domingo, 20 de febrero de 2022

El guante de las cosas


El diario no difiere de la vida de quien lo escribe, porque, en su propia esencia, está lleno de detalles extraídos que muestran instantes seleccionados, momentos reveladores en los que el propio escritor se interpela con ese mecanismo de evocación de una realidad vivida, consciente de que cuando lo hace no se puede quitar de en medio. El autor de un diario no puede esconderse. Escribirlo es comprometer su palabra con lo vivido, y viceversa. El diario nos habla en primera persona, sin intermediarios, sin personajes interpuestos, sin que el autor camufle su propia identidad. Me gusta lo que dice al respecto Blanchot, «que el diario es más bien un memorial, un archivo desvelado, por medio del cual, el autor se ata a la vida, a la realidad cotidiana, para revelarnos vivencias, perplejidades y pensamientos suyos».

En los diarios del poeta, crítico y traductor Jordi Doce (Gijón, 1967) subyace esa idea de memorial literario que apunta el crítico francés, pero también de vivencias interrelacionándose entre sí como testimonio de escritura fragmentaria en la que cabe apuntes, poemas, aforismos, citas y reflexiones para establecer vínculos con lo que de verdad invoca, esto es, con la literatura y la vida, con la escritura y con aquellos momentos personales que desvelan algo de sus obsesiones. “Por eso –sostiene en su libro Perros en la playa (2011)– el que escribe no es yo, sino quien le escucha, y por eso lo escrito no es el relato del yo, sino del otro, de ese tú que lo transcribe, que escribe al dictado en medio del tumulto cotidiano”. Tampoco se olvida el poeta de la condición paradójica que tiene en sí mismo el diario para proyectarse en la intimidad cómplice del lector, como deja dicho en La vida en suspenso. Diario del confinamiento (2020): “Porque la intimidad es siempre, por lo menos, cosa de dos”.

Entrando ya en la materia de su nuevo libro, nos vamos a la nota final del mismo para encontrarnos con unas líneas explicativas sobre la continuidad de estos cuadernos, publicados en esta ocasión en la editorial Pre-Textos, para situarnos en su contexto: “Todo esto será tuyo empieza donde se cerraba Perros en la playa”. Quiere decir que su nueva entrega prosigue el lance diarístico de hace una década, pero ceñido a un período que va de 2014 a 2019. Eso sí, en esta ocasión, sin incluir ningún poema, pero con abundantes aforismos, citas, esbozos narrativos y textos que contienen encomiables metáforas, especialmente sobre la lectura y los libros. El tacto es lectura, viene a decirnos en una de ellas: “Esa necesidad de tocar, esas caricias involuntarias que prodigamos al libro, hacen pensar en el frotamiento que requiere otro objeto de leyenda: la lámpara de Aladino, la lámpara del genio”.

Abunda Doce en ese alegato sobre los libros y la lectura con apasionante empeño. Y lo hace con atención y deleite: “Un buen libro lleva en sí las claves de su interpretación, tiene algo de acertijo que espera ser resuelto y que –además– nos muestra sutilmente la forma en que debe resolverse”. En esa misma analogía asienta su manera de entenderse con el mundo a la hora de escribir y verse reflejado en los demás: “Nunca seremos un libro abierto para nadie –subraya–, y menos para nosotros mismos”. Deja lances con impronta poética, como le gusta hacerlo cuando la ocasión lo requiere, como este ejemplo que habla del sentido y significado que le anima a escribir: “La escritura puede ser justamente esa dinamo capaz de recargar la batería que malgastamos diariamente”.

En Todo esto será tuyo (2021) encontramos mucha vida arremetida en esa continuidad que supone vivir lo cotidiano, explorando, a modo de ensayo, lo que sucede ante los ojos de quien escribe a poco que fije su mirada sobre el mundo que le rodea. La vida reflejada aquí no se conforma con la mera contemplación, sino que ahonda en sus detalles, para extraer su lado poético purgada de exceso de realidad. Doce la escribe reciclando sus recuerdos, reviviéndolos, convirtiendo sus reflexiones y recuerdos en materia orgánica, para contarnos sus arraigos, sus certezas e incertidumbres, por medio de textos breves que aspiran a palpar el contexto de lo que toca en suerte hasta llegar al meollo de lo que tiene de inexplicable. Es eso mismo lo que trata de buscar en cada entrada de su diario, por insólito o nimio que resulte: “El contexto lo es todo porque es nuestra vida, escrita y no escrita”.

Y así va enlazando textos depurados que lo mismo irrumpen para reparar en algún alumbramiento o sencillamente para reclamar la atención en divagaciones artísticas. Este es un libro indagatorio que se adentra en esa búsqueda y en esa relación fecunda con el exterior a través de la particular visión de estar consigo mismo. Cada fragmento se sucede propicio para poner sentido a lo que el propio Doce respira y lleva entre manos, su vocación de escritor. Son muchos autores, como Handke, Eliot, Canetti, Hughes, Valente o Anne Carson, entre otros, los que por aquí asoman y prestan su compañía, traídos oportunamente para alumbrar no solo afinidades, sino también para nombrarlos por lo que contienen de referencia y modos de entender un poco mejor la realidad del mundo.


Todo esto será tuyo es un dietario introspectivo ameno y perspicaz, un libro cercano en su concepción, que se lee como una tentativa bienintencionada y provechosa de aproximarse a un género narrativo que obedece más a una razón vital, que a una razón literaria, pero sin renunciar a ella. Su tono íntimo contribuye a eso mismo, a que asistamos al soliloquio de alguien fiado de su intuición y experiencia, alguien preocupado por hablarnos de la vida, la suya y la de los demás, echando el guante a las vivencias y a los hechos de la realidad.

Uno acaba la lectura de este libro con la sensación de haber estado en buena compañía, no solo por la cercanía de la voz que habla, sino con la sensación de una estancia que valió la pena percibir por la manera de contarnos la verdad que da sentido a la otredad del libro.


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