Cada
libro lleva el alma de quien lo escribió y, en gran medida, de quien
lo publicó. La editorial Fórcola acaba de lanzar el mes pasado una
segunda edición revisada de Clarice Lispector. La
náusea lieteraria, que
revitaliza su primera publicación de 2013, aprovechando el
cuadragésimo aniversario de la muerte de la autora de Agua
Viva. En este ensayo
intenso y riguroso, que estudia en profundidad la narrativa y el
sentir existencial de la obra de Clarice Lispector,
la investigadora Carolina Hernández Terrazas
(México, D.F., 1978) ha volcado su espíritu, poniendo todo su afán
en examinar los entresijos del universo literario de esta escritora
de culto para acercarnos, a la vez, a su condición femenina, a sus
raíces judías, a las dudas vitales que siempre llevó consigo misma
y a su permanente relación con ese vivir exigente de sortear el
tedio y la náusea interior que tanto le habían absorbido durante su
existencia y que no cesó de plasmar de forma palmaria unas veces,
otras de forma velada, en su extensa obra.
En
el prólogo del libro, la profesora titular de literatura portuguesa
de la Universidad de Barcelona, Elena Losada Soler,
incide sobre la vertiente existencialista de la vida y obra de
Lispector y nos
desvela que el libro de Carolina Hernández,
nacido como tesis doctoral se ha convertido en un “ensayo completo
y complejo”, motivado, entre otras razones, por el resultado de un
trabajo intelectual bien documentado, tratado con rigor y emoción,
siendo el primer estudio relevante publicado en España sobre la
escritora brasileña.
Lispector
falleció el día 9 de diciembre de 1977. Sobre su lápida quedó
sellada una de sus grandes aspiraciones: “Darle la mano a alguien
fue lo que siempre esperé de la alegría”. Antes de que este
epitafio fuese fijado, la vida de Clarice
tuvo un trasiego penoso de huida y largo recorrido. Nació en
Ucrania, aunque nunca se consideró de aquella región rusa y nunca
pisó su suelo. En 1920, su familia, de origen judío, huía del
hambre y de la violencia desatada de los pogromos que se produjeron
en medio de la guerra civil y del desasosiego extendido por la
revolución bolchevique de 1917, con destino a América. Su infancia
transcurrió en Recife, donde sus padres se instalaron cuando tenía
dos meses, aunque pasó la mayor parte de su vida en Rio de Janeiro,
aparte de los periodos pasados en el extranjero, al seguir los
destinos diplomáticos de su marido. En la ciudad pernambucana leyó
todo cuanto cayó en su mano. A los veintitrés años publicó su
primera novela, Cerca del corazón salvaje,
y ya no paró de escribir hasta sus últimos días.
Hernández
Terrazas indaga en la
vida de Lispector y,
sobre todo, acude a la mejor fuente de respuestas: su obra. Y para
ello, primeramente, como nos aclara en la introducción, acude a esos
momentos asombrosos y reveladores tan presentes en Agua
viva, uno de sus libros más
significativos. Es en la epifanía del instante, subraya la
ensayista, donde el mundo se revela tal cual es: “Clarice
Lispector toma ese instante, lo
manipula desde un fundamento de existencia y lo expulsa después de
pasar por el proceso de la náusea a través del lenguaje”.
Más
adelante, a través de un análisis pormenorizado de su producción
literaria, nos desvela secretos y perspectivas, deteniéndose,
especialmente, en otros de sus libros más destacados como La
pasión según G.H., La
hora de la estrella, Un
soplo de vida y, desde
luego, en sus reveladores y fascinantes cuentos. Conforme vamos
avanzando en la lectura de su estudio, se alcanza a vislumbrar que se
trata de una autora casi inabarcable, que invita a volver una y otra
vez a visitar su obra para una mayor comprensión de su legado
literario, fiel reflejo de su sensibilidad angustiada por el hecho de
no saber por qué vive. Nos dice la ensayista, gracias a la
exploración de sus textos, así como a los testimonios escritos por
otros estudiosos sobre la misma, que nos encontramos ante una
escritora introspectiva, “autora de silencios”, “de libros que
son gritos de existencia”.
El
tedio, el aburrimiento y la náusea son constantemente aludidos en su
poética del hastío. Este asedio permanente hace que Clarice
Lispector plasme en su
escritura esa otredad nacida de ese apremiante estado de ánimo
inconformista que actúa y vive con esa cierta pasión de dolor por
el mero hecho de existir. Y es ahí, como apunta Carolina
Hernández, en esa náusea
física y metafísica, donde encuentra su finalidad ese
existencialismo literario de Lispector,
devolviendo su dignidad al lenguaje. Al fin y al cabo, como bien dejó
dicho su admirado Sartre,
“pensamos en palabras”.
Cuando cae en tus manos un libro indagatorio sobre el halo de la escritura de alguien a quien admiras, tan bien estructurado, tan intenso, pese a su brevedad, y tan apasionado como este, uno se atreve a proclamar con emoción y sin ambages lo que acaba de leer: una estupenda biografía literaria e intelectual de una de las más singulares representantes de las letras brasileñas.
Este libro pertenece, por tanto, a esa estirpe de obras escritas con pasión y rigor que animan a seguir leyendo ensayos, un género precursor de la curiosidad, del análisis y del subrayado que a no pocos lectores nos cautiva tanto.
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