El
centro de la vida literaria, dice Gabriel Zaid,
está en leer, que es una actividad mental y solitaria, aunque puede
vivirse como un diálogo, hasta con cierta animación corporal.
Compartir esa animación, hablar de la experiencia de leer, de lo que
dice un libro y cómo lo dice, de lo que gusta o decepciona, hace más
inteligente la vida social y personal. En ese sentido, podemos
afirmar que en el lenguaje, las palabras y las letras de los libros
se encuentran el origen mismo de la vida.
Petrarca
confesaba lo siguiente cuando hablaba de sus libros: “Estoy como
acosado por una pasión inagotable que hasta ahora no he podido ni
querido frenar. No consigo saciarme de los libros –decía–, los
libros nos deleitan hasta la médula, nos recorren las venas, nos dan
consejos y establecen con nosotros vínculos de una gran
familiaridad. Y cada libro en sí no se contenta con insinuarse por
sí mismo en nuestro espíritu de lector, sino que abre el camino
para muchos más, lo que nos provoca el deseo de otros libros”.
Para
Miguel Sanfeliu
(Santa Cruz de Tenerife, 1962), autor del libro ilustrado Anónimos
(2009), de los libros de relatos Los pequeños placeres
(2011) y Gente que nunca existió
(2012), y de la novela Parece que cicatriza
(2014), la vida en los libros es un modus
vivendi, una actitud, un
recorrido vital por donde transcurrir las horas y los días, una
forma de compartir experiencias, de compartir esa animación por el
diálogo, como apunta arriba el escritor mexicano, y esa
predisposición por dejarse seducir por ese espíritu mágico de los
libros, que conduce, inevitablemente, al abrigo de otros libros, como
bien decía el poeta italiano.
En
Cierta distancia
(Sílex, 2017) encontramos a un lector de conciencia lectora,
riguroso y exigente, y extremadamente curioso, de esos prototipos de
lectores de largo alcance. En este “manual de supervivencia”,
como subtitula a su libro, Sanfeliu
esparce toda su experiencia personal por la senda literaria de los
libros que han ido forjando su espíritu libresco, y en ese sentido
abre su peregrinaje con una cita del escritor estadounidense Ken
Kesey para decirnos que “es
la magia lo que realmente uno ama” de estos maravillosos objetos
que llamamos libros, y otra cita de Kafka
para incidir en la incontenible pasión por escribir.
En
estos albores introductorios, Piglia
también está presente. Sanfeliu
se identifica con lo que decía el escritor y ensayista argentino
acerca de esa relación íntima entre el lector y los libros: “uno
encuentra su vida en los libros que lee”. Y es en estas lindes por
donde el autor nos va llevando y mostrando su discurrir biográfico
por la literatura, a través de reflexiones y paradojas encontradas
en la propia lectura que, en buena medida, ha repercutido en
experiencias vitales, y que, a la postre, siempre han derivado en
escribir sobre su relación con los libros, con el universo
imaginario que estos crean y que, a veces, como subraya él mismo:
“puede ser más potente que la misma realidad”.
Todo
lector apasionado hace que sus lecturas predilectas formen parte de
la construcción de su identidad y en Cierta distancia
encontramos a un lector que escribe sobre lo que ha leído, que
intensifica el acto de leer como un lugar en el que se encuentra a
salvo y libre de los propios límites que impone el hecho de vivir;
un lector que afirma que “la literatura tiene la facultad de
convertirse en un medio y en un fin, la razón sobre la cual gira
toda la existencia”, y sostiene entender a la literatura como modo
de vida y medio de experimentación.
Por
las páginas de esta bitácora de lecturas transcurren citas, frases
felices y anécdotas de autores que evocan reflexiones y dan pie a
anotaciones literarias que van conformando el sentido y transcurrir
del libro, una defensa personal de la literatura. De su lectura
salimos contagiados de entusiasmo y curiosidad porque lo que
transmite Sanfeliu es
un montón de argumentos que deparan en una exaltación lúcida, sin
desvarío ni resaca, sobre el valor vital de la literatura. Por aquí
transitan ecos de lecturas de Pitol,
de Auster, de
Vila-Matas. Por aquí
merodea el espíritu de los libros leídos de Kafka,
así como la perplejidad y significancia de lo escrito en sus diarios
por Pavese, Ribeyro
o Cheever, sin
olvidarse de mencionar a sus autores de cabecera de pura evasión
como Conan Doyle,
Twain, Hemingway,
Chéjov, Faulkner,
Murakami, Javier
Marías o Tobías
Wolff.
Cierta distancia
es el libro más personal de los que hasta ahora ha publicado
Sanfeliu, una especie
de crónica personal y ensayo literario sobre la importancia de los
libros en la propia biografía, un texto inteligente, ameno y
festivo, una coartada bien urdida para los que nos sentimos enfermos
de literatura y creemos, como Alan Pauls,
que “los libros que necesitamos leer salen a nuestro encuentro de
forma inevitable”.
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