Quien
se ha pasado la vida leyendo a los clásicos, antiguos y modernos, ha
vivido bajo el signo de la relectura, que está implícita, se la
haga o no, en toda literatura que se precie. Los clásicos, como dejó
escrito Italo Calvino,
son esos libros que nos llegan trayendo impresa la huella de las
lecturas que han precedido a la nuestra y, tras de sí, la senda
histórica que han dejado en la cultura o en las culturas que han
atravesado. La lectura de un clásico, según sus palabras, debe
depararnos cierta sorpresa en relación con la imagen que nos
habíamos hecho de él.
No
es posible concebir ninguna forma de enseñanza sin los clásicos,
escribe Nuccio Ordine
(Diamante, Italia, 1958) en su admirable manifiesto La
utilidad de lo inútil
(2013). Solo, según sus apasionadas y atentas palabras, el encuentro
con un clásico y, desde luego, con un buen profesor, podrá cambiar
de verdad la vida de un estudiante o de un lector aplicado. A este
respecto, el psicoanalista Massimo Recalcati
en su ensayo En la hora de clase
(2016) apunta que el valor fundamental del maestro está en proveer
al estudiante de esa curiosidad por los clásicos a través de ese
estilo particular que lo distingue. Y ese estilo, cuando contagia, es
el procedimiento eficaz que el buen docente aplica para dictar lo que
enseña al interés y al deseo de saber de la clase.
En
su nuevo libro, Clásicos para la vida
(Acantilado, 2017), bajo la traducción impecable de Jordi
Bayod, Ordine
establece, precisamente, una relación muy estrecha entre la voz de
los clásicos y quien incita a leerlos, el profesor. El maestro
siempre aprende al mismo tiempo que enseña, viene a decirnos. Hoy en
día, el poseer bienes materiales ocupa una excesiva preocupación en
nuestro entorno, y la escuela no es ajena a ello. Por eso, advierte,
conviene dar la voz directamente a los clásicos, escucharlos y
experimentar lo que estos grandes escritores nos interpelan, para
atenuar esa incesante pulsión de acaparar riquezas. El mundo es, por
supuesto, una escuela de indagación y “lo importante –como decía
Montaigne– no es
quién llegará a la meta, sino quién efectuará las más bellas
carreras.”
Clásicos para la
vida es una extensión
ensayística a La utilidad de lo inútil
sobre el poder de la literatura, sobre libros necesarios y
relevantes, a modo de “una pequeña biblioteca ideal”, como así
reza el subtítulo que Ordine fija en su obra para delimitar su trabajo. Lo constituyen
cincuenta microensayos que remiten a los textos que anteriormente
fueron publicados en el suplemento semanal del periódico italiano
Corriere della Sera,
entre septiembre de 2014 y agosto de 2015 en su columna ContraVerso,
breves citas de clásicos, poetas, novelistas o ensayistas destinadas
a subrayar un tema a través de la lectura de un fragmento de la obra
destacada de cada uno de ellos. Como apunta el propio autor al
principio, este libro nace del interés de homenajear a los clásicos,
pero también para incitar la curiosidad del lector “hasta
empujarlo a afrontar la lectura de una obra en su integridad”. Por
tanto, estamos ante un manual de literatura que se aleja de la mera
divulgación y de establecer un canon literario. Más bien pretende
ser un regreso a los clásicos como necesidad. A pesar de la brevedad
de sus piezas, el interés del texto escogido lleva su
intencionalidad, que no es otra que despertar la curiosidad, llamar
la atención del lector distraído en otros quehaceres consumistas y
buscar su complicidad, para hacer posible que este ponga rumbo a una
mejor compañía.
El
interés del profesor Ordine
y su implicación con los clásicos, omnipresente en el libro,
citando a autores como Homero,
Platón, Giordano
Bruno, Rabelais,
Goethe, Cervantes,
Dickens, Borges,
Yourcenar, Cavafis,
Pessoa..., hasta
llegar a medio centenar de ellos, aspira a elevarse, pero su vuelo,
intencionadamente, es raso, porque desea tocar la realidad de la vida
sin grandilocuencia. Su verdadero interés no es otro que poner un
cebo, una piedra de toque, para que el lector sopese y reflexione
sobre la conveniencia de leer por completo alguna de las obras
señaladas en cada pasaje.
Solo
se puede leer para iluminarse uno mismo, constataba Harold
Bloom admirablemente: no es
posible encender la vela que ilumine a nadie más. El libro de Ordine
apela a ello, a leer en virtud de muchos propósitos y para obtener
copiosos beneficios. Su apuesta va dirigida a inducirnos a una
lectura activa a través de los clásicos, lo que nos llevará al
cultivo de nuestra conciencia individual y al más elevado goce, algo
reservado, para aquellos que lo intenten confiados y sin prejuicios.
Hay
muchas maneras de leer bien y en todas está implicada nuestra atenta
receptividad. El crítico, el ensayista o el profesor deben estar al
servicio de mostrar y, al tiempo, propiciar la buena lectura para que
llegue como reclamo a su destinatario. Hacia esa dirección se
encamina este libro, poniendo luz y taquígrafos a la voz juiciosa de
los clásicos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario