Las
lecturas que se hacen para saber no son, en realidad, lecturas, decía
Azorín. Las buenas,
las fecundas, las placenteras son las que se hacen sin pensar que
vamos a instruirnos. Este libro del poeta, novelista y artista
plástico Miguel Ángel Ortiz Albero
(Zaragoza, 1968), tiene ese magnetismo fecundo y gozoso que
insinuaba el escritor alicantino, un pequeño tratado sobre la
particularidad artística de la creación y la imposibilidad de
concluir la obra ideada, un ensayo sobre la concepción de la obra
artística, bajo un despliegue de citas y entradas ante las que el
lector ávido y atento no sucumbirá. Diría que el lector se activa
ante la perplejidad de lo que revelan tantas voces reunidas, y
hábilmente condensadas, en torno a un libro nacido de otros libros
previos que lo hicieron posible.
En
Variaciones sobre el naufragio
(Fórcola, 2017) encontramos una poética acerca de la creación y de
la dificultad de concluir la obra de todo artista. El escritor, el
pintor, el artista, viene a decirnos Ortiz Albero
a lo largo de las ciento treinta y ocho entradas que conforman el
volumen, reduce la realidad cuando crea. Los lectores la reducimos
igualmente cuando leemos. Hasta el mismo cerebro está concebido para
esa tarea común: reducir, reemplazar, entender algo como símbolo,
como metáfora, como necesidad o anhelo. La verosimilitud total no
solo es una entelequia sino, sobre todo, una imposibilidad. Así que
el escritor, el artista, el lector, el espectador, cada uno ha de
reducir lo que hace: lo que escribe, lo que pinta, lo que lee, lo que
ve. Y hacerlo no es ninguna simpleza. Es así como captamos el mundo.
Es así, a pesar del sentido inacabado de las cosas, como funcionamos
los seres humanos. Mediante la reducción y el extracto generamos
sentido a lo que nos rodea y encontramos explicación a la obra
escrita o creada.
Por
este cauce incesante de reflexiones y evocaciones, aparecen
escritores y artistas que sueñan y aspiran a completar y culminar su
obra inacabada como Balzac,
Baudelaire, Benjamin,
Cézanne, Giacometti,
Kafka, Mann,
Quignard, Steiner,
Valéry o Vila-Matas.
A través de sus testimonios, de sus inquietudes y de sus
observaciones, Ortiz Albero
va haciendo hueco en el discurrir de su libro para llevar al lector
el sentir de lo que dicen sus autores sobre la creación artística y
sus ataduras, sobre sus logros inalcanzables, poniendo el acento y la
pasión en sus comienzos como fuerza y justificación de toda obra
artística. Ejemplos como el de la lucidez de Giacometti,
un artista apto no solo para percibir cómo es el cuadro que va a
pintar, sino también cómo podría llegar a ser, o la impresión
literaria, como dice Vila-Matas,
de surgir de lo escrito como la serpiente surge de la piel que deja,
necesariamente, atrás, son dos claros exponentes de esa persistente
duda alrededor de la obra creada y de su proyección.
Los
libros nos permiten ciertas libertades. Podemos mantenernos
mentalmente activos mientras leemos. Podemos participar plenamente y
acrecentar la elaboración del mismo con nuestra propia lectura del
mismo. Podemos reducir su compendio mediante el subrayado de lo que
nos llama la atención. En Variaciones sobre el
naufragio hay mucho para
ejercitarse en todas estas tareas. “El autor se atribuirá lo
dicho, escrito o pintado pero–como se dice en el libro por boca de
Méndez Baiges–, no
es ya más ni su propietario ni su mejor intérprete”. Nos
corresponde a los lectores una vez que la lectura está en marcha
interpretar la obra, su tono, su melodía, su composición.
Este
es un libro imposible de concebir sin las lecturas que lo conforman.
Miguel Ángel Ortiz Albero,
artista experimentado en diferentes disciplinas, ha escrito un
compendio hermoso y sabio de sus lecturas sobre la tarea del artista,
sobre la génesis de la obra y sobre la incertidumbre de su
conclusión de la que parece no resarcirse nunca. Esa incertidumbre
que recae sobre toda obra acabada o abandonada, esa posibilidad de
naufragar, también puede conducir al artista a la salvación
inesperada, concluye. “Hundirse” es el verbo, dice en los
prolegómenos del libro por boca de Bertolt Brecht.
En el fondo, sostiene, hundiéndose, le espera a uno la enseñanza y
la posibilidad de emerger a la superficie.
Necesitamos
libros no solo para que nos entretengan o nos cuenten una buena
historia. El lector necesita también reflexión, visiones, perspectivas, vida intelectual, complejidades morales y estéticas. Esta
obra
de Ortiz Albero
posee material y
rescoldo necesarios para prender nuestra curiosidad y alumbrarnos.
Variaciones sobre
el naufragio es un libro
ameno y fecundo en ideas, en reflexiones y en sabiduría,
un pequeño tratado acerca de
la poética de lo inacabado, una invitación amable y lúcida para
que el lector comparta las agudezas escritas por los propios
moradores que lo habitan: los artistas y sus criaturas.
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