyday, entonces se puede
concluir que, con este sumatorio casuístico, uno forma parte de ese
club especial que anda disperso por ese laberinto universal donde, al
final, los cronopios siempre se encuentran, como afirmaba Julio
Cortázar.
A
veces el azar, la cabalística, lo inesperado se producen de igual
forma entre dos escritores a los que, inevitablemente, les conducirá
a un encuentro, porque así lo tenía previsto el destino, en el que
surgirá una relación mutua que culminará en una amistad intensa,
llena de complicidades y confidencias. Cristina Peri Rossi
(Montevideo, 1941) desvela en Julio Cortázar y Cris
(Cálamo, 2014) cómo conoció al autor de Rayuela
en París, en 1973, y cómo aquel extraordinario acontecimiento
supuso una experiencia vital única y alargada en el tiempo, más
allá de la muerte del novelista argentino. En aquellos once años de
amistad, de literatura y de vida entre París y Barcelona, cuenta la
escritora, creció el afecto, el respeto y el amor mutuo que se
profesaban, tanto en la distancia, en los momentos de compañía, que
no faltaron, como en la correspondencia que mantuvieron de forma
prolongada.
El
testimonio literario es un género de gran tradición entre muchos
escritores. A veces por devoción o admiración mutua. Leer sobre los
escritores, pararse en sus grandezas y debilidades, en sus hábitos
cotidianos, manías y desasosiegos, aporta una dimensión de su
literatura que enriquece el bagaje cultural que uno lleva consigo
como lector, con todos esos rasgos, a veces complementarios, a veces
contradictorios, de la vida de ellos. Peri Rossi
nos acerca al universo literario e íntimo de Cortázar,
un tipo alto, al que ella llamaba cariñosamente “piernaslargas”,
un ser nostálgico y melancólico que siempre necesitó el amparo del
amor y por el que siempre apostó. En estas páginas también está
presente el exilio. Ambos amigos lastran esa carga sentimental de
expatriados que fluye en sus corazones, así como el devenir de los
infortunios amorosos que completan esos exilios íntimos producidos
por la ruptura de una relación. Aurora Bernárdez,
Ugné Karvelis y
Carol Dunlop fueron los tres amores del escritor que completaron un ciclo encadenado sentimental y
tumultuoso de esposo, amante, divorciado y viudo respectivamente.
Cortázar
le dedicó a la poeta uruguaya quince poemas de amor recogidos en su
libro Salvo el crepúsculo (Alfaguara,
1984). Peri
Rossi rememora estos versos en
la segunda parte del libro y se explaya sobre las sutilezas de la
poesía y sus destinos. La poeta se convertía inopinadamente en
musa, un cambio de papel repentino que trastornaba su identidad. “Los
leí, me emocioné, los rechacé, los quise –subraya sin
contención–, no se los enseñé a nadie, me sentí tan incómoda
como cercana, maldito Julio, ¿por qué me habías elegido a mí, una
sentimental, una romántica, como el objeto de tu dolor?” El gran
cronopio, como le gustaba nombrarle, hizo de las suyas: fascinarla
con versos.
Si
hay alguna cosa que defiende la autora de Habitaciones
privadas (Menoscuarto,
2012) por sí misma, por la escritura, por la literatura y por todos
los lectores, es el respeto y cariño, no solo por la memoria de su
admirado amigo, sino por la soberana libertad que como gran escritor
desplegó, según su conciencia y dignidad personal.
Todos
los libros tienen una peripecia, una historia que contar, pero la de
este, además, no deja de ser especial y recóndita, una crónica
sentimental de una amistad intensa que constata que las historias
tienen dueño y destinatario. Las historias y la realidad, en
definitiva, se mezclan para que el lector tenga la oportunidad de
descubrir y compartir momentos únicos y reservados, como las
revelaciones que despliega este hermoso testimonio, bajo un título
tan íntimo y entrañable como Julio Cortázar y Cris,
tan pletórico de literatura, poesía y vida.
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