Decía
Unamuno que “hay
que vivir de modo que la muerte sea una injusticia”. El libro que
traemos hoy a esta bitácora de lecturas posee ese sentimiento
trágico de la vida que tanto le acuciaba al escritor bilbaíno,
pero, en este caso, la ignominia y la crueldad de los sucesos que se
narran en él, sobrepasan la esencia natural de esa filosofía tan
unamuniana referida a la lucha por la vida. El narrador de Noviembre
(Tusquets, 2016) dice al principio, y lo recalca al final, que esta
historia debería empezar en 1948, cuando un cura les habló del
lejano país El Salvador a unos seminaristas y les preguntó quién
querría venir con él al seminario de Santa Tecla. Inmediatamente,
un tal Ignacio
levantó la mano.
El
jesuita Ignacio Ellacuría
fue un filósofo, escritor y teólogo español que se entregó en
cuerpo y alma a abanderar una salida negociada al conflicto de
violencia y guerra civil que atravesaba la nación centroamericana en
los años ochenta del pasado siglo. El asesinato del arzobispo Óscar
Romero ocurrido en 1980,
mientras celebraba una misa rodeado de cientos de feligreses, supuso
una conmoción nacional y la radicalización política de El
Salvador. A finales del mismo año, Ellacuría
sale del país deportado a España. Desde entonces, el destierro,
como así lo sintió, lo aprovechó para dejar oír su voz por Europa
y dar a conocer algunas obras de su gran maestro Xabier
Zubiri, sin olvidarse de hablar
del conflicto salvadoreño y su defensa de la Teología de la
Liberación representada por el apostolado ejercido por el malogrado
arzobispo Romero.
Esto le granjeó la enemistad de los poderes fácticos de aquel país
que le obligaron a poner tierra de por medio, amenazándolo, con
insistencia, a que no levantara la voz.
La
nueva novela de Jorge Galán
(San Salvador, 1973), Noviembre,
está inspirada en los trágicos sucesos que conmocionaron a El
Salvador, a toda Latinoamérica y a medio mundo en 1989, perpetrados
por un pelotón del batallón Atlácatl de las Fuerzas Armadas de El
Salvador, bajo las órdenes del coronel René
Emilio Ponce,
que un 16 de noviembre asaltó, en la tranquilidad de la noche, las
instalaciones de la Universidad
Centroamericana José Simeón Cañas (UCA)
para consumar el mandato de asesinar a sangre fría a seis jesuitas y
a dos mujeres del personal al servicio de la comunidad. Entre estos,
se encontraba Ellacuría,
que había regresado a El Salvador tres días antes para intentar
mediar en favor de la paz y la convivencia. El gobierno,
inmediatamente, culpó a la guerrilla del FMLN (Frente Farabundo
Martí para la Liberación Nacional) del múltiple crimen.
Noviembre
cuenta los pormenores y las consecuencias de aquel acto vil, por
medio de un narrador sigiloso que se acerca y escucha a un amplio
número de voces que llegan de diferentes posiciones, todas ellas
relacionadas con los sucesos de aquella noche de aquel fatídico
jueves de 1989, hasta convertir en testigo de excepción al lector,
que ve y escucha conmocionado lo que antecede al momento trágico de
todo aquel derramamiento de sangre.
Los
protagonistas se convierten en los verdaderos narradores. Galán
requiere que la voz narrativa de su novela esté en manos de una
especie de mediador, para que la historia esté contada por aquellos
que la vivieron y que la padecieron. La dificultad de reconstruir
narrativamente aquel terrible puzzle tuvo su recompensa final con el
testimonio insólito del expresidente Alfredo
Cristiani,
que le entregó a Galán
la pieza clave, guardada bajo secreto durante mucho tiempo,
veinticinco años, nada más y nada menos, que culminaría su
proyecto narrativo: los nombres de los autores intelectuales de la
masacre.
Lo
que se cuenta aquí es, sobre todo, una historia humana, honesta y
auténtica, donde el dolor y la impunidad son descomunales. Noviembre
es un libro bien documentado, urdido bajo una investigación
exhaustiva, con un arranque poderosísimo, pleno de intensidad y
dramatismo. A este inicio se suman los testimonios de personas
comprometidas con la verdad, como José
Mª Tojeira,
sacerdote próximo a los asesinados; Jon
Sobrino,
compañero de Ellacuría
y otros muchos que han querido permanecer en el anonimato.
Noviembre
es una estupenda novela, de gran dureza narrativa, un libro audaz y
valiente que pone luz y taquígrafo a todo lo que sucedió en aquella
deplorable noche, una verdad histórica que ha producido gran
malestar en muchos estamentos del país salvadoreño.
Levantar
la voz en pro de la verdad supone asumir el riesgo de amenazas. Jorge
Galán
se atrevió y pagó sus consecuencias teniendo que huir,
dolorosamente, de su país. La buena literatura, ya se sabe, nunca es
arbitraria, pero en benditas ocasiones, molesta mucho.
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