jueves, 31 de diciembre de 2020

Universo Welles

Orson Welles siempre fue a lo suyo, en busca de la hibridación en el modo de hacer películas, escapando de fórmulas preestablecidas, formas canónicas y discursos tópicos. Lo que para muchos era un reto, para él el cine siempre fue el punto de partida de una aventura: miró siempre hacia afuera, pues nunca le gustó estar dentro acomodado, haciendo concesiones o adaptándose a otros gustos, siendo en ese sentido un creador inclasificable, convencido de lo que quería, un genio para muchos, alguien que con tan solo veintitrés años ya saltó a la fama con aquella magistral emisión de radio de La guerra de los mundos en la que tuvo a millones de oyentes absortos y pegados al dial de la radio como si el relato que se estaba emitiendo se tratara de una noticia que estaba ocurriendo en las calles donde vivían. Tres años más tarde, estrenó Ciudadano Kane, su obra cumbre, una película catalogada como una de las mejores de la Historia del Cine.

El catedrático, escritor y guionista Agustín Sánchez Vidal (Carrillo de la Bastida, Salamanca, 1948) acaba de publicar Quijote Welles (Fórcola, 2020), una voluminosa e impresionante novela que nos cuenta mucho de la vida y obra de Orson Welles, una de las figuras más controvertidas de la gran pantalla y las artes escénicas, que innovó mucho y bien en la radio, el teatro y la televisión. En todo esto repara el libro de Sánchez Vidal y en la pasión que el norteamericano profesaba a España, a su cultura y costumbres, a Goya, a Machado, a los toros y al vino de Jerez. Entusiasta de ese gran Siglo de Oro que representaba Cervantes, consagró muchos años en viajar por muchos lugares de nuestro país con un propósito desmedido de conocer el paisaje y su gente para llevar al cine uno de sus grandes proyectos: don Quijote.

Welles no solo escribía el guion y dirigía sus películas, sino que las interpretaba como pocos. Le encantaba diseñar los decorados, así como ocuparse del montaje de sus proyecciones. Su obsesión por las andanzas del caballero andante no paró de rondarle por la cabeza largamente. Sin embargo, no pudo culminar su sueño. Su don Quijote le acompañó durante toda su vida como una obra inacabada, con una carga sentimental que Sánchez Vidal ha sabido aprovechar para acercarnos al perfil más humano e íntimo de Welles, un hombre de personalidad desmedida, tan egótico y consciente de su reputación y fama, como inteligente, culto, desbordante y vitalista.

En Quijote Welles aparecen muchos de los entresijos de la vida y del quehacer cinematográfico de Welles que vamos conociendo a través de la investigación llevada a cabo por Barbara Galway, una joven periodista que se propone escribir su biografía con toda clase de detalles que ilustra con testimonios de sus coetáneos. Durante sus encuentros y entrevistas con el cineasta descubrimos la vigencia que la obra cervantina tiene para él. Dice que es “uno de los libros que más y mejor se pregunta qué cosa es España, su misión en la Historia, podríamos decir poniéndonos un poco solemnes”. Por eso quiere traerla a la actualidad para que sus dos míticos protagonistas se percaten de cómo es el país en aquellos años sesenta y cuáles son los intereses de quienes lo habitan, gente que aspira al progreso y que quiere dejar atrás lo pintoresco del pasado.

El libro va ensanchando su hilo conductor por medio de fragmentos de entrevistas con artistas como Charlton Heston, John Houston, Pedro Vidal, Antonio Ordóñez, Gore Vidal o Miguel Delibes que conocieron sus afanes tan a fondo. A través de todos estos encuentros Galway persigue entre los que le trataron a los que le puedan ofrecer más detalles de aquello que su biografiado esquiva, dando entrada en la narración a algunas cartas y diarios que arrojan más luz sobre un Welles que ya se nos presenta como un personaje en decadencia más decadente, con menos ardor y poderío en la industria del cine que los que tuvo, pero con la misma dignidad arrolladora de siempre, consciente ya de que su carrera irremisiblemente se va disipando.

En el capítulo diez, titulado Érase una vez en América, encontramos a uno de los pasajes que nos ofrecen más luz acerca del carácter de Welles, que no es otro que este del guionista y novelista Peter Viertel, durante la conversación animada que mantiene con Barbara Galway: "Es imposible resumir la personalidad de Orson en unas pocas palabras. Lo primero que me viene a la cabeza es algo que decía mi padre. Aseguraba que en este mundo hay personas que se pasan la vida buscando la muerte, mientras que otros buscan desesperadamente la vida. Él es una sorprendente y explosiva mezcla de esas dos actitudes, por un lado, una creatividad desbordante y, por otro, una actitud profundamente autodestructiva. Hay algo que le atormenta, no acaba de acomodarse a las limitaciones de este mundo y eso le carcome por dentro, le produce un vacío interior, una especie de pozo que trata de llenar no solo con el alcohol, la comida o el sexo, sino sobre todo con trabajo" (pág. 406).

Sánchez Vidal posee ese rasgo particular de conocimiento para establecer un vínculo humano e intelectual con el mismo personaje de su libro; o lo que es lo mismo, para bajar al ruedo y prolongar aquello que siempre ha estado en juego en la literatura, la exploración de ciertos abismos, un propósito indagatorio de hurgar en la piel inabarcable de Welles, un ser tan arrollador como contradictorio, de vida disoluta y excesiva.

Quijote Welles es un libro denso y ambicioso, pero fluido y ameno gracias a sus muchos diálogos y entrañables anécdotas que le dan una fluidez narrativa que hace agradable su lectura, un viaje apasionante y fecundo por la vida de Orson Welles, un genial artista, otro Quijote errante que se permitió disfrutar, en gran medida, de todas las libertades que tuvo a su alcance.


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