Valero lleva una trayectoria literaria tan semioculta, como larga y fecunda. Cuenta en su haber con seis libros de poemas publicados. Se inició como prosista en 2001 con un ensayo biográfico sobre Walter Benjamin y luego debutó en la memoria y la reflexión artística con otras dos obras. En 2014 se dio a conocer en el género narrativo con la novela Los extraños, un estreno sorprendente que tuvo muy buena acogida entre sus lectores y la crítica. Después aparecieron Las transiciones (2016) y Enfermos antiguos (2020), y otros textos, entre ensayo literario y libros de viajes, como El arte de la fuga (2015) o Breviario provenzal (2021). Vuelve ahora a sorprendernos con El tiempo de los lirios (Periférica, 2024), un viaje por Umbría, territorio poblado de signos del pasado para indagar en sus huellas y desvelarnos los entresijos y andanzas de una figura, como san Francisco de Asís, un ser poseído de una razón mística y una conciencia casi sacramental sobre la naturaleza y la condición humana.
El tiempo de los lirios es un libro de viajes de quince días que el autor lleva a cabo por Umbría y sus enclaves históricos, un mapa itinerante que le sirve para recorrer sus pueblos, e indagar en sus esquinas y plazas, así como la piedra que reviste a toda esta región de la Italia central, que sin estar bañada por el mar, es un territorio lleno de agua y esplendorosas ciudades, como Asís, Gubbio, Foligno o su capital Perugia. Por estos lares discurre su andanza en compañía no solo del espíritu del santo Francisco, sino de lo que supuso su testimonio en su deambular por la región. Valero, a su vez, intercala en su narración una sugerente referencia de escritores y pensadores que, al igual que el protagonista del libro, no depusieron su actitud crítica de la época que les tocó vivir, como Goethe, Simone Weil, Chesterton, Walter Benjamin, Herman Hesse o Emilia Pardo Bazán, en sintonía con el mensaje franciscano de transformar la realidad social, religiosa y cultural del momento.
Bajo la misma forma de dietario que en su Breviario Provenzal (2021), un exquisito recorrido interior por los secretos de Provenza tras la huella de Petrarca y de otros artistas y poetas, Valero nos lleva ahora por rutas franciscanas en El tiempo de los lirios, a través de una Umbría primaveral repleta de luz y arte, plena de paisajes telúricos y místicos, donde el humanismo renacentista emergió con afán de rescate. Viene a decirnos Valero que es difícil escribir algo sobre esta región que no esté impregnado de la fama de San Francisco de Asís que, según nos cuenta, perdura por su condición de adelantado a su tiempo, de constante precursor por el respeto a los animales y al entorno natural, por su sentido estoico de forjar una vida de pobreza voluntaria para conseguir ser plenamente libre.
Conforme vamos leyendo, percibimos ese interés de Valero por reivindicar la presencia de un pasado interpelante, de un legado como el de la Edad Media con toda esa parte existencial de grandes humanistas: artistas, escritores y religiosos que pusieron luz a puntos oscuros de nuestra existencia, y mostraron que vivir consiste en responder a los acontecimientos, a las contingencias del tiempo, a los enigmas de la historia y alumbrar lo que importa: el conocimiento y la moral como baluarte de prosperidad y entendimiento. Aprovecha el escritor ibicenco este fin narrativo ejerciendo de guía para que el lector no pierda detalles, mostrando las singularidades del paisaje, conectando los pueblos y basílicas por donde la figura de Francisco y su orden mendicante recalaron en aquellos viejos tiempos, henchidos de convicciones.
Esta Umbría revisitada conserva el esplendor monumental de su pasado medieval, siendo cuna, a su vez, de una larga tradición literaria y de arte pictórico basados en la vida y milagros de un santo que propició un nuevo alegato de espiritualidad ligada a la fraternidad, la humildad y la pobreza. Una espiritualidad que hoy en día se nos antoja merecedora de resaltar frente a las injusticias e incongruencias de los tiempos que vivimos. Igual que su poesía, Valero concibe la narración bajo ese prisma temporal de combinar presente y pasado. Para él, viajar, caminar, trasladarse y observar es vincularse al buen fin de su literatura, como conjuro y metáfora de creación, que implica una mirada escrutadora a la historia y a la propia razón de ser de sus protagonistas, como así refleja El tiempo de los lirios.
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