José Ovejero (Madrid, 1958) posee el rango de ser un escritor multidisciplinar. Su pasión por la literatura le ha llevado a explorar y cultivar todos los géneros. Ha publicado poesía, teatro, cuentos, ensayo, novela y libros de viajes. Sus obras han recibido numerosos premios, entre los que destacan, el Premio Anagrama de Ensayo, con su libro La ética de la crueldad (2012) y el Alfaguara de novela con La invención del amor (2013). Es autor también del documental Vida y ficción, un reportaje en el que recoge conversaciones con escritores que escriben en nuestro país como Rosa Montero, Marta Sanz, Juan Gabriel Vásquez, Luisgé Martín o Cristina Fernández Cubas.
Su nuevo libro, Humo (Galaxia Gutenberg, 2021) responde a ese espíritu binario de vida y supervivencia que anida en el alma del escritor y que nos viene a decir que son las palabras las que te hacen entender la vida. Así se confabula a través de la protagonista del libro, una mujer que vive en lo más profundo de un bosque con un niño y una gata, sin contacto con nadie, a excepción de un hombre que periódicamente le facilita provisiones. Una mujer observadora y callada, pero que habla mucho consigo misma, buscando respuestas en lo que palpa y abunda a su alrededor. Una mujer a la que le da igual el nombre del riachuelo que le rodea, el montículo interpuesto en el horizonte o lo que indican los mapas. Le importa, como dice, “sólo las palabras que definen y me acercan a una cualidad propia, única, de lo que toco o veo”.
La novela arranca con una nube de abejas amenazantes sobre la cabaña que parecen contradecir a las voces apocalípticas que vaticinan que su extinción anda cerca. La imagen de este comienzo insinúa lo que la novela irá desvelando conforme avanza: la sensación de estar enfrentados a un mundo desencajado, de no saber cómo hacer frente a los acontecimientos adversos que se producen a nuestro alrededor, según determina la propia Naturaleza. A todo esto, digamos que la novela no es tan pesimista como pueda parecer. Pone su atención en detalles primorosos que se nos pasan, y que merece la pena tener en cuenta para vivirlos con honestidad. Esto hace que sea una novela que vuelve la vista hacia los pormenores, las emociones, la belleza de todo lo circundante. La mujer, de hecho, hace acopio de todo aquello que le encandila y predispone en un momento de la novela, y eso conforma una parte importante del sentido final del relato.
Humo es una historia de soledad, silencio y alertas. La supervivencia es el eje por el que transita. Por ella rondan incertidumbres, refriegas, violencia, resistencias y afectos que devienen sin salvoconductos. En ella se palpa la fragilidad humana y su fortaleza para sortear lo inesperado y tratar de salir adelante. Además, y creo que ahí radica lo más destacable de la novela, Ovejero lo plasma con una prosa jugosa y contenida, muy sensitiva y evocadora, en la que la naturaleza es un personaje más que marca y conjuga los diferentes tiempos del relato, entonando la voz de la narradora, una mujer enigmática de la que no sabemos ni su nombre, ni su procedencia, porque es ella la primera en desentenderse de sí misma y de su vida anterior.
Con una potente voz narradora en primera persona, la angustia de la situación que atraviesa la trama de Humo se ensambla con un lenguaje de tono poético validado por una prosa precisa y audaz que hace que el monólogo de la protagonista se decante hacia su mismo reflejo: el niño. En esta breve, pero intensa novela, hay mucho más de lo que se capta en una primera lectura.
Ovejero firma una fábula cruda y punzante, con pasajes muy hermosos, en la que impera la vida, la supervivencia por encima del afecto, y donde la solidez de la condición humana se examina a la intemperie.
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