En
Brillo de asfalto
(Fórcola, 2018), la nueva propuesta narrativa de Marian
Torrejón (Sagunto, 1961),
autora del libro de relatos Limones dulces
(2012), hay vidas en juego y mucho que reflexionar sobre las
aspiraciones legítimas y los valores que, en buena medida, transitan
por la teoría del pensador griego, así como el alcance de las cosas
materiales del mundo y su implicación en la vida de los hombres,
pero bajo la vertiente determinada por el resultado de éxito o de
fracaso, un tema que también tocó, con otras mimbres, en su novela
anterior: Al pie de una pared sin puerta
(2015).
Lo
mismo que “el dinero y el amor son difíciles de esconder”, como
dice el narrador de esta historia de náufragos, tampoco la ruina y
el desamor se ocultan a la vista de los demás. El espejo en que se
mira la vida de Serafín
Orduña, su
protagonista, devuelve al lector la imagen azorada de una vida
intensa, repleta de ambiciones y sueños, que ha pasado rápidamente
del todo a la nada, una trayectoria que, de buenas a primeras,
comienza a hacerse añicos y a vislumbrar su tragedia, algo que tiene
su origen en una noche aciaga, cuando, accidentalmente, mató con su
coche a un hombre que cruzaba por la calzada. Este hecho fatídico lo
impulsará a indagar en la existencia de ese hombre que yace, sin
vida, sobre el asfalto de una calle solitaria de su ciudad, junto a
las ruedas de su vehículo.
Todo
en la vida de Serafín
ha sido meteórico. Sus proyectos e inversiones no han dejado de
acarrearle grandes satisfacciones. Las tiendas de gourmet Sebarit,
una creación suya, alcanzan auge y prestigio y no paran de sumar
dinero. Sus apetitos se disparan y ya no se contentará con su
suerte. Aun así, nada es ajeno a los ciclos y a las incertidumbres
económicas y, por tanto, pocos se libran de los estragos de la
debacle financiera sobrevenida, que pilló a tanta gente desprevenida
y a la que endeudó hasta la coronilla. El amor, la familia y su
propia existencia también se resentirán a los envites de la ola de
desconcierto económico desatado, y no tendrá compasión alguna de
él, precipitando tanto sus excesos como su vida arbitraria al
abismo. Vivir bajo los tiempos de la abundancia no le sirvieron para
poner coto a su codicia, ni tampoco para poner freno a esa pulsión
desmedida de someter toda una vida en pos de una mayor fortuna.
La
novedad y su estatus social van forzando su tren de vida, imposible
ya de parar, y ocupan la totalidad de los sueños de este hombre
exhibicionista y codicioso que, en nada de tiempo, empieza a
mostrarse vulnerable a medida que descubre que la realidad económica
de su negocio atraviesa por su peor momento. Cuando más endeudado
está, y menos crédito tiene, es cuando descubre nuevos detalles de
la vida del hombre que atropelló, un ser sin apenas atributos, que
se le parece a él, reducido al fracaso y a sobrevivir de mala manera
en medio de la tormenta económica desatada.
Marian Torrejón
ha escrito una novela vibrante, cruda e intensa sobre la vida
convulsa de unos personajes absorbidos por la codicia y el
desenfreno, una crónica reconocible para el lector de nuestro
tiempo, al que tampoco no le es ajena por el entorno que le ha tocado
vivir, una historia que concita a reflexionar sobre los estragos que
produce en el ser humano la ambición, y la imposibilidad de salir
indemne de los hilos que esta mueve.
La
gente de mar sabe que un buen timonel puede navegar contra el viento
sirviéndose, precisamente, del empujón extraviado que este trae
consigo al chocarse en las velas de la embarcación. Pero ningún
viento es bueno para el que no sabe adónde va. Los personajes de
Brillo de asfalto
no
son hombres del mar, tan solo náufragos, víctimas de sus malas
decisiones.
El
lector de este relato constata que la cruda realidad siempre se
impone al humo de la grandeza, pero al mismo tiempo, también sabe
que nada es tan simple en la vida de los otros, y que marcar un rumbo
equivocado no sale gratis. Por eso no es nada fácil soportar las
miserias sobrevenidas a los demás porque, inevitablemente, nos
recuerdan mucho a las nuestras.
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