En
noviembre del pasado año, incorporé al blog un resquicio sui
géneris para destacar algunas publicaciones imprescindibles de
clásicos inmortales, bajo el epígrafe Back to the classics,
entre las diferentes entradas que configurarían esta bitácora de
lecturas.
Nada
mejor para celebrar el primer aniversario del nacimiento de El
Fescambre que hacerlo con la
propuesta que la editorial Sexto
Piso lanzó, no hace
mucho, de la novela Memorias del subsuelo,
todo un hito de la literatura universal del genial Fiódor
Dostoievski. Una apuesta
digna de encomio, revitalizada con una reedición hermosa, gracias a
las ilustraciones de Jorge
González que dan al
texto un toque de modernidad, sin olvidar recrear la atmósfera de
esta historia de humillación que refleja el espíritu atormentado
del escritor ruso. El propio sello editorial subraya, en una nota
previa, que la edición de la obra nace de la vieja traducción de
Rafael Cansinos Assens,
de 1935, conservándose los arcaismos y modismos que el escritor
sevillano introdujo deliberadamente para acercarnos a la época del
autor.
Memorias
del subsuelo fue el primer
libro que leí de Dostoievski
en mi juventud, y tanto me persuadió aquella lectura que fue el
preludio de las siguientes, como Crimen y Castigo
y Los hermanos Karamazov,
dos novelones que contrastan con esta obra breve que nos ocupa.
Cuando
el libro apareció, allá por el año 1864, Dostoievski
se hallaba sumergido en una crisis existencial que le hizo mucha
mella: la muerte reciente de su mujer y su hermano, el acoso de sus
acreedores, la persecución zarista por sus artículos de prensa...
Pero fue su adicción al juego lo que le arrojó irremediablemente
al precipicio. De manera que con estos antecedentes, Memorias
del subsuelo es la
consecuencia de un hombre de alma en pena que conjura con la
escritura el exorcismo de sus propios demonios.
Esta
nueva relectura me ha servido para constatar que, a pesar del tiempo
transcurrido, he podido reconocer el desasosiego de ese narrador tan
ofendido y humillado. Memorias del subsuelo
es un relato conmovedor e irrepetible, una novela que arranca como
saben hacerlo esas historias que atrapan al incauto lector en las
primera líneas:
“Soy
un enfermo... Soy malo. No tengo nada de simpático. Creo estar
enfermo del hígado, aunque, después de todo, no entiendo de eso, ni
sé a punto fijo, dónde tengo el mal. No me cuido ni nunca me he
cuidado...”
Lo terrible del narrador de estas memorias es que, a
pesar del desprecio que profesa a todo ese catálogo de personas
despreciables que se topan con él por la calle, al final, los
envidia, sin importarle cambiarse por ellos, aunque solo fuera un
día; eso sería mejor que soportarse en esa lucha letal que lleva
consigo mismo.
Escrita por una voz amarga, Memorias del subsuelo
es la historia de un hombre
colectivo al que el propio Dostoievski le concede
indulgencia cuando afirma que sería injusto echar sobre él toda la
culpa, puesto que: Sólo una
cosa necesita el hombre: querer con independencia... cualquiera que
fueren las consecuencias..., después de todo, el diablo sabrá lo
que el hombre desea... (pág. 50).
En síntesis: Memorias del subsuelo es un
libro intemporal, imprescindible de (re)leer, una obra magistral
habitada por un antihéroe empeñado en emborronarlo todo y que, con
esta cuidada edición de Sexto Piso, añade un plus de belleza
a su inmortalidad.
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