lunes, 9 de abril de 2018

Los misterios de la novela


Las palabras no pueden funcionar sin los referentes del mundo real, sin los libros y, desde luego, sin las novelas. Porque leer novelas, leer literatura, es un modo de enfrentarse a esa angustia existencial, en el sentido de que nos permite satisfacer nuestro impulso para explorar el caos que nos rodea y, hasta cierto grado, comprenderlo, transformarlo en algún tipo de orden que dé sentido a este existir que llamamos vida. Esto es precisamente la capacidad única que posee la novela sobre el resto de las formas artísticas: que puede retirar el velo de la ilusión durante el tiempo necesario para permitirnos vislumbrar la desdicha común y humana de la vida de los demás, y a su vez, por implicación, iluminar nuestra propia realidad o el devenir de nuestra existencia.

Todo escritor, todo novelista, como dice Luis Goytisolo, ha empezado por ser lector, lector de novela. El arte de la novela tiene esa gracia de hablar de todo y de nosotros mismos como si fuéramos otras personas, así como hablar de otros como si estuviéramos en su piel, y obligarnos a ir más allá de sus propios puntos de vista. En el último libro de Juan Gabriel Vásquez (Bogotá, 1973) encontramos mucho diálogo acerca de estos misterios que envuelven al género de la novela, y cuando un novelista que escribe ensayos, como dice él, que hablan del arte de la novela, entonces el escritor se convierte en un náufrago que manda coordenadas a los demás para que puedan localizarlo. En ese mapa vital que conforma su trayectoria lectora y su biografía literaria, la poética del escritor está presente y así la comparte, con emoción y sumo detalle.

Viajes con un mapa en blanco (Alfaguara, 2018) trata de eso mismo, “se compone –dice el propio autor– sólo de libros cuya lectura está asociada en mi recuerdo a un lugar y a unas emociones”. Cervantes, la tradición y los misterios de la novela responden al triángulo que encierra el conjunto de los ensayos reunidos en esta obra, en donde el escritor colombiano sustenta todo el sentido práctico del libro, partiendo de una cita memorable de Virginia Woolf, como introducción a su propia tentativa: “Los libros descienden de los libros como las familias descienden de las familias...”

En ese viaje literario, el lector explora con gran expectación la ruta propuesta por Vásquez al territorio cervantino. El invento de El Quijote tiene su calado, y como subraya él mismo, “nos pide aceptar que el hombre común y corriente, el compañero de nuestra cotidianidad, es una criatura de complejidades sin fin, contradictoria, impredecible y ambigua, dueña de una profundidad y un interés que no están al alcance del ojo, sino que yacen detrás de mil velos a la espera que los descubramos”. Por otro lado, viene a referirnos también que, a menudo, sustituimos las novelas por la realidad propiamente dicha, o al menos la confundimos con la verdad real. En eso va a consistir su empeño, en mostrarnos el poder extraordinario de la novela, en trasladarnos a la verdad secreta que promete.

Por eso mismo, este es un libro jugoso e interesante, poblado de material libresco abundante, mayormente conferencias, que al lector no le será fácil olvidar, ni separar su unidad literaria, debido a ese intencionado hilo conductor que ensambla a todas sus piezas en el mismo círculo del arte de novelar. Diríamos que estamos ante un compendio de ensayos que concita a prestar atención a esa sensación inmarcesible y reveladora de la novela que consiste en mostrar ese mundo ficticio tan capaz de transformar cualquier historia en algo inusitado y hasta más real de lo que sucede en el propio transcurrir de la vida. Vásquez, como novelista, también comparte estos principios, y tenemos prueba de ello en su extensa obra narrativa, como las imprescindibles Los informantes (2004), Historia secreta de Costaguana (2007) o Las reputaciones (2013), en las que da buena muestra de su talento artístico en el género.

El reto de toda novela es que el lector se la crea, se dice en sus páginas. En ese sentido, Viajes con un mapa en blanco responde a esa tradición ensayística que persigue vislumbrar el alma y el poder persuasivo que la novela ejerce desde Cervantes, y sigue haciéndolo más allá de Proust, Dostoievski, Conrad o Coetzee. Porque las novelas de verdad “nos tienen que convencer de que debemos tomarnos la vida en serio demostrando que tenemos poder para influir en los acontecimientos, y que nuestras decisiones personales moldean nuestras vidas, como dice Orhan Pamuk.

En suma, Juan Gabriel Vásquez ha querido mostrarnos en este libro la despensa literaria suya en la que ha forjado su quehacer literario, sus lecturas y opiniones, así como retazos del magisterio de sus escritores más queridos e influyentes. Por estos cauces nos propone, con gusto y elocuencia, una indagación fructuosa sobre la importancia de las ficciones y la experiencia gozosa de leerlas. Los grandes libros están llenos de significados, nos viene a decir, nos interrogan, nos ponen a prueba y suelen ser despiadados en su franqueza.

Viajes con un mapa en blanco no es un libro más que haya sido concebido para desarrollar lo que ya sabemos sobre la teoría de la novela, sino que es un texto confesional de un escritor comprometido con la ficción, que explora, con gratitud y maestría, en sus misterios de manera admirable.


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