lunes, 23 de mayo de 2016

Espejo de enigmas

Siempre he sostenido que el buen lector debe definirse como omnívoro, tener un buen estómago que, además de estar en buena disposición para saciar su apetito sin hacer remilgos a cualquier plato, digiera el cocinado de los textos, algo esencial para el auténtico poseído por la pasión literaria. El lector de un solo género, o incluso de un solo libro, no mostraría el buen color que proporciona una amplia dieta lectora. Se le vería con ojeras y un poco amarillo de tez. Ser omnívoro, comiendo de todo, con gusto y delectación, y estando dispuesto a saborear cada género según su propia gama de matices, sin tener por qué incurrir en el refinamiento, ni acudir al socorrido fast food o a la pesadez del cocido, es algo que se aprende tras aventurarse a la lectura de textos variados. Con todo, un cierto toque de preferencia es inevitable, ni siquiera el lector más ecuánime se libraría de ello. Cada cual está marcado por esa individualidad y, a veces, por qué no decirlo, a ciertas inclinaciones que su estómago caprichoso demanda y ansía.

Los libros de aforismos, y eso lo saben bien los entusiastas del género, tienen esa particularidad culinaria de abrir el apetito en cualquier momento del día. Un buen aforismo, como una exquisita tapa, es la síntesis lograda de una idea que alimenta. El aforismo se nutre de observaciones de la materia cercana, de la realidad, y con ellas sacude al lector, subvierte el significado habitual de las palabras que andan ocultas tras los hechos e incita a la reflexión. El aforismo es un ejercicio propio del subrayado para resaltar lo que merece ser apreciado.

La escritora y poeta Ana Pérez Cañamares (Santa Cruz de Tenerife, 1968) acaba de publicar un compendio de aforismos bajo el título de Ley de conservación del momento (La Isla de Siltolá, 2016), un menú de más de trescientas confituras literarias persuasivas y sugerentes para que el lector se anime y se entere de qué van sus pequeñas fugas de pensamiento. En esta obra, dividida en cinco secciones, confluyen los temas más importantes sobre la existencia y el hecho de vivir que la autora quiere mostrar en cada una de ellas.

En Yo soy yo y tus circunstancias aparecen sentencias formuladas desde la intimidad y el diálogo interior como estas: “Limar mi exceso de mí: ser más ventana que pared, más solar que casa”; “El Camino Verdadero suele ser un desvío”; “Me hubiera gustado que gustar no me gustara tanto”; “En las peleas conmigo misma, siempre me identifico con la que pierde”...

Alrededor de Dios es por lo menos dos surgen cuestiones trascendentales y minucias cotidianas sobre asuntos domésticos: “Sólo lo sencillo nos presta amparo”; “El placer más exquisito es la pereza compartida”; “Si el asombro es auténtico, nada hay que se repita”; Dios es humor”...

En La poesía, eso qué es, la escritora tinerfeña ahonda más en la esencia de su oficio y le dedica más aforismos que en ninguna otra parte para acercarnos a su poética: “Escribir es pensar más hondo y sentir más claro”; “El poeta escribe con bolígrafo, bisturí y venda”; “La poesía es la búsqueda de palabras que nos traigan de regreso al silencio”; “Del poema son responsables el poeta y el lector”; “Leer un libro que ha sido antes subrayado es darse un paseo por lo más íntimo del anterior lector”; “Vivir es reescribir. Escribir es revivir”...

En la cuarta sección del libro, Política somos todos, Pérez Cañamares se moja con sutileza en el enunciado: “En política se habla mucho de lo imposible, pero nunca de lo verdaderamente importante: lo intolerable”; “Al Capitalismo, “bastante” nunca le parece suficiente”; “Las mentes también se colectivizan”; “A oídos sordos, palabras recias”.

Por último, en el apartado final, El tiempo es para el tiempo, la poeta canaria acude a la importancia de la dimensión filosófica del tiempo, su devenir y su enseñanza: “Madurez, divino tesoro”; “La serenidad consiste en caminar al ritmo del tiempo”; “Gestionar la vida, sí; pero a partir de cierta edad gestionar la vitalidad”...

Si tuviéramos que ubicar los aforismos de Ana Pérez Cañamares podríamos convenir que se encuentran en las lindes de la literatura y la filosofía, entre la prosa de pensamiento y la poesía, donde confluyen, además, diferentes fórmulas personales de expresión, a veces con sentencias, otras con posturas morales y, las más de ellas, con la estética surgida de la experimentación poética y del alumbramiento de la frase escueta e intensa.

En esa constelación de aforismos que ofrece el libro, todos, sin excepción, contienen la concisión precisa para ratificar lo que dicen, y todos, igualmente, reclaman la colaboración del lector, que participa inducidamente en el proceso de descubrimiento y de búsqueda que exige toda escritura fragmentaria.

El aforismo es un espejo de enigmas y no es solamente una forma de escribir, sino también una estrategia de lectura. Cada lector que subraye un libro luminoso como este se aproximará a su composición sintáctica, a su síntesis conceptual, a su hilo conductor, hasta el punto de sentirse por momentos aforista implícito del texto.


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