miércoles, 27 de noviembre de 2024

Memoria y exilio


Somos historias, y no hay un único sentido que dé razón de lo que es vivir dentro o fuera de tu círculo familiar. A diferencia de lo que es el mundo, que viene ya conformado, una vida no tiene por qué asumir las circunstancias dadas. De alguna manera, hay un desarraigo
en la vida de quien parte rumbo a otras tierras y se instala fuera de sus fronteras que le obliga a reconocerse en un exilio, en una identidad periférica entre dos mundos equidistantes. Esa sensación se deja sentir y no se pierde nunca, como cuentan muchos cuando rememoran sus vivencias y sentimientos desde la lejanía. Hay en ellos un empeño decidido de acotar esa distancia marcada por la memoria y el exilio que conforman inevitablemente una herencia de historia colectiva en la que las señas de identidad y el propio lenguaje se conjuran para siempre.

Para el lector recurrente de Reina Roffé, los relatos reunidos por la narradora y ensayista argentina en Vivir entre extraños (Hugo Bejamín, 2024), supone tocar las entrañas de ese nudo existencial adverso. He aquí, en esencia, un libro que toca muchos de los temas y motivos que constituyen la puesta en escena de su literatura en la que el desamparo, el exilio y la soledad están a flor de piel. Destaca una reincidencia muy significativa que aparece en cada relato del libro y que apunta al desarraigo, a la añoranza de las relaciones familiares interrumpidas o al sentimiento de destierro y desabrigo existencial. Es lo que subraya Alina Diaconú con suma perspicacia en el prólogo del libro: “Constantemente encontramos a una mujer sola, solitaria y desarraigada, exiliada –en primer término– de sí misma, en un deambular entre extraños (incluida su propia familia), que la hacen sentirse extranjera, siempre diferente del resto del mundo circundante, siempre incomprendida y aislada”.

Cada relato es un cartucho de dinamita que abre el camino hacia el siguiente, aunque, en realidad, para Roffé todo parece encajar en un mismo libro en el que prevalece un imperativo existencial que oscila y predispone a entendérselas con el mundo. Aunque son relatos independientes, cada uno sintetiza una reformulación del pasado en un momento determinado, sin embargo, presentan un mismo ámbito referencial, aparecen como episodios trasplantados bajo un mismo pálpito narrativo y cadencia, refractados por dobles vínculos de realidad y distancia, de exilio y encrucijadas, trenzados por la necesidad de entretejer la relación con el país natal, con la familia y con el lugar de residencia, dejando ver que vivir lejos de casa es estar más a la intemperie. En cada uno de ellos oímos el latido del presente como un eco del pasado, un latido que, al estar en las afueras, en el extranjero, es difícil de traducirlo a un lenguaje comprensible para los demás y que obliga a entender la dificultad de sopesar el lado de acá con el lado de allá.

Son historias de mudanzas y extrañezas que confirman cómo la literatura es un campo de indagación y metamorfosis, un laboratorio desde donde la realidad se configura en moldes de azares y de misterios, de conciencia y de lenguaje. El primero de ellos, Vivir entre extraños, que pone título al libro, es un relato que recurre al pasado para rescatar instantes de un vínculo trastocado en su seno familiar por el abandono y el destierro, un viaje de regreso al país de origen que transcurre en el reencuentro entre la protagonista y su madre, una mujer quisquillosa que no deja de transmitirle a su hija sus obsesiones y quimeras en un presente cautivo del pasado, donde nada parece haber cambiado en décadas: ni los desapegos afectivos, ni la inexistente empatía entre ambas.

El sentimiento de soledad con el entorno y la añoranza persistente constituyen la esencia del conjunto de los siete episodios narrativos aquí reunidos. El personaje que transita por sus páginas no se siente parte en ningún lado. Percibe un desafecto simultáneo, tanto dentro como afuera del núcleo familiar. En varios de ellos, la presencia de Ángela, amiga y confidente de la narradora, la convierte en punto de inflexión, en verdadero cobijo de su exilio interior y en acompañante de andanzas viajeras y paseos por Madrid. Y en todos ellos, la vida y la literatura tienen mucho en común. La literatura y la vida, nos viene a decir, son siempre enlace y traducción de palabras y de mundos, puntos e intersección de referencias y escritores con los que la autora sintoniza y por aquí asoman: Flannery O´Conor, Elizabeth Bishop, Julio Cortázar, Reinaldo Arenas, Virginia Woolf o Lorrie Moore.


Y en esta dicotomía de vida y literatura, de reminiscencia y exilio, llegamos al final de estos relatos de Roffé cargados de tristeza, pero confabulados con el sentir implacable de su autora, que así lo dispuso, sin atajos ni reservas, valiéndose de una prosa que escucha la palabra escrita y su significado, que se pone en conversación radical con la memoria y lo vivido. En Vivir entre extraños se conjura la literatura y la vida, y lo hace con la certeza de que la valija del tiempo que transporta la existencia en su memoria constituye un abismo insondable, dispuesto a darse a conocer.


miércoles, 13 de noviembre de 2024

Viaje por Umbría


Cada vez soy más consciente de que no alcanzo a leer todo lo que quisiera, ni siquiera a ponderar suficientemente lo que mejor me conviene ante tantos títulos como se publican. Y, sin embargo, sigo leyendo y leyendo y leyendo. No podría vivir sin libros, ni quiero pensarlo. Para mí, leer es una forma de dilatar el placer de vivir. La literatura es la proveedora indiscutible de este desate mío, de hacerme partícipe de su incitante reclamo. Y más aún si el libro que empiezo a leer es el de un autor como Vicente Valero (Ibiza, 1963), que posee ese don singular de compartir con el lector su escritura de tono íntimo, claro y sencillo, de su trabajo meticuloso e intrincado que pone en valor y perspectiva la vida y la literatura.

Valero lleva una trayectoria literaria tan semioculta, como larga y fecunda. Cuenta en su haber con seis libros de poemas publicados. Se inició como prosista en 2001 con un ensayo biográfico sobre Walter Benjamin y luego debutó en la memoria y la reflexión artística con otras dos obras. En 2014 se dio a conocer en el género narrativo con la novela Los extraños, un estreno sorprendente que tuvo muy buena acogida entre sus lectores y la crítica. Después aparecieron Las transiciones (2016) y Enfermos antiguos (2020), y otros textos, entre ensayo literario y libros de viajes, como El arte de la fuga (2015) o Breviario provenzal (2021). Vuelve ahora a sorprendernos con El tiempo de los lirios (Periférica, 2024), un viaje por Umbría, territorio poblado de signos del pasado para indagar en sus huellas y desvelarnos los entresijos y andanzas de una figura, como san Francisco de Asís, un ser poseído de una razón mística y una conciencia casi sacramental sobre la naturaleza y la condición humana.

El tiempo de los lirios es un libro de viajes de quince días que el autor lleva a cabo por Umbría y sus enclaves históricos, un mapa itinerante que le sirve para recorrer sus pueblos, e indagar en sus esquinas y plazas, así como la piedra que reviste a toda esta región de la Italia central, que sin estar bañada por el mar, es un territorio lleno de agua y esplendorosas ciudades, como Asís, Gubbio, Foligno o su capital Perugia. Por estos lares discurre su andanza en compañía no solo del espíritu del santo Francisco, sino de lo que supuso su testimonio en su deambular por la región. Valero, a su vez, intercala en su narración una sugerente referencia de escritores y pensadores que, al igual que el protagonista del libro, no depusieron su actitud crítica de la época que les tocó vivir, como Goethe, Simone Weil, Chesterton, Walter Benjamin, Herman Hesse o Emilia Pardo Bazán, en sintonía con el mensaje franciscano de transformar la realidad social, religiosa y cultural del momento.

Bajo la misma forma de dietario que en su Breviario Provenzal (2021), un exquisito recorrido interior por los secretos de Provenza tras la huella de Petrarca y de otros artistas y poetas, Valero nos lleva ahora por rutas franciscanas en El tiempo de los lirios, a través de una Umbría primaveral repleta de luz y arte, plena de paisajes telúricos y místicos, donde el humanismo renacentista emergió con afán de rescate. Viene a decirnos Valero que es difícil escribir algo sobre esta región que no esté impregnado de la fama de San Francisco de Asís que, según nos cuenta, perdura por su condición de adelantado a su tiempo, de constante precursor por el respeto a los animales y al entorno natural, por su sentido estoico de forjar una vida de pobreza voluntaria para conseguir ser plenamente libre.

Conforme vamos leyendo, percibimos ese interés de Valero por reivindicar la presencia de un pasado interpelante, de un legado como el de la Edad Media con toda esa parte existencial de grandes humanistas: artistas, escritores y religiosos que pusieron luz a puntos oscuros de nuestra existencia, y mostraron que vivir consiste en responder a los acontecimientos, a las contingencias del tiempo, a los enigmas de la historia y alumbrar lo que importa: el conocimiento y la moral como baluarte de prosperidad y entendimiento. Aprovecha el escritor ibicenco este fin narrativo ejerciendo de guía para que el lector no pierda detalles, mostrando las singularidades del paisaje, conectando los pueblos y basílicas por donde la figura de Francisco y su orden mendicante recalaron en aquellos viejos tiempos, henchidos de convicciones.

Esta Umbría revisitada conserva el esplendor monumental de su pasado medieval, siendo cuna, a su vez, de una larga tradición literaria y de arte pictórico basados en la vida y milagros de un santo que propició un nuevo alegato de espiritualidad ligada a la fraternidad, la humildad y la pobreza. Una espiritualidad que hoy en día se nos antoja merecedora de resaltar frente a las injusticias e incongruencias de los tiempos que vivimos. Igual que su poesía, Valero concibe la narración bajo ese prisma temporal de combinar presente y pasado. Para él, viajar, caminar, trasladarse y observar es vincularse al buen fin de su literatura, como conjuro y metáfora de creación, que implica una mirada escrutadora a la historia y a la propia razón de ser de sus protagonistas, como así refleja El tiempo de los lirios.


En las páginas de este cuaderno de viajes encontramos las contraseñas, asombros y encantamientos que Vicente Valero experimentó en su recorrido por Umbría, tan emotivo e intenso como abierto y fecundo. En conclusión, nos hallamos ante un libro de hermoso título que se deja leer gratamente y que nos coloca en esa condición de nómadas que muchos llevamos en secreto, una obra que cautiva por su amenidad y compromiso estético e histórico.


miércoles, 6 de noviembre de 2024

Vidas a la intemperie


Leer es una apertura al mundo. Revitaliza en el lector el feliz sentimiento de su existencia, y lo sumerge en una forma activa de reflexión que predispone a disfrutar de un itinerario a través de las palabras para reencontrarse con uno mismo y su entorno, aunque lo contado se refiera a la vida de otros. Leer implica un cierto estado de ánimo, un goce sin prisa del tiempo que, en ocasiones, nos traslada a una suerte de reclusión en la que el lector es quien se toma su tiempo y no deja que el tiempo lo tome a él. Por eso, en ocasiones, leer se convierte en una experiencia sensorial de extrañamiento, de percepción narrativa en la que lo vivido por sus protagonistas se transforma en una nueva e insólita perspectiva que ofrece al lector una realidad parecida al exilio.

Todo extrañamiento marca un desarraigo, un contorno que, en palabras del filósofo y escritor Jorge Freire (Madrid, 1985), “comparece en muchas ocasiones de forma súbita e imprevista”. Lo que promueve Freire en su nuevo libro Los extrañados (Libros del Asteroide, 2024) es, precisamente eso, darnos a conocer, a través de cuatro figuras de las letras, dos anglosajones: P.G. Wodehouse y Edith Warthon, y dos españoles: Blasco Ibáñez y José Bergamín, lo que deviene en ellos en su condición de extrañados, en un período determinante de sus vidas, que trastocará, en buena medida, la manera de vivir y ver el mundo en cada uno de ellos: “Porque el extrañamiento no es la vestimenta del ser estrafalario o del histrión, sino la entraña profunda de quien, no encajando en sitio alguno, se encomienda la tarea de convivir con el extraño que hay en su interior.”

Los cuatro escritores que vertebran este ensayo son muy diferentes entre sí, en estilos literarios, origen, ideas políticas y relaciones sociales. El libro, además, recoge ausencias y desencuentros elegidos por el autor con un propósito de mostrar al detalle el pálpito de sus vidas alienadas y errantes. A través de sus historias personales y profesionales, Freire perfila cuatro retratos que reflejan sus desarraigos y entresijos, de forma que el lector palpa los hitos literarios de sus obras, al tiempo que nos acerca a ese sentimiento universal de no pertenencia, que no deja de manifestarse en sus respectivas andanzas. Escritores relevantes que huyen de sí mismos y se alejan de un mundo que entienden les ha dado la espalda, viviendo en un continuo estado de extrañeza. Freire conoce bien de lo que escribe y mide bien lo que quiere decir sobre estos autores, convirtiendo su manuscrito en una biografía jugosa y condensada de cada uno de ellos.

Es este su propósito, que parte desde el prólogo y sostiene el curso del libro. Y así conocemos cómo P.G. Wodehouse, escritor prestigioso de la cultura británica, se convierte en un apestado en su propio país, tras unas declaraciones impertinentes suyas en una radio alemana tachadas de colaboracionismo nazi, que lo forzó a exiliarse. Algo parecido a lo que sintió el poeta español Bergamín, católico y republicano, madrileño de raíces andaluzas, que se muda, ya de viejo, al País Vasco, convertido en abertzale. O también la determinación de Edith Warton, que se las ideó para esquivar a un marido intransigente, erigiendo su propio exilio doméstico para seguir con lo que más amaba: la escritura y la lectura. O cómo sobrellevó su trasiego político y literario Blasco Ibáñez, el escritor español más exitoso e internacional de su época, cuya concordia y reconciliación con España solo fue posible fuera de sus fronteras.

En Los extrañados encontramos algo común en su historias que nos acerca a entender que perder y vivir a la intemperie son los dos verbos continuos que se conjugan en el pasado de los cuatro artistas que convergen en el libro. Freire sostiene que son figuras “inactuales e intempestivas”, y que en la naturaleza de sus propias vidas tuvieron que sortear muchos contratiempos, hasta el punto de que todos murieron fuera de su patria, bueno, con la excepción de Bergamín, que por expreso deseo suyo, fue enterrado en Fuenterrabía, País Vasco. No cabe duda de que el regusto emocional del libro es un factor determinante que el autor ha querido propiciar, aprovechando con oficio que su escritura no solo apetezca, sino que seduzca en su tono y pulso narrativo. Recrear estas vidas extrañadas tiene un aire filosófico que predispone al lector a tener en cuenta que vivir tiene que ver con negociar con nuestras rarezas y discrepancias, hasta el punto de que, en ocasiones extremas, nos conmine al desarraigo.


Este es un libro que viene a resaltar lo que supone sentirse extraño con el resto, que responde a la inconformidad de la vida saturada por un yo agitado por las acometidas del destino, un ensayo literario sagaz, convertido en un viaje narrativo al pasado de cuatro literatos que dejan ver lo que tienen de verdad y de espejismo los vaivenes de sus vidas azarosas.

No encuentro mejor colofón para resumir todo lo dicho que decir que el lector se va a encontrar aquí con un fresco ensayístico valioso y muy bien escrito, un texto animado por una efervescencia narrativa amena y envolvente que rastrea, con finura y alcance, en la vida y circunstancias de unos personajes nada conformistas que siguen vivos en nuestro acervo literario.