Pilar
Adón (Madrid, 1971) subraya en una entrevista de hace unos meses
que, para ella, el libro es un compañero maravilloso que habla,
escucha, aconseja, anima, relaja, se deja llevar, es paciente y está
siempre disponible. Suscribo plenamente todos esos eslabones verbales
que la escritora madrileña otorga al libro, pero añado uno que
suele darse en determinadas obras y produce extrañamiento e
incertidumbre, porque hay libros que también inquietan.
El
mes más cruel (Impedimenta, 2010) es el segundo libro
de relatos de esta narradora, poeta y traductora que se encuadra en
esa tesitura de la ansiedad y de la turbación: catorce cuentos
inquietantes donde, en la mayoría de ellos, sus protagonistas leen
por distintas razones, todos se refugian en las páginas de algún
libro, a modo de protección. Si no leyeran se volverían locos. Es
la manera que tienen de huir del miedo, la única forma de salvarse
del ahogo de sus existencias desesperadas. Dice Marta Sanz, en
la introducción al libro, que el lector queda perplejo con la
resolución de los relatos de Adón, con la duda de no saber
exactamente qué ha sucedido en las historias leídas. Esas
incertidumbres –añade– dejan resquicios para volver a pensar
sobre lo leído. Lo cierto es que esta antología encierra misterios
en los que hay que buscar su sentido rastreando detalles dejados
entre líneas por sus protagonistas, muchachas que se pierden y
jóvenes que se adentran en la espesura de un bosque o viven entre
las paredes de cristal de una casa aislada. Lo fantástico se
manifiesta. Cada relato de El mes más cruel finaliza
con un poema, como sustituto de aquellas moralejas de la tradición
propias del cuento. Da la impresión de que el lector asiste a la
revelación de una intuición, a la contemplación de una estampa borrosa a la que se le invita a
enfocar. Unos cuentos que parecen concebidos desde el interior de una
habitación cerrada por la que se encienden luces que debemos
descubrir detrás de sus puertas. Son historias que vienen con un
ropaje que nos obliga a deshacerlo poco a poco, para adentrarnos en
ese secreto tapado e ignoto. Pilar Adón despliega una prosa
sutil y medida en toda su mecánica narrativa para hablarnos de cosas
sin nombrarlas: de la muerte y la pérdida, del dolor y el destino inevitable.
Cada
una de las historias referidas en esta antología es parcial y por
eso resulta más interesante, porque no ha sido resuelta del todo,
ni despojada de todo su misterio. Los cuentos de Adón
proponen una mirada distante de la realidad, no todo lo que ocurre
alrededor de la vida visible de sus personajes es visible, ni está
presente, ni acaso se explique con la sola ayuda del sentido común.
Pilar
Adón es una formidable narradora que escribe con escasos
elementos, sin que el lector quede a oscuras; sus cuentos se adentran
en las anomalías del comportamiento humano. Los personajes de El
mes más cruel aparecen frágiles, inquietos e
inevitablemente melancólicos: jóvenes arrastrados por su pasado
traumático, gente apabullada, víctimas de sus miedos. Huyen
inquietos, pero necesitados de ayuda, y al lector les sobrecoge
porque no da con la clave de sus extraños comportamientos. En El
fumigador no sabemos a qué obedece la deformidad del niño, solo
conocemos que el chico vino al mundo “inacabado”, pero nos irrita
cómo es eliminado. Hay otros episodios escabrosos y turbios como
éste. En otro cuento, una acogedora anfitriona abandona a sus
invitados y se oculta en un escondite, sobrevenida por un achaque
extraño que arrastra sin ser desvelado al lector. En Clara,
un relato esquivo de una joven que decide encerrarse en su
habitación, donde no se aclara si escribe o lee a deshoras, se
prolonga esa icertidumbre entre la realidad y lo imaginado.
El
mes más cruel es una recopilación brillante de relatos,
con mucho tono lírico y atmósfera hipnótica, con una voz narrativa
cercana e íntima, absorbida en lo que está contando. Da igual que
el cuento esté narrado en primera persona o en tercera, a Pilar
Adón lo que le interesa es la virtud de esa voz modulada y su
capacidad de provocar el ensueño en el lector, sin tener que
recurrir a finales redentores.
En
suma, El mes más cruel es un libro extraordinario que
transita por el silencio y el secreto de las vidas extrañas y
solitarias de sus protagonistas, bajo la duda de lo que realmente les
sucede, un libro habitado por almas truncadas que deambulan en la desolación, machacadas por sus miedos constantes.
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