Como
señaló una vez Roland Barthes:
“Quien habla no es quien escribe, y quien escribe no es quien es”.
De ahí que la primera tarea de un escritor no consista en tener
opiniones, sino en decir la verdad que se cuece en el ambiente,
interpretar la realidad de lo que sucede afuera en la calle, en las
ciudades o más allá de las fronteras y negarse a ser cómplice de
mentiras o discursos erróneos. La literatura, como decía Susan
Sontag, es “la casa del matiz
y de la indocilidad a las voces de la simplificación”. La tarea
del escritor es hacernos ver el mundo tal cual, lleno de muchas
contradicciones, de enormes desajustes e incontables reivindicaciones
a cual más diversa, con personajes que representen múltiples
papeles y con las más variadas vivencias. La literatura nos puede
mostrar precisamente esa variante de contar cómo es el mundo.
Cada
escritor tiene su territorio, su reinado, incluso los hay que son
nómadas y andan a la búsqueda de nuevos escenarios por donde poner
en acción a sus personajes con sus miedos, con sus huidas y con sus
desesperanzas. La última novela de Cristina Cerrada
(Madrid, 1970) guía al lector por ese discurso, a tono con lo que
subraya la escritora norteamericana acerca de la tarea del escritor
de contar y revelarnos cómo es el mundo. Y lo hace focalizando la
brecha gravosa que supone todo desarraigo ocasionado por las guerras,
para trasladarlo a la geografía concreta de la historia de una
familia de refugiados en la Europa occidental de nuestros días
sobreviviendo a su infortunio.
Europa
(Seix Barral, 2017) es un libro duro y seco que aborda esa línea
candente del éxodo y la acogida, una historia por donde transitan
personajes aturdidos, que llegan humillados y asustados de otros
confines, huyendo del horror para salvarse de la muerte, de la
intransigencia, de la violencia de su propio país en guerra, pero
que también tendrán que soportar afrentas y discriminación en sus
nuevos destinos.
El
mundo interno y el mundo externo de Heda,
la joven protagonista de este duro relato, confluyen en el texto
gracias a dos factores básicos que la autora conjuga con argucia:
fluidez y flexibilidad fabuladoras mediante una escritura limpia,
seca y eficaz. La gesta de este potente personaje la conforma el
silencio de su acción heroica por sobrevivir con dignidad, de
agarrarse a la esperanza de que cada día que pasa puede darle la
oportunidad de escapar de la opresión de las condiciones en que vive
ella y sus allegados. Cada día que transcurre es para ella estar más
cerca del día deseado, a pesar de la espiral dominante y machacona
de la realidad impuesta.
El
lector de Europa
no se identificará con la heroína que transita por sus pasajes,
sino con el espíritu con que ha sido concebido y elaborado este
libro. Cerrada
posee ese don de provocar fascinación, emoción e inquietud con una
prosa incisiva, fragmentaria y elíptica. Europa
es una historia pavorosa sobre la condición de refugiado y las
consecuencias que esta condición tiene para sus vidas, estructurada
en cinco partes, cada una de las cuales segmentada en capítulos
cortos de apenas dos páginas. Podríamos afirmar que lo que la
autora despliega es una alegoría de la coyuntura internacional de lo
que acontece en esta parte de occidente en donde el choque de
culturas ocasionado por el tránsito de inmigrantes y refugiados a
través de sus fronteras provoca recelos en la población al igual
que desamparo en los recién llegados. Esto es moneda de cambio entre
los diálogos que se suscitan en la novela por donde se intercalan
personajes que ponen voces a sus vidas menesterosas e intranquilas
bajo la mirada escrutadora del narrador testigo y la perspectiva de
Heda,
la joven protagonista, de aparente fragilidad, dotada de una
fortaleza interior impávida.
Reconstruir la vida en tierra ajena es una tarea épica llena de
obstáculos. En este libro se da cuenta de ello poniendo voz propia
al refugiado, un ser que adquiere la condición de expatriado
temporal, que aspira a volver a su cuna natal, pero mientras tanto ha
de conformar su presente a las condiciones impuestas en el lugar de
acogida. Allí le espera una dura subsistencia, para muchos de ellos
en estado de shock y de permanente invisibilidad social.
Esta
obra puede parecer una novela política, pero no lo es. Europa
es un lugar, un escenario de paso fronterizo, de gente que huye
expulsada de su tierra para llegar a otra, una trashumancia obligada
y precaria en busca de esperanza. La novela se concibe
deliberadamente desde un origen sin especificar, porque el desarraigo
es consustancial al hombre y puede surgir en cualquier punto del
continente.
En
toda novela, el final elegido por el autor le confiere una suerte de
libertad que la vida nos niega obstinadamente: llegar a ese alto
narrativo es para que el lector, si procede, complete el desenlace,
lo deje inamovible o lo cercene. Aquí en esta que nos ocupa,
Cristina Cerrada la
acaba con una derrota existencial que nos deja atónitos e inermes.
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