Borges
resulta ser un escritor que no tiene antecedentes. Sus fuentes
literarias son infinitas. Le interesó absolutamente todo, y todo, al
pasar por él, lo convirtió en literatura. Ahí radica su magia. De
él han hablado voces relevantes, como Cortázar,
Bioy Casares, Sabato,
Piglia, Alberto
Manguel, para ensalzar la
importancia de su figura en las letras universales. Para muchos de
ellos, ha sido el escritor más literario de todos los tiempos.
Transformaba todo en literatura, en una literatura revivida,
diferente, no solo de la escritura de su tiempo, sino, especialmente,
del pasado. Por eso, como afirmó recientemente Vargas
Llosa, Borges
es una mala influencia: “como es tan original, sus imitadores se
delatan inmediatamente”. En palabras del autor de Ficciones,
lo fundamental para un escritor es ser auténtico: “Todo lo mío es
plagio. El secreto está en saber hacerlo; de lo contrario yo
recomiendo ser original”.
La
gran lección del maestro Borges
no obedece a una lección temática, ni de contenido, sino a una
lección de escritura, de literatura universal, que se refleja
particularmente en sus conversaciones. Hay que leer su obra para
disfrutar de sus textos, y hay que leer lo que atinaba a decir en sus
jugosos diálogos para gozar de su ingenio, de su imaginación y de
su humor sarcástico. En los Diarios
de su amigo Bioy Casares
(Backlist, 2011), en los Diálogos con
Sabato
compaginados por Orlando Barone
(Emecé, 1996) y en la colección de anécdotas, recopiladas durante
una década al lado del escritor, por el poeta y ensayista Roberto
Alifano (Buenos Aires, 1943),
hay todo un arsenal inagotable de sorprendentes historias y
desopilantes testimonios por boca del maestro argentino.
La
editorial Renacimiento publica El humor de Borges
(2016), un libro que corrobora la afirmación de su autor, Roberto
Alifano, de que la extensa obra
verbal de Borges
compite en buena lid con la obra escrita y, por supuesto, la
enriquece. Este texto, que ya fue editado en Buenos Aires en 1996,
reúne un material ameno recogido de innumerables paseos, viajes,
tertulias, encuentros de trabajo y situaciones cotidianas en los
muchos años de amistad que ambos mantuvieron.
El
libro de Alifano
contiene más de ciento cincuenta anécdotas chispeantes de humor y
genialidad que ilustran la teatralidad y ocurrencias del “tímido
irreductible” que hizo del humor un acto deliberado al asumir los
desmanes y el destino incierto de la vida. A lo largo de estas
páginas vívidas aparece un Borges
íntimo que divierte al lector con bromas ingenuas, con la agudeza
incisiva de sus respuestas, con un ingenio sutil, malicioso y
demoledor, sin menoscabo de tomarle el pelo a su interlocutor y también
así mismo.
El
humor de Borges es de
raíz anglosajona, con la enjundia propia que extraía de aquellos
escritores británicos a los que admiraba, como Chesterton,
Bernard Shaw y Oscar
Wilde, en los que la
perspicacia y el juego de palabras encendían su sarcasmo. Hablar con
Borges, un escritor
propenso a lo sentencioso, “era siempre un festín de la alegría y
de la inteligencia”, subraya el poeta español Luis
Alberto de Cuenca en la
presentación de esta nueva edición del sello sevillano. Dice
Alifano en su prólogo
que el sentido del humor puede ser una clave para comprender la vida,
o para sobrellevarla, al menos. En el caso de Borges,
tan imprevisible y singular en cada actitud o en cada reflexión,
también era una forma de manejar su escepticismo. Consciente de la
fragilidad de nuestra existencia –añade– se tomaba a broma
muchas de las cuestiones trascendentales que algunos otros asumían
inmerecidamente tan en serio. Borges
–apunta Alifano–
pensaba, como Bernard Shaw,
que “toda labor literaria es a la larga voluntaria o
involuntariamente humorística”.
En
El humor de Borges el
lector encontrará momentos sorprendentes de felicidad, siendo
partícipe de la esencia vital, las alergias y las simpatías del
gran maestro argentino de las letras, un ser excepcional, desbordante
de ironía, ingenio y malicia, al que no le importó definirse como
un ser incompleto e ignorante: “Soy tan ignorante que ni siquiera
sé la fecha de mi muerte”.
Este
es un estupendo libro, ameno y apto para un amplio abanico de
lectores: para mitómanos y eruditos, para atrevidos y despistados,
para omnívoros y vegetarianos. La magia de Borges
es tal que nos sorprende desde una de sus vertientes literaria más
sabrosas: la conversación amable, la anécdota pícara, el suspiro
sarcástico de la reflexión. En definitiva, desde el humor
inteligente de un conversador fascinante. Leerlo, como apostilla
Roberto Alifano,
involucra, en cierta medida, una necesaria cultura literaria para no
despistarse impunemente.
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