Una
obra literaria es a menudo la realización de principio a fin de
pasajes que se apoyan en la experiencia real, y de otros que
solamente responden al capricho de la lengua, sin que el lector
encuentre nada que objetar, sin que pueda darse cuenta siquiera de
esos cambios continuos de referencias en el orden de la verdad que el
autor va desgranando conforme su texto escrito va suscitando su
interés y de cuya compañía no desea librarse. En una obra
literaria lo que tiene de exclusivo es lo que verdaderamente cuenta
para el lector.
Bajo
el cuidado expreso y selección de textos a cargo de Leila
Guerriero, el nuevo libro de
Pedro Mairal (Buenos
Aires, 1970), Maniobras de evasión
(Libros del Asteroide, 2019) se presenta como una obra que aglutina
ese rasgo de exclusividad y esa ambivalencia de escritura en la que
las peripecias vitales y la intuición literaria se compaginan con
sumo gusto. Decía Einstein
que “la única cosa valiosa es la intuición”, y aquí, en toda
la ristra periodística de columnas y artículos que conforman este
volumen hay mucho de esa tentativa. El propio autor la aprovecha para
retratarse a sí mismo en todo su sentido y significado como
escritor. Desde esa innata predisposición a abstraerse, a revivir la
memoria y los recuerdos de las cosas más pequeñas, a hacer
literatura de lo cercano, del tiempo propio, podemos afirmar que lo
que el lector se va encontrar en este dinámico volumen de Mairal
no es más que una autobiografía articulada en un buen manojo de
fragmentos que giran alrededor de su vida.
“Hay
libros que escribí sin darme cuenta –confiesa en una de sus piezas
más emotivas–, distraído, sumando textos que después formaron un
volumen. Y hay otros que fueron desde el inicio un proyecto, un
programa en el que me enfrasqué durante meses. Este libro me demanda
y me demandó las dos formas de trabajo. Tiene algo involuntario y
algo voluntario”. Es aquí en este texto donde Mairal,
de manera precisa, desmenuza la forma de entender su oficio y los
motivos que le llevaron a escribir este libro después de atravesar
un periodo de sequía: “No hay vivencia imposible de transmitir.
Todo se puede contar”, subraya. Se pregunta a sí mismo si hay algo
monacal y de retiro en esto de la escritura: “¿Se elige realmente
esa condición o es una tendencia personal, un vicio melancólico?”
Maniobras de
evasión está concebido en
su conjunto como un ejercicio literario de lo que se viene
denominando autoficción, un libro urdido bajo la máscara de un
diario en el que la memoria, la vida y el oficio conforman los tres
ángulos por donde gravitan sus treinta y nueve piezas. Mairal
se muestra sensible con sus devaneos creativos y obsesiones, pero,
sobre todo, con sus consecuencias. Y así en uno de sus fragmentos,
el que lleva por título La
entrega señala que “lo
bueno de no saber para dónde vamos es que nos permite salirnos de
nosotros mismos por un rato, como esos momentos del viaje en los que
uno guarda el mapa y se entrega al enredo de las calles desconocidas,
se aleja del circuito trazado previamente...” El lector es
consciente de que se encuentra ante un libro que aun no siendo
uniforme presenta una secuencia intemporal. Así lo parece pese a que
lo escrito proviene de revistas y diarios argentinos, colombianos y
mexicanos o incluso del blog El
señor de Abajo donde el
autor publicó gran parte de sus textos con anterioridad. Escuchamos
la voz próxima de alguien que nos anima a leer lo suyo con nuestro
propio estilo, como mejor nos parezca, sin tener que atender a ningún
patrón, ni advertencia.
Hay
mucho poso de memoria en sus páginas en las que evoca momentos de la
infancia y adolescencia, la de un joven acomplejado, lampiño y poco
desarrollado, que le apartaron de muchos de los juegos que
practicaban los demás. Hay momentos evocadores de la niñez en que
la presencia de su madre, tan celosa por su bien, es tan persistente
que le incomoda. En otro, cuenta sus primeros escarceos amorosos con
una compañera de colegio. Los textos van hilando el paso del tiempo
y hay lugar para contar dos de las experiencias más fuertes que le
sucedieron muy equidistantes. En la primera Mairal nos
habla del accidente de autobús sufrido cuando tenía dieciocho años,
en un viaje escolar por el sur de Argentina, en el que el vehículo
acabó en un barranco con el fatal resultado de la muerte de los dos
chóferes. En la segunda, ocurrida diez años después, más
divertida y animada, que titula El
sobrino de Bioy, tiene
que ver con el galardón del Premio
Clarín obtenido con su
primera novela Una noche con Sabrina Love,
y otorgado, nada más y nada menos, por un jurado compuesto por Bioy
Casares,
Roa Bastos
y Cabrera Infante.
Mairal
posee ese don literario de la curiosidad, de mirarse como pocos, de
ver distinto. Maniobras de evasión
es un libro ágil, divertido y revelador que se atiene a ese
principio en el que tanto insistía Wislawa
Szymborska de
cómo se conforma un escritor: “en su interior, en el corazón y en
la cabeza”. Nuestro autor
responde
a ese corolario cuyo resultado no es otro que haber firmado una obra
jugosa gracias a esa innata predisposición suya de escribir de forma
emocional sobre sus experiencias vitales, con una prosa sencilla y
chispeante que fluye con gusto.
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