Cuando
leo, mi aislamiento del mundo fenomenológico se produce demasiado
deprisa para notarlo siquiera, escribe Peter Mendelsund
en su libro Qué vemos cuando leemos
(2014). El mundo que el lector tiene delante y el mundo que lleva
dentro, lejos de estar equidistantes, se superponen solapándose,
subraya el artista neoyorquino. Cada persona tiene una forma de ver
la vida, un mapa de la misma, que es diferente al de los demás. Esto
hace que nadie tenga, en realidad, la verdad de las cosas, sino que
cada uno de nosotros tiene una verdad. Cada persona capta las cosas
desde su mapa y, por tanto, no tiene por qué verlo como nosotros.
Pues
bien, un libro, y este que traemos a este cuaderno de bitácoras más
si cabe, de Sofía González Gómez
(Pedro Muñoz, Ciudad Real, 1993), investigadora predoctoral en el
Consejo Superior de Investigaciones Científicas, graduada en la
Universidad de Alcalá en Estudios Hispánicos y con un Master en
Investigación Literaria y Teatral, confirma que, ciertamente, ese
mundo que se le presenta al lector delante de sus ojos, más que
interferir con el que uno lleva dentro, propone un conducto, un
puente, un pasaje entre ambos.
Una playa de
septiembre (La Isla de
Siltolá, 2017) es un puñado de relatos, un mural, que cuenta
historias y experiencias, pero de alguna manera explica cómo leer
esas historias desde la experiencia del narrador. La autora muestra
escenas y detalles de la vida real con un pulso narrativo directo,
casi proponiendo cómo imaginar y en qué medida los pasajes
introspectivos que se desatan en el texto. Una de las tareas que
llama más la atención de estos relatos, que tienen mucho de
crónicas autobiográficas, es su condensación. Sus piezas
narrativas surgen de sucesos cotidianos, y desde aquí el relato se
proyecta para hablarnos de sentimientos espontáneos, perplejidades y
anhelos que muchos de ellos han brotado como resortes desde la propia
literatura y el cine.
Dice
Virginia Woolf que
para escribir uno tiene que combinar la soledad con la inmersión
directa en el mundo, la percepción y la recreación de lo que se ha
percibido. Sofía González
parece tener bien en cuenta esta apreciación tan interesante, como
por ejemplo en Todos los
novios de mi vida, uno
de los relatos más significativos, en el que la narradora, en apenas
tres páginas, resume con eficacia esa combinación referida por la
escritora británica. En Vértigo,
en cambio, la sugestión del cine incide en la experiencia real,
hasta el punto de que una exposición dedicada a Hitchcock
puede alterar el curso de una tarde que solo parecía estar concebida
para la curiosidad y el encanto. En Una
playa de septiembre,
relato que da título al libro, el cine y la literatura se funden de
nuevo a través de una relación laboral universitaria que se gesta
por correo electrónico entre dos compañeros, una joven e inquieta
profesora de Lengua y Literatura y un catedrático de Arte
Contemporáneo que, finalmente, se desvanece.
En
estos textos hay muchos guiños literarios y cinematográficos que
quedan plasmados con inteligencia y delicadeza, configurando un
relato continuo de una mujer de letras que aspira, dada su juventud,
a seguir indagando en las artes y, especialmente, en la escritura.
González Gómez, con
este debut, inicia una etapa que pone cuerda y sentido a ese reloj
literario que parece forjarse en los latidos de su universo personal.
Ha sabido desde el comienzo quién sería su interlocutor, y eso le
ha facilitado el camino, le ha permitido encontrar el tono narrativo
de sus relatos, y como muchos escritores afirman: una vez encontrado
el tono, el camino se allana.
Una playa de
septiembre es un libro
sentido, escrito con sencillez y eficacia, con diálogos vívidos que
dan cobijo a vivencias y que reflejan mucho el alma de quien lo ha
escrito, una escritora en ciernes a la que habrá que seguir la
pista, y que hoy nos entrega este librito encantador donde la
realidad y la ficción se mezclan para gozo del lector. ¡Que lo
disfrute!
No hay comentarios:
Publicar un comentario