Algunos
asistimos esporádicamente a este llamado, aunque mayormente lo que
más nos gratifica es encontrarnos a solas con el libro entre las
manos, en las lindes de ese espacio más acotado e íntimo
de nuestro hogar, más en concordancia con el lugar de donde
realmente nace la poesía: en el recato de la escritura en soledad
como único empeño del poeta.
Con
ese privilegio sereno y apartado del mundanal ruido, como decía el
poeta, acabo de leer la obra ganadora del XI Premio
Internacional de Poesía Claudio Rodríguez. La
abogada y escritora Valeria
Correa Fiz
(Rosario, Argentina), ha conquistado dicho galardón con su libro El
invierno a deshoras
(Hiperión, 2017), un poemario hondo y maduro que nombra los anhelos
y los límites de la memoria personal, con una poesía sin máscara
dotada de gran desnudez. También es autora del estupendo libro de
relatos La condición animal
(Páginas de Espuma, 2016) y finalista del Premio
de Poesía Manuel del Cabral 2016
con su obra El álbum oscuro.
Es
inevitable cómo la vida sigue su curso sin soslayar lo absurdo que
hay en toda existencia. Pero el absurdo se lleva mejor con unas gotas
de belleza. Y siempre la alegría de leer acude a nuestro rescate
para recuperar a cada instante el gusto de vivir a merced del tiempo.
Abrir este libro de Correa
Fiz
es adentrarse en un mundo simbólico. No importa tanto lo que el
lector encuentre en sus versos sino lo que estos significan. Hay un
interés de su autora por llevarnos a alguna parte, por producirnos
sensaciones que nos revelen algún misterio. Su poesía oscila entre
lo real y lo imaginario. La arquitectura de sus piezas, de extensión
mediana, se sustenta en los pilares del verso largo para acomodar
mejor el espíritu narrativo del poema.
Son
diecinueve poemas agrupados en tres secciones en las que el sentir y
el pensar irradian en igual medida. En Habitación
del silencio,
poema que abre la colección, una voz ensimismada y esperanzadora
clama en un cuarto silencioso tratando de salvar un amor herido. Para
rogar también hay que ser valiente.../
La dulzura es,
también, un arma,
son los dos versos catalizadores de Ella,
su siguiente poema amoroso. En la cartografía de El
invierno a deshoras
hay piezas nacidas en lugares con marcado acento autobiográfico.
Poemas italianos son Vesubio,
Mercadillos del
Naviglio Grande,
Egon Schielle a su
hermana Gerti.
Aquí la redención, la satisfacción personal, el amor, la
sexualidad, la belleza y el materialismo conforman el caudal de sus
versos. En el poema Los
malnacidos de la soja
infiere en la controversia ambiental, mediante el cual hace un
alegato contra el cultivo de transgénicos, focalizado en la
provincia argentina de Santa Fe. American
Dream
es una evocación de la poeta sobre su estancia en los EE.UU.
alrededor de ese sueño americano reprimido, tan delicuescente y
materialista. Teseo
en el parque del Retiro
es un poema que tiene como inspiración ese paraje madrileño
laberíntico tan propicio a despertar y avivar recuerdos. Lázaro
y Babilonia,
quizás sus dos mejores piezas, tienen ambas un calado bíblico. En
la primera, el hombre que escribe lo hace para alejarse de la muerte,
no es ningún Lázaro a expensas de resucitar. En la segunda, el
poema presenta un fresco inspirado en la obra pictórica de Hopper
como profecía de aquello que la Historia repite continuamente acerca
del becerro de oro que a todos nos subyuga: todo
es igual desde el inicio/ pero distinto como un código de barras.
La
poesía de Correa
Fiz
se enmarca en una voluntad narrativa de contar historias en los
límites que otorga la condensación e intensidad que exige el verso
donde la contención y el ritmo son imprescindibles. Hay, además,
cierta sutileza pop en algunas de sus composiciones con título de
canciones y epígrafes musicales como Nightswimming,
un poema bajo los acordes del grupo estadounidense R.E.M.,
o Strawberryfields,
título legendario de The
Beatles,
dos plegarias líricas, la una de amor desatado, la otra de infierno
y castigo.
El invierno a
deshoras se parece a una
posada con muchas puertas. Se puede entrar en ella por distintos
lugares y habitarla en cuartos distintos, pero en todos el sentir y
el pensar se acoplan y se funden para hablarnos de ese raro asunto
que llamamos vida.
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