En
una de las necrológicas, de las muchas que se sucedieron tras la
muerte de Adelaida García Morales
(Badajoz, 1945 – Sevilla, 2014), aparecida en Diario
de Sevilla se puede
leer: “En la habitación del hogar de Dos Hermanas donde pasó sus
últimos años había numerosas cajas de libros apiladas, testigos de
amor por la lectura de esta mujer que admiraba a las autoras
anglosajonas de finales del XIX, y, entre las españolas, a Cristina
Fernández Cubas, Josefina
Aldecoa y Carmen
Martín Gaite. Su salud se
resintió y ya había renunciado a escribir. Lamentaba que los
últimos libros que publicó, acuciada por los problemas económicos,
tal vez no estaban a la altura de su exigencia literaria. Vivía
bastante recluida y se refugió en el cine, que fue otra de sus
pasiones”.
La
irrupción de la escritora extremeña en el panorama narrativo
español tuvo un extraño inicio, ya que su opera prima fue antes
conocida a través de una adaptación cinematográfica que el texto
literario que la había originado. El sur
se convertiría en un mito para los cinéfilos. La película fue
concebida por Victor
Erice,
un director tan singular y tan enigmático como la propia creadora de
la novela, como una reinterpretación también muy personal de un
mundo que poseía otras dimensiones, tal como se pudo comprobar tan
pronto como se publicó la bellísima novela corta en la que había
basado su guion. Al poco tiempo, tras la auténtica revelación de
El Sur seguido de Bene
(1985), obtuvo mayor resonancia literaria con su novela El
silencio de las sirenas (1985),
que obtuvo el galardón del Herralde, un premio que la consagró como
referente narrativo de la literatura española del momento y como
escritora de culto. ¿Y qué aconteció después? ¿Qué fue de ella?
Para
contestar a estas dos preguntas y para desvelarnos el misterio de su
desaparición física y literaria llega Los
últimos días de Adelaida García Morales
(Random House, 2016), una novela documental que pone luz a las
sombras y a la memoria de esta artista olvidada que en los últimos
días de su azarosa existencia anduvo desesperada y ajena a la
realidad que el destino le deparó.
Elvira
Navarro
(Huelva, 1978) tiene claro qué es lo que le motivó a escribir este
libro. La idea de rescatar del olvido la fatalidad de la vida de una
escritora estupenda que, al final de su esplendor literario, vivió
una vida convertida, más en un personaje solitario y penoso,
arrastrado por sus fantasmas del pasado, y que ya de por sí contiene
suficiente material narrativo para un empeño literario seductor;
pero lo que más le ha interesado a la escritora andaluza ha sido
precisamente subvertir estas vivencias personales de una mujer
acabada y convertirlas en una reflexión moral sobre la memoria y el
olvido.
Navarro
recurre a un triste episodio protagonizado por Adelaida
García Morales
para montar su artefacto literario. El hecho se remonta a unos
correos que le envía su amiga Rosario
Izquierdo,
a quien le dedica el libro, en los que le cuenta lo sucedido en unas
dependencias de la Delegación de Cultura en el Ayuntamiento de Dos
Hermanas cuando la autora de El Sur
acudió para pedir cincuenta euros porque necesitaba ir a ver a su
hijo que residía en Madrid. La revelación de esta penosa anécdota,
según cuenta Elvira
Navarro
en una entrevista, derivaría en un relato que acabó convirtiéndose
en una pieza literaria más ambiciosa.
Los últimos días
de Adelaida García Morales
no es una crónica sentimental, lo que propone su creadora es un
documental narrativo ajustado a la vida de una mujer enigmática y
oculta que arrastra una depresión clamorosa. La novela propone dos
tramas que se entretejen: de un lado la que protagoniza en la ficción
la concejala de Cultura con la desaparecida escritora, y de otro, la
llevada a cabo por una emergente realizadora que proyecta un
documental sobre Adelaida
desde la perspectiva de diversos testigos del entorno de su vida,
incluyendo al psiquiatra que la estaba tratando.
Este
es un libro reivindicativo sobre el mito de una mujer, escrito desde
la contención narrativa y exigente de un relato que exprime con
naturalidad una versión documental ficcionada de la vida de esta
escritora nada convencional y de aspecto tan lorquiano que, a su vez,
posee todas las mimbres literarias para convertirse en un personaje
de su propia literatura. Navarro
extrae con maestría ese juego literario al que se presta la figura,
sin medrar en exponer a la vista del lector la notoria singularidad
de su personaje, alguien tan sufrido y receloso de la gente, así
como de todo lo que la rodea: alguien tan tímido y esquivo, y
autoexcluído de todo y de todos, incluso de las instituciones
públicas tan atareadas y distantes de la pesadumbre del ciudadano.
Leer
un libro sobre la desaparición de un artista olvidado, como este
que acaba de escribir Elvira
Navarro,
tan conciso y conmovedor, es también otra ocasión más para
corroborar la difícil tarea que supone vivir y sobreponerse a los
golpes recibidos hasta fajarse como un púgil entrenado, incluso, a
sabiendas de la dificultad que entraña mantenerse tan solo en pie
sobre la lona de la vida.
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