jueves, 1 de septiembre de 2022

Fermento del aforismo

El aforismo posee esa bella rareza de abastecerse de observaciones de la realidad circundante y del pensamiento. Con ellas sacude al lector, subvierte incluso el significado habitual de las palabras que ocultan las ideas y los hechos, y así procura incitarnos a la reflexión. Ensayar esto no es solo intentarlo, es abrir posibilidades, producir fulgor, incursiones, tajos, asentar algo conciso para decir mucho más, procurar cabidas y, en definitiva, encender esa chispa en la que, como Platón nos recuerda, si uno se demora en sus destellos, de repente se produce algo nuevo: una conjetura, un hallazgo, una revelación o una teoría para entender y desgajar nuestra realidad común, existencia y juicio. Esto implica asumir que el aforismo, a su vez, es desconcertante, tras él se esconde un desafío de intuiciones que, en su levedad, promueve una incitación, un reto o fermento de algo relacionado con el sentido inasible de la vida.

Por estos márgenes, vislumbres y supuestos traza sus aporías aforísticas el escritor y crítico literario Vicente Luis Mora (Córdoba, 1970) en su nuevo libro Teoría (Mixtura, 2022), un título revelador, que viene a reforzar la idea que lo inspira y promueve: un compendio dialéctico, un laboratorio aforístico desde donde ensayar y atisbar el alcance de este género como pensamiento breve, desde su propio esbozo o balbuceo. En su libro anterior, Nanomoralia (2017) ya dejó simientes bien dispuestas, apuntando en dicha dirección. Pero es ahora, con más astucia y hondura, cuando se presta a desarrollar su dialéctica en torno al aforismo, como razón y pulso del pensamiento. Tocar y parar, a modo de esgrima intelectual, es su propósito para llevar casi trescientas breverías a la captación plena y comprensible del conocimiento, impulsado por la cita de Elizabeth Bishop que las precede: «Es como imaginamos el conocimiento: oscuro, callado, claro, móvil, plenamente libre».

Teoría posee, por tanto, ese rango de rareza inesperada, proveniente de alguien dispuesto a jugar con los conceptos, con la esencia discursiva del lenguaje aforístico y su ámbito. Encontramos razones filosóficas, sentido del humor, epifanías afinadas, contingencias poéticas por las que parece surgir de forma súbita una verdad intuitiva, un fogonazo de lucidez al dictado de su brevedad. El autor más que ponerse a pensar sobre el aforismo, parece que es la escritura la que le conduce a un pensamiento gravitatorio alrededor del aforismo. “El aforismo es luz balbuceante”, afirma, para empezar. Y apuntando en la energía de esa luz dice: “El pensamiento es energía hecha luz y luego convertida en energía de nuevo (energía expresiva)”. Sin abandonar este interludio alusivo aparece este otro: “El lenguaje y el silencio son los polos positivo y negativo de la electricidad del cerebro”.

El libro en sí, por otra parte, reúne y organiza su contenido con una singular nomenclatura alfabética que antecede a cada aforismo que lo clasifica: a. Cuercebro (cuerpo+mente), b. subjetividad, c. teoría y d. lenguaje. De manera que cada texto anuncia con estas letras cómo se interrelaciona su naturaleza y sentido, en muchas ocasiones con más de una e, incluso, hasta con las cuatro: “En teoría, somos lo que decimos que pensamos”; “Pero es al revés –confirma a continuación–. Hay que leerlo al revés” (Pensamos que decimos lo que somos, en teoría). Vicente se las ingenia con picardía, malicia, astucia y travesura para acomodar sus enunciados y aproximarnos a ellos, valiéndose también del mecanismo de la paradoja, la paráfrasis, la antítesis, figuras que encuentran su generoso acomodo, por ejemplo, en estos tres aforismos: “Si después de la vida no hay nada, pues no hay nada, que no es poco”; “El aforismo como cura: como cura de humildad”; “Un iluminado no fanático, eso es un pensador”.

Vicente Luis Mora se mueve en un territorio filosófico-literario de no fácil clasificación por lo complejo de los asuntos tratados en su libro, un campo de cultivo que a él le mueve como experimentación del pensamiento y paradojas del lenguaje. Teoría es, por eso mismo, un libro intuitivo, de ideas jugosas y estimulantes, provisto de un sinfín de ecos internos sobre audaces conjeturas alrededor del aforismo, la vida y el lenguaje. Un libro en el que su maquinaria textual se dispone en un diálogo vivo entre el autor, la palabra y la conciencia, propiciando preguntas que vienen de la incierta posición en la que, a veces, se encuentra el propio autor en su algarabía de voces: “¿Soy teórico, creativo o crítico?”

Leer un nuevo libro de aforismos es la aventura de meterse en una mina en busca del mineral valioso. Uno lee con ese ánimo, no sólo para encontrar la sorpresa placentera e inquisitiva de la palabra escrita, sino en busca de mapas y señales que muestren vetas de reflexión y luz. Aquí, en Teoría, podemos encontrar fermento abundante de ese filón.


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