Parece
obvio: si algo distingue a la especie humana es la capacidad de
contrastar, de proyectar, de crear, es decir, su capacidad de
aprender. Pero, a veces, las cosas más sencillas son las más
difíciles y las que más se olvidan inexplicablemente. En cambio,
nuestro mundo permanente y acelerado, envuelto en un papanatismo
galopante, da pie a plantearse, si ejercemos como individuos y como
grupo social, todo el potencial de posibilidades que nos ofrece
nuestra inteligencia. Está claro que andamos perdidos y que, muchas
veces, no sabemos qué hacer con nuestra capacidad de decidir. Hay
ocasiones en las que mutilamos, acallamos, guardamos esa facultad
para mejor ocasión. Todo lo cual, sin duda, es una muestra de la
falta de sentido crítico, nunca reconocido, de nuestra orgullosa
civilización tecnico-científica. Queremos pasar de situaciones
indeseables y no asumimos que existir es en parte resistir.
Con
estos planteamientos y con la idea de que la realidad desgasta y que
todo es difícil que transcurra de forma plena, Josep María
Esquirol (Sant Joan de Mediona,
Barcelona, 1962) aborda en su último libro un discurso filosófico
basado en la experiencia personal de la resistencia como fuente de
indagación y superación en la vida cotidiana de cada uno. Durante
buena parte del día vivimos como si estuviéramos programados: nos
levantamos, hacemos cosas repetitivas porque se las hemos visto hacer
a los demás, porque nos las enseñaron así, porque eso es lo que se
espera de nosotros. No hay tantos momentos conscientes en el día a
día, pero, de vez en cuando, algo ocurre e interrumpe ese estado de
somnolencia y nos obliga a pensar y a poner freno a ese automatismo
cotidiano.
La resistencia
íntima (Acantilado, 2015)
es un libro pensado para eso, para apreciar lo simple y lo llano que
significa el transcurrir de nuestras vidas como contrapunto a lo
extraordinario y sublime, porque en lo cotidiano hay una riqueza a
nuestro alcance que no puede menospreciarse. En este luminoso ensayo,
el profesor Esquirol
insiste en que hay desmesura en catalogar a la vida como un proyecto
y realización personal en busca del éxito. Frente a esto, propone
reivindicar la profundidad del gesto cotidiano. En lo cotidiano hay
mucha sedimentación –subraya– hay una riqueza absoluta y
extraordinaria. El filósofo barcelonés siembra ideas y desmenuza
conceptos sencillos, con un lenguaje al alcance del lector común,
para situarlo en la materia filosófica de las pequeñas cosas que
aparentemente parecen superficiales, pero que encierran una profunda
reflexión sobre la sencillez de la cotidianidad, una realidad llena
de lecturas donde guarecerse y gratificarse. Se habla del valor de
volver a casa al amparo y refugio del hogar como idea de franqueza y
de protección del exterior, de esa ingrata desubicación que tanto
nos acucia. Estamos a la intemperie, es difícil vivir y necesitamos
protegernos, cuidarnos. En ese retorno a la sencillez, el autor nos
alumbra para indicarnos que la vida no es solo expansión, sino
también refugio. Además, el texto está lleno de síntesis que
inciden en la dificultad que le supone al hombre vivir la vida, que
no es un mal, sino una realidad que hay que afrontar, algo inherente
a todo ser vivo. El hombre, por tanto, no es ajeno a esta traba
impuesta por la Naturaleza.
La resistencia
íntima contiene un diálogo
intenso y lúcido con el pensamiento contemporáneo sobre el sentido
de la vida desde el microscopio personal del quehacer diario del
hombre, un ensayo profundo y ambicioso, escrito con una prosa clara,
sobre la sencillez de nuestra existencia, que no es más que
permanecer en el cuidado de la proximidad, esa filosofía que presta
su atención a lo próximo, la casa, lo cotidiano, cuando se afrontan momentos difíciles, con la sabiduría de la gente sencilla que sabe
que se hace lo que se puede, y eso tiene su mérito.
Josep María Esquirol
ha escrito un hermoso y brillante elogio de la sencillez que arranca
con la imagen en torno a la mesa donde los comensales se reúnen en
el hogar para compartir el alimento diario y continúa con argumentos
poderosos para no caer en el nihilismo o en la disgregación y
cuestionar el azote imperioso de la actualidad aciaga. Emulando a una
célebre cita de Michel de Foucault,
leer este libro es, sin duda, una experiencia de la que se sale
transformado.
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