En
mi última escapada a Madrid me perdí, a propósito, en la librería
La Central, en Callao. Allí anduve ensimismado entre sus
anaqueles, mientras C., mi fiel acompañante, se iba de
compras. Después de pasear por todas las dependencias de La
Central, me demoré en una de las esquinas de la planta donde se
ubican las obras de autores hispanoamericanos. Adquirí Formas
breves, quizás el mejor texto crítico de Ricardo Piglia
(Androgué, 1940), publicado en Anagrama. No sé qué tiene este
escritor argentino que tanto me seduce, pero después de que cayera
en mis manos su legendaria novela Respiración artificial,
no he parado de leer todo lo suyo. Es uno de los escritores más destacados de la actualidad narrativa sudamericana. Tal vez
sea su estirpe borgeana o ese perfil de académico experimentado que
representa o, sobre todo, esa brutal eficacia narrativa lo que le
confiere tanto fervor por parte de los lectores y críticos.
Piglia
es un escritor en la órbita de Borges,
Macedonio Fernández,
Chéjov,
Kafka
y Hemingway.
Es todo en sí un mundo literario dedicado a continuar entre los
elegidos en contar y descifrar el acto de narrar. En Formas breves, Piglia
y Renzi,
el autor y su personaje de ficción, opinan sobre otros autores y
otros textos. Estas reflexiones son interesantísimas y hacen partícipe al lector, hasta hacerle sentir que asiste a una mesa redonda donde ambos tertulianos vuelcan
sus saberes y opiniones sobre el universo literario.
En
todo este ensayo literario o diario narrativo y autobiográfico de
Ricardo Piglia, se tiene la buena sensación de participar en un laboratorio
literario en el que el maestro argentino despliega sus dotes
experimentales sobre los textos de otros escritores y aporta su
visión galáctica de la literatura. Piglia
desfila por el psicoanálisis al igual que por el género policial, o
traza su tesis sobre el cuento, que se resume en lo siguiente: Un
cuento siempre cuenta dos historias[...] El cuento es un relato que
encierra un relato secreto. De
igual manera, Piglia recuerda la teoría del iceberg de Hemingway,
que establece que lo más importante es lo que no se ve, lo que no se
cuenta. Saber narrar es el arte de presentir lo inesperado;
de saber esperar lo que viene, nítido, invisible, como la silueta de
una mariposa contra la tela vacía,
(pág. 137).
Formas
breves es un texto
magistral, un libro que el lector curioso agradece por los secretos que revela sobre la composición del cuento. Recuerdo que cuando terminé de
leer este pequeño y sustancioso volumen lo guardé con cuidado en la
maleta. Al llegar a casa fui a colocarlo en el anaquel
correspondiente de mi biblioteca, con la sorpresa mayúscula para mí, de encontrarme
otro mismo libro en su lugar, leído justamente hace dos años. Sin
embargo, celebré mi torpeza de haber adquirido una obra que ya
tenía, incluso con idéntico subrayado en ambos ejemplares. Quizás
la primera vez leí a Piglia.
La segunda vez fue distinto, me encontré con las Formas
breves de Emilio
Renzi. ¡Toda una aventura!
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