lunes, 7 de febrero de 2022

Chesterton revisitado


Uno de los empeños más notorios de este cascarrabias que medía 1,93 metros y pesaba 120 kilos llamado Gilbert Keith Chesterton, en muchas de las buenas páginas que escribió a lo largo de su vida, era refutar la perspectiva moderna, pero de raíces clásicas, que describe el mundo con tintes lúgubres y pesimistas. “Para Chesterton –como subraya Savater en un artículo publicado hace unos años en El País–, la verdadera herejía moderna no es haber rechazado o ignorar a Dios, sino rechazar o ignorar en qué consiste la alegría”. A Chesterton le importaba el sentido tragicómico de la vida y, por eso mismo, no se cansaba de esparcir en sus textos ráfagas humorísticas como paradojas de la propia existencia, tocando asuntos trascendentales con sumo desparpajo para provocar la discusión y alentar el sentido crítico de la vida.

Aunque es evidente que le chiflaba la diversión dialéctica, no buscaba tanto sorprender o desconcertar, como hacernos pensar dos veces y desde un ángulo menos trillado de lo que se supone tan obvio. Para Chesterton, la literatura es ese ámbito casi milagroso en el que tiene lugar el uso del lenguaje que, traducido en palabras suyas: “donde una persona dice realmente lo que quiere decir”. El autor de El hombre que fue jueves fue alguien desbordante, apasionado y ocurrente, que no rehuía de la polémica y, por tanto, no dudaba cuando se le presentaba la ocasión de arremeter contra aquellos a quienes juzgaba de andar equivocados.

Ricardo Moreno Castillo (Madrid, 1950) nos trae de nuevo a la palestra la personalidad de este prolífico escritor que cultivó todos los géneros literarios y que destacó especialmente en el periodístico, con un librito mordaz, fresco y jugoso de conversaciones en el que el autor y el genio se sientan a debatir sobre asuntos candentes de siempre. Qué hay de nuevo, Chesterton (Fórcola, 2022) es una especie de ensayo que brota de los propios textos del escritor londinense, una manera inventiva de plasmar con gracia y frescura conversaciones insólitas de un apasionado lector sobre el pensamiento literario e intelectual de Chesterton, cuya figura irónica y perspicaz se presta como pocos al debate de lo que acontece en los tiempos que corren.

El lector curioso encontrará, mucho más que un juego libresco e imaginario, un deliberado encuentro entusiasta, culto y divertido con alguien que, como se dice en la introducción del libro, “sólo intenta reproducir algunas de las polémicas y las conversaciones que tantas veces mantuve mentalmente con él. Y polemizar con Chesterton no es tarea fácil porque a veces usa argumentos que no convencen pero cuya brillantez le deja a uno sin respuesta”. No estaría mal recordarnos aquello que afirmaba Borges de que no hay página de Chesterton que no contenga un deslumbramiento. Lo mismo podríamos decir que, de aparecer hoy, que es lo que trata de decirnos este libro, su paradoja no solo encaja en el pasado por haber sabido identificar aquellas cuestiones de entonces, sino que presenta su validez ahora.

Inmune a las tendencias de antaño, el pensamiento de Chesterton suena perenne. Esa cualidad suya, viene a decirnos Moreno Castillo, se deja colar en nuestros días. Y a esas ganas de difundir sus palabras y controversias se presta, porque entiende que no dejan de lucir frescas y provechosas hoy por hoy, ya sea si habla de animales, de convenciones, de dinero, de educación y modales, como si se tercia desentrañar los entresijos de la felicidad o de la filosofía, o sencillamente si de lo que se trata es de opinar acerca de la vanidad de muchos de los conceptos aceptados mayoritariamente por las élites, de los propios intelectuales, de los libros y los lectores, de la tradición y la democracia, de la fe o de la sencillez, como aquí queda dicho: “Porque la humildad es madre de los gigantes. Uno ve las grandes cosas desde el valle. Desde la cumbre sólo se ven las pequeñas”.

La gracia del libro está en la entente cordial dialogada que se establece entre el autor y el genio, en sus resonancias morales y en la chispa que resulta de ese fluir contagioso que dimana de la conversación fértil y ventajosa que lo agita. Y es desde ese engranaje donde surge uno de sus momentos estelares en el que el autor rescata de Chesterton su verdadero sentir sobre los libros y la literatura, una declaración ferviente que firmaría cualquier lector que se precie de serlo: “...Los seres humanos no pueden ser humanos si no tienen un campo para la fantasía o la imaginación, alguna vaga idea de lo novelesco de la vida... Cualquier persona necesita, alguna vez, nutrirse de ficción tanto como de realidad. Porque la realidad es algo que el mundo le da, mientras que la ficción es algo que ella le da al mundo”.


Moreno Castillo sabe hurgar en el pensamiento y en el alma de Chesterton, dejando su poso, entreabriendo lo que le importa de su manera de entender la historia y su discurrir por el tiempo, como parte fundamental del conocimiento y del aprendizaje. Esto, por otra parte, apuntala la idea que tenía el británico de entender lo esencial de la democracia, que, para el bien de todos, no es más que alcanzar lo que tienen en común los hombres y no lo que los separa.

Una vez más, Moreno Castillo acredita con suma audacia su carácter persuasivo al incitarnos a la lectura de los clásicos, algo que, en esta ocasión, lo hace, como indica Ignacio Peyró en el prólogo del libro, con una maravillosa antología chestertoniana, o lo que es lo mismo, con un pequeño compendio de buena parte de su universo personal que responde a un fecundo artificio de lectura ágil, perspicaz y amena para el sosiego y disfrute del lector.


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