viernes, 23 de febrero de 2018

La vida en los libros


El centro de la vida literaria, dice Gabriel Zaid, está en leer, que es una actividad mental y solitaria, aunque puede vivirse como un diálogo, hasta con cierta animación corporal. Compartir esa animación, hablar de la experiencia de leer, de lo que dice un libro y cómo lo dice, de lo que gusta o decepciona, hace más inteligente la vida social y personal. En ese sentido, podemos afirmar que en el lenguaje, las palabras y las letras de los libros se encuentran el origen mismo de la vida.

Petrarca confesaba lo siguiente cuando hablaba de sus libros: “Estoy como acosado por una pasión inagotable que hasta ahora no he podido ni querido frenar. No consigo saciarme de los libros –decía–, los libros nos deleitan hasta la médula, nos recorren las venas, nos dan consejos y establecen con nosotros vínculos de una gran familiaridad. Y cada libro en sí no se contenta con insinuarse por sí mismo en nuestro espíritu de lector, sino que abre el camino para muchos más, lo que nos provoca el deseo de otros libros”.

Para Miguel Sanfeliu (Santa Cruz de Tenerife, 1962), autor del libro ilustrado Anónimos (2009), de los libros de relatos Los pequeños placeres (2011) y Gente que nunca existió (2012), y de la novela Parece que cicatriza (2014), la vida en los libros es un modus vivendi, una actitud, un recorrido vital por donde transcurrir las horas y los días, una forma de compartir experiencias, de compartir esa animación por el diálogo, como apunta arriba el escritor mexicano, y esa predisposición por dejarse seducir por ese espíritu mágico de los libros, que conduce, inevitablemente, al abrigo de otros libros, como bien decía el poeta italiano.

En Cierta distancia (Sílex, 2017) encontramos a un lector de conciencia lectora, riguroso y exigente, y extremadamente curioso, de esos prototipos de lectores de largo alcance. En este “manual de supervivencia”, como subtitula a su libro, Sanfeliu esparce toda su experiencia personal por la senda literaria de los libros que han ido forjando su espíritu libresco, y en ese sentido abre su peregrinaje con una cita del escritor estadounidense Ken Kesey para decirnos que “es la magia lo que realmente uno ama” de estos maravillosos objetos que llamamos libros, y otra cita de Kafka para incidir en la incontenible pasión por escribir.

En estos albores introductorios, Piglia también está presente. Sanfeliu se identifica con lo que decía el escritor y ensayista argentino acerca de esa relación íntima entre el lector y los libros: “uno encuentra su vida en los libros que lee”. Y es en estas lindes por donde el autor nos va llevando y mostrando su discurrir biográfico por la literatura, a través de reflexiones y paradojas encontradas en la propia lectura que, en buena medida, ha repercutido en experiencias vitales, y que, a la postre, siempre han derivado en escribir sobre su relación con los libros, con el universo imaginario que estos crean y que, a veces, como subraya él mismo: “puede ser más potente que la misma realidad”.

Todo lector apasionado hace que sus lecturas predilectas formen parte de la construcción de su identidad y en Cierta distancia encontramos a un lector que escribe sobre lo que ha leído, que intensifica el acto de leer como un lugar en el que se encuentra a salvo y libre de los propios límites que impone el hecho de vivir; un lector que afirma que “la literatura tiene la facultad de convertirse en un medio y en un fin, la razón sobre la cual gira toda la existencia”, y sostiene entender a la literatura como modo de vida y medio de experimentación.

Por las páginas de esta bitácora de lecturas transcurren citas, frases felices y anécdotas de autores que evocan reflexiones y dan pie a anotaciones literarias que van conformando el sentido y transcurrir del libro, una defensa personal de la literatura. De su lectura salimos contagiados de entusiasmo y curiosidad porque lo que transmite Sanfeliu es un montón de argumentos que deparan en una exaltación lúcida, sin desvarío ni resaca, sobre el valor vital de la literatura. Por aquí transitan ecos de lecturas de Pitol, de Auster, de Vila-Matas. Por aquí merodea el espíritu de los libros leídos de Kafka, así como la perplejidad y significancia de lo escrito en sus diarios por Pavese, Ribeyro o Cheever, sin olvidarse de mencionar a sus autores de cabecera de pura evasión como Conan Doyle, Twain, Hemingway, Chéjov, Faulkner, Murakami, Javier Marías o Tobías Wolff.

Cierta distancia es el libro más personal de los que hasta ahora ha publicado Sanfeliu, una especie de crónica personal y ensayo literario sobre la importancia de los libros en la propia biografía, un texto inteligente, ameno y festivo, una coartada bien urdida para los que nos sentimos enfermos de literatura y creemos, como Alan Pauls, que “los libros que necesitamos leer salen a nuestro encuentro de forma inevitable”.


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