Bajo este remolino de consecuencias que portan extravíos y pérdidas, la escritora y reportera estadounidense Kathryn Schulz (1974, Shake Heights, Ohio) nos concita al lector en su nuevo libro, Una estela salvaje (Gatopardo, 2023), unas memorias con alma ensayística, para que la acompañemos en su investigación sobre todo lo que causa la pérdida en la experiencia humana, su contrariedad e impertinencia. Y, lo que es más importante, al enfoque de enfrentarnos a lo mucho que incide en nuestra existencia, “al hecho de que, tarde o temprano, el destino natural de casi todo es desaparecer o perecer”. En ese proceder suyo, erudito, indagatorio y hasta filosófico, traducido por Marta Rebón, mezcla de exploración y vivencias, se aborda en tres partes un duelo, un amor y una incursión reflexiva en torno a la conjunción “y”. Todas estas secciones guardan lazos entre sí por lo que conectan con el hecho de vivir.
Si en la primera parte nos sumergimos en las pérdidas cotidianas y en aquellas otras pérdidas irreparables, de dolor inmenso, como es la muerte de un padre, en la segunda parte llegamos al territorio de los hallazgos. Aquí, el estímulo y el asombro de encontrar algo nuevo sostiene el peso de buena parte del libro. Cuenta Schulz que cuando aparece el enamoramiento todo se trastoca “es una especie de paréntesis, una pausa en el orden normal de las cosas”. Es el azar y el destino los que, a veces, se confabulan, como así le ocurrió unos meses después de que falleciera su padre. Había quedado a almorzar con una desconocida y se enamoró inesperadamente. Estaba en pérdida y le cambió la suerte.
Dice Schulz que, en ese trasiego de extravíos, “solo hay dos formas de encontrar algo. La primera es, mediante la recuperación, cuando encontramos algo perdido. La segunda es mediante el descubrimiento, cuando encontramos lo que nunca habíamos visto antes”. De esta impronta abastece sus reflexiones sobre el enamoramiento: “A veces, nuestros descubrimientos son tan fortuitos que casi parece que las cosas nos encontraron a nosotros y llegaron de la nada a nuestras vidas”. El amor, viene a decirnos, confía en su propia invención ilimitada: “Y, sin embargo, el amor es innegablemente un enigma, y uno de sus muchos misterios es que a veces descubrimos muy pronto que, como decía Dante, la felicidad nos ha llegado”.
Al llegar a la tercera parte, cobrará sentido el título del libro mediante la conexión del origen del mundo proveniente del choque de un meteorito con la Tierra hace treinta y cinco millones de años, “una estela salvaje” y remota que, aún, sigue dando pie a hacernos preguntas por el origen, desarrollo y continuidad de la vida en nuestro planeta. Nada parece aislado, todo ejerce una constante ilación, “el mundo en modo conjunción”. Se trata de entender que vivimos conectados con muchas cosas a la vez. Alude al filósofo Hume en los términos en que “todas las ideas provienen de la yuxtaposición, de enlazar un elemento conocido del mundo con otro”. En esta idea implícita del significado y proyección de la letra “y”, queda dicho que “no es solo un sentimiento de conjunción; es también un sentimiento de continuación”.
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