Cada
noche, cuando nos dormimos, dejamos que se apague, sin titubear, nuestra conciencia y permitimos que vuelva cada mañana
cuando suena el despertador. En cuestión de unos segundos
recuperamos nuestros dominios mentales y volvemos a dar sentido a
nuestra existencia. Con frecuencia, nos recuerda el profesor Antonio
Damasio en su libro Y el cerebro creó al hombre (2010),
olvidamos que sabemos que existimos y que pensamos, y es la
conciencia la que nos permite sentir la experiencia conectada a
nuestra subjetividad. A Jorge Volpi (México, 1968) las ideas
del neurocientífico portugués y la de otros muchos, como Freud,
Nietzsche, Oliver Sacks y Douglas Hosfstadter le
animaron a escribir Leer la mente (Alfaguara, 2011), un
libro curioso e interesante que lleva implícito, además, un
sugerente subtítulo: El cerebro y el arte de la ficción.
Volpi,
consumado escritor de relatos y novelas, viene a desarrollar en este
ensayo la importancia de la ficción, de la literatura, en la
aventura de vivir, hasta el punto de ver esta tarea indispensable
para la supervivencia. Para el escritor mexicano, el contador de
historias tiene en sus manos los argumentos para que el lector
acepte sus inventos, sus imposturas, siempre que lo mantenga en vilo
y le ofrezca vivir experiencias emocionantes. Caso contrario, el
pacto salta por los aires y concluye con el mismo desaliento que nos
embarga al despertar fortuitamente de un sueño. Leer la mente
es un libro que se forja en planteamientos científicos para
despertar la conciencia del lector y encauzarlo a un terreno más
prosaico. El autor de En busca de Klingsor examina las
teorías y análisis científicos para establecer su argumentación y
aterrizar en la literatura, una fuente histórica indiscutible para
analizar la evolución del hombre gracias a los mecanismos existentes
de la creación artística con el cerebro, el órgano de ficción por
excelencia.
Volpi
considera que la historia del hombre pone en evidencia que una de las
funciones del arte, y especialmente el arte de la ficción, es la
interpretación de ese alma creadora en el mundo. La naturaleza
inventiva del ser humano y su condición social determina que su
comportamiento, a veces asuma el papel de espectador y, en otras
ocasiones, de actor. Me gusta cuando el mexicano subraya en una de sus
frases más felices que los humanos somos rehenes de la ficción.
Y es que vivir otras vidas contadas no es solo un juego, sino una
posibilidad de ensanchar la idea que tenemos de nosotros mismos. Por
eso, Volpi
insiste en que la novela y el cuento son géneros que nos conducen
poderosamente a indagar y a penetrar en las conciencias ajenas, de
manera directa y espontánea. Igualmente, abunda y sostiene que quien
lee relatos y novelas tiene más posibilidades de comprender mejor el
mundo, de entenderse con los demás y de comprenderse a sí mismo,
que quien no lee. La lectura se convierte en una de las herramientas
más poderosas de aprender acerca de la condición humana. La
ficciones serán simulacros de la realidad, como refleja el libro,
pero son las que nos permiten sostener y concebir las ideas
generadoras sobre nosotros y el mundo que nos rodea.
Leer
la mente es todo un
ejercicio bien labrado que conexiona ciencia y literatura para tratar
de acercar al lector a uno de los avances más recientes e
importantes en el estudio del cerebro, cómo se relaciona con la
ficción en general y con la literatura en particular.
Decía
Einstein
que la imaginación es más importante que el conocimiento, porque el
conocimiento es limitado, en cambio la imaginación abarca el mundo.
Jorge Volpi explota, a mi juicio, esta idea del físico alemán en el libro que ha escrito, un texto
jugoso y apasionante que concita tener más en cuenta ese
entramado complejo que encierra la mente y su relación con la
ficción. Al fin y al cabo somos ficciones y cada uno lleva consigo
su propia novela en marcha.
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