El
fundamento de todo escritor no es otro que contar una historia. Lo
hace el poeta, el historiador, el biógrafo. Expresado con otras
palabras, se puede decir que, incluso, para el ensayista, el motivo
es penetrar en la parte más profunda de la conciencia. Y no creo,
como diría Julio
Ramón
Ribeyro,
que para escribir una historia sea necesario irse a buscar aventuras.
La vida, nuestra vida, es sencillamente el foco más propicio para
contar algo de lo que se fragua dentro y fuera del mundo en que
vivimos.
La
nueva entrega de relatos de Maite
Núñez
(Barcelona, 1966) tiene precisamente ese anhelo y esa determinación.
La mayoría de la gente distraída no acierta a ver lo que sucede a
su alrededor, pero para un escritor esta observancia conforma el
laboratorio primigenio para extraer cualquier historia latente que
aguarda su luz. Mantener los ojos abiertos es el modo imprescindible
para que el milagro suceda y alumbre. Y en ese imaginario se
encuentra San
Cayetano,
el escenario donde ocurre el drama de cada uno de los cuentos
escritos por la autora catalana. En esta ocasión, a diferencia de
Cosas que decidir mientras se hace la cena
(2015), el lugar donde sucede lo que se cuenta es tan protagonista
como los personajes que lo habitan. La razón fundamental es que si
en el primer libro los relatos surgen todos dentro del ámbito
doméstico, en Todo lo que ya no íbamos a
necesitar
(Editorial Base, 2017) el conflicto de cada relato tiene lugar en el
exterior, fuera del hogar, aunque inevitablemente se aloje y crezca
luego en su interior.
No
son doce historias ante el patíbulo, no. Los relatos de Núñez
deben su vitalidad enteramente a la expresión dramática de cada
narración, donde el verdadero drama es el drama del alma de sus
protagonistas, unos inadaptados al fin y al cabo ante la ausencia, la
pérdida y la contrariedad sobrevenida. Doce historias que nos
sumergen en un universo cotidiano en el que cabe todo tipo de
personas, mayormente gente corriente, pero todas vulnerables ante lo
imprevisto y lo malogrado. La autora incorpora con sutileza e
intencionalidad el uso de los objetos en muchas de sus historias que
determinarán en gran medida el devenir de las vidas de sus
personajes: desde una cuna vacía en el tiempo o una lavadora
averiada, hasta los acuciantes papeles contables de una empresa. Pero
lo que verdaderamente se percibe entre los seres que habitan estos
cuentos de Todo lo que ya no íbamos a necesitar
ya es
que hay madres, algunas ausentes, que desatienden a sus hijos, otras
con la que es imposible contar para nada, y no pocas angustiadas por
su trabajo. En otro relato encontramos a una mujer aturdida bajo la
disyuntiva de ser madre o no. En No
tengas miedo,
el relato más breve y tierno de la colección, otra madre deplora
haber mentido a su hija pequeña sobre la muerte de su gatito. En Es
por tu bien un
hijo se debate ante el dilema de llevar a su madre, una mujer
trastornada y mayor, a un geriátrico o seguir cuidándola en casa
frente a la oposición de su esposa.
Habría que comprender que hay cosas en la vida de los seres que
transitan por estas historias que ponen en entredicho la validez de
dichas vidas: desesperanzas, miedos, incertidumbres, dolor,
conciencia y miedo. Sin embargo, están decididos a cambiar el rumbo
de sus desdichas o, al menos, lo intentan. El lector percibe que lo
que se entreteje en el sentido de cada una de sus vidas no consiste
solo en asumir sus percances, sino en la actitud de sacrificarlas o
relegarlas a un segundo plano.
Maite
Núñez
retrata una serie de mujeres jóvenes y no tan jóvenes de nuestro
tiempo, seres solitarios y perdidos, aunque vivan en pareja. Mujeres
al borde del abismo que tratan de aprender a sobreponerse de sus
decepciones y pérdidas, casi siempre con la sensación de
encontrarse en el lugar equivocado, de no ser las verdaderas
artífices de su destino, como si la vida les hubiera escamoteado
muchos de sus anhelos e ilusiones.
La
gran pregunta que subyace en Todo lo que ya no
íbamos a necesitar,
acudiendo a las preclaras palabras de la escritora Grace
Paley,
es “cómo tenemos que vivir nuestras vidas”. Desde esa
convicción, desde la sinceridad aplastante con que concibe su forma
de escribir y su particular visión del mundo, Maite
Núñez
se va haciendo un hueco en este bosque tan exigente y variado que
conforma la narrativa breve. A los que nos gusta el género lo
celebramos vivamente.
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